—¡No quiero escucharte! ¡Ellas murieron y es tu culpa!— Dijo una joven Dalia tomando una silla y arrojándosela a una Mantis vieja que trataba de evitar que la joven se fuera.
—Yo...por favor...no quier....—La vieja Mantis trataba de pronunciar las palabras que un orgullo resquebrajado no le permitía decir.
La joven Dalia tomó un arma casi destrozada por una ardua batalla y salió de su casa azotando la puerta, mientras su madre se desplomaba en un rincón al borde del llanto.
Fue esa la última vez que Dalia habló con su madre, un recuerdo que a día de hoy sigue siendo un sueño recurrente, el recuerdo de su madre. Dalia no podría quejarse de su infancia ni decir que fuese una infancia feliz, más bien fue, dura, su madre solía ser una Mantis débil en su tribu, considerada un desperdicio, una de esas Mantis que se unieron a Salvia y a Jade y salieron de su tribu guiados por la esperanza de una vida mejor, que no les exigiera ser fuertes y dar su vida por ello para poder sobrevivir.
"Ania" como se hacía llamar esa mantis que tras escapar del yugo de sus antiguos líderes y de tener la oportunidad de formar una vida feliz, fue dominada por su orgullo y antiguas ideologías.
Tuvo la esperanza de estar haciendo lo correcto, de que sólo protegería a sus crías ante aquella forma de vida que a ella le tocó vivir y que no iba a volver.
Durante su vida Ania sólo tuvo tres hijas, Dalia la menor de ellas, sus otras dos hermanas Jazmín y Tulip, fueron criadas con la mentalidad de solo el más fuerte sobrevivía, sus logros eran olímpicamente desapercibidos por su madre para que no se sintieran conformes y siempre buscarán más a la vez que sus errores por más pequeños que fueran eran castigados severamente, a su vez cualquier actitud que pudiera ser significativa de debilidad eran castigada de la misma forma, es por eso que las hijas de Ania nunca salían de su casa y cuando salían ella las alejaba lo máximo posible de todos.
Y cuando ella y sus hermanas perdieron sus alas Ania las envió a su primera casería, ninguna estaba preparada para lo que sucedió ese día.
Muchos años habían pasado desde aquello pero Dalia llevaba solo semanas haciéndose cargo de Rae y desde ese día en el que el pequeño desapareció sin avisar, sentía que algo había cambiado, una preocupación constante de perder al pequeño que cada día aprendía más le alteraba constantemente, y sobre todo le preocupaba que aquella visión retorcida de su madre y su orgullo contante se apoderaran de ella también y cometiera los mismos errores de su madre.
Por qué aunque ella no era igual a Ania parte de su personalidad y hábitos habían sido influenciados por cómo ella la trató, lo último que quería es que Rae tuviera la misma infancia que ella tuvo y más miedo tenia a perderlo como su madre las perdió a ellas.
Por suerte no todo era este pensamiento para la mantis tenían momentos de paz o simplemente distracción en los que podía pensar en otras cosas. Parte de esos momentos de paz mental venían cuando Rae se metía en un lío, le molestaba pero a la vez le agradecía que la mantuviera ocupada con otras cosas.
Tan solo la semana pasada vinieron varios vecinos a "quejarse" por que Rae había irrumpido en sus casas buscando a albóndiga, claro el pequeño no entraba a la fuerza simplemente se dedicó a entrar por las casas que tenían las puertas o ventanas abiertas, las cuales eran demasiadas.
Hoy Dalia le había prometido que le mostraría un lugar especial, un lugar que de pequeña le gustaba visitar a menudo. Cerca del centro de la ciudad el cual era un gran círculo con suelo empedrado en el que se llevaban la mayoría de las festividades de la aldea, en realidad ese fue el lugar donde presenció un alegre baile cuando recién había llegado, todavía seguía esperando el regreso de ese festival.
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Rae, historia de una vasija
FanfictionEn un lugar fuera de Hallownest existe una tierra maravillosa llena de misterios y una luz tan grande y fuerte que llena de vida todo lo que toca. Y en alguno de los lugares tocados por la luz existe una tribu liderada por dos Lords hermanos. Pero e...