Estoy aqui

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Un día paso desde el debut de Rae en la arena, la opinión de la gente sobre él era la misma, verlo combatir era entretenido, pero él y su hermano debían de morir, pero por alguna razón el rey insistía en mantenerlos con vida, como a todos al hijo del rey le molestaba este asunto y quería encontrar una razón para las acciones de su padre. Temprano por la mañana en el desayuno aprovecho que su padre estaba sentado frente a él en un comedor bastante amplio sin nadie más que ellos y los sirvientes para preguntarle.

—Padre tenemos que hablar— Miró de forma seria, mientras hacia gesto a los sirvientes para que se retiraran.

—Espero que no sea nada referente al pequeño del coliseo.

—De hecho si, se trata de eso— El rey hizo notar su disgusto dando un quejido malhumorado —No podías escoger otro tema del que hablar— Dijo tomando una copa que estaba a su lado.

—Lo siento...

—Ah, ya lo que sea pregunta— El rey se reclinó sobre su asiento de la forma más perezosa que encontró. —Quiero saber por qué estamos prolongando tanto la ejecución de esos dos, deberíamos hacerlo mientras estén a nuestra merced y no traten de escapar.

Su padre ladeó la cabeza de lado a lado, no dándole mucha importancia, miró a su hijo con aburrimiento, parecía muy poco interesado en el tema, tanto a si que se puso a juguetear con su copa moviéndola en círculos —La gente no sabe lo que quiere, si le preguntara a mi pueblo que es lo que quisiera, donde está el coliseo ahora habría una zona residencial, ellos solo ven por lo que les importa en ese momento, no ven en el futuro— Se fijo en el rostro confuso de su hijo, se tomó una ligera pausa para agarrar un bocado de su comida y continuar.

—Y cual es mi intención dejando a esos dos vivir, te preguntarás — Su hijo asiente con interés — Bien con el....pequeño, estoy planeando algo grande, has visto la fuerza que tiene esa criatura, la gente por mucho que lo odie se fascina viendo al enano derrotando a gigantes, lo convertiré en la atracción principal de este coliseo, una bestia imparable, el próximo campeón, y ahí es donde entra el otro, será tarde o temprano ejecutado, pero su presencia es necesaria para asegurarnos que el otro peleará.

—¿Entonces mantendrás vivo al otro hasta que pierda?

Soltando una carcajada su tono de voz cambió de un momento a otro en una forma siniestra—No claro que no, simplemente lo tengo como un pequeño incentivo para el. Lo moldearé como yo quiero, tal vez no lo hayas notado, pero yo sé identificar a los guerreros, ese pequeño diablo ama batallar, le daré lo que quiere, desafíos, gloria, amara el coliseo, se sentirá como en casa, y una vez hecho eso, si comete un solo error por mas mínimo que sea, puede ser castigado con la pérdida, sin nada más en su vida, no será difícil convencerlo de nada.

Con la misma sonrisa que su padre el joven mantispa pregunto —¿Y crees que eso va ha funcionar?

—No lo haría si no supiera que funciona de antemano— Ambos Mantispas se rieron a carcajadas, para después terminar su comida.

Como un día normal las cosas les habían salido de maravilla, los combates esta vez abrieron con otra serie de retos para Rae, más intensos que la última vez, esta vez empezaron a ponerlo a combatir contra gladiadores en vez de bestias, quisiera decir que sus combates fueron un desafío y sus oponentes guerreros capaces y letales dignos de usar en ellos las técnicas de combate que Dalia le había enseñado, pero por desgracia no fue así, se notaba que todavía estaba en prueba pues lo "gladiadores, con los que combatió no eran más que esclavos, que claramente no estaban ni bien entrenados, ni bien alimentados, todas sus batallas se podían resumir en presentarse atacar a los ojos o a las articulaciones, ganar, ser abucheado y repetir. Por lo menos no era del todo malo, lo poco retador de las batallas le permitía mantener la cabeza fresca para pensar en su misión.

Rae, historia de una vasija Donde viven las historias. Descúbrelo ahora