El recetario de Fuyumi Todoroki

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And if you stay I would lead away your mind
Or until your heart explodes out
Until we find our way in the dark and out of harm
You can run away with me
Any time you want

Summertime, My Chemical Romance

Las cosas fluyen lo mejor que pueden fluir, considerando que Fuyumi Todoroki los está mirando como si quisiera extirparles todos los secretos y, cuando cree que no se dan cuenta, suelta sonrisitas extrañas. Katsuki lo nota, por supuesto, siempre está demasiado pendiente de lo que haga o deje de hacer Fuyumi Todoroki —porque quiere las suficientes pruebas de que le gusta ver el mundo arder, aunque hasta el momento no haya conseguido ni una sola y sólo tenga conjeturas— cada que acaban cenando en su casa.

(Porque si hay algo que ha quedado demasiado claro, es que es más casa de ella que del padre de Shouto).

—¡Todo está muy rico! —Oye la voz de Deku mientras él todavía mira su plato. Es una rutina.

Izuku siempre dice las mismas palabras, él mira el plato examinándolo, decidiendo si se ve bueno antes de probarlo —siempre se ve bueno, pero siempre se toma su tiempo— y Fuyumi siempre sonríe y contesta igual.

—¡Gracias!

Tiene una cara angelical, pero es engañosa.

Le gusta ver el mundo arder.

La cena, sin embargo, transcurre mucho más tranquila que el resto de las cenas que suelen tener en esa casa. Probablemente porque quien está en la cabecera no es Endeavor —como casi siempre—, sino una mujer de cabello blanco que Katsuki nunca había visto antes y que es sorprendentemente parecida a Shouto. Tiene la misma forma de la cara. Y uno de los ojos de Shouto es del mismo color de su mirada. Su madre, supone.

Es la primera vez que la ve. Sabe que vive allí —ahora, porque antes no lo hacía—, pero como cada que van es Endeavor el que suele cenar con ellos —y la razón por la que la mitad de los trapos de la familia quedan expuestos al sol—, nunca la había visto.

Rei Todoroki. Shouto se las presentó de pasada antes de que empezaran a comer.

—Provecho —dice, antes de empezar a comer.

Cenan y la conversación es normal. Katsuki por una vez no le grita a nadie que se guarde sus trapos sucios. Sin embargo, está nervioso. Le dirige un par de miradas de reojo a Rei Todoroki, sentada en la cabecera, que sonríe —tiene la misma sonrisa de Shouto y de Fuyumi, descubre— y platica con Deku de algo que tiene que ver con la comida.

Le toma un rato descubrir que está nervioso.

Se pregunta si Rei Todoroki sabe lo que traen entre manos él, Shouto e Izuku. Los abrazos. Los besos. Las mejillas encendidas de color rojo, porque todavía no sabían manejar demasiado bien lo que tenían dentro.

No se le pasan los nervios hasta que están recogiendo la mesa. Él e Izuku suelen recoger todos los platos, deshacerse de los restos de comida y luego dejarlos sobre el lavaplatos. Natsuo estaba lavándolos —era la primera vez que Katsuki no lo veía largarse en cuanto acababa de comer—. Shouto, que limpia el comedor, está platicando con su madre. Katsuki no oye la conversación hasta que está cerca.

—... son agradables —la oye decir—. Tráelos más seguido.

—Sí.

—Me alegra que tengas amigos, Shouto.

Van casi cada fin de semana que Fuyumi está disponible y ellos están en la agencia con Endeavor —no han dejado ir esas prácticas desde la primera vez que las consiguieron, no es cualquier cosa trabajar con el héroe número uno—. Pero sabe a lo que se refiere la madre de Shouto.

Otro día que tampoco esté su marido.

—Sí, mamá —responde él.

—Te vez feliz.

Shouto se sonroja. Desvía la mirada y entonces descubre a Katsuki escuchando —fingiendo muy bien no escuchar— mientras recoge los platos que quedan. Se sonroja más y Katsuki sólo atina a dirigirle una mirada de medio lado. Deku entra en ese preciso momento y está hablando con Fuyumi —que cometió el error de preguntarle sobre algún héroe y se ve arrepentida.

Shouto se distrae un momento de su madre, termina de limpiar y luego se acerca a Katsuki.

—Ey —le dice—. Tengo algo para ti.

—¿Qué?

—Ven.

—¡¿Qué?!

—Ven —insiste Shouto. Por la manera en que lo mira, Katsuki adivina la diversión en sus ojos. Le gusta hacerlo rabiar.

(Y es inmune a su desesperación).

Así que lo sigue hasta el pasillo y lo ve sacar algo de un mueble. Algo que no está empacado, pero que puede ver que es un libro. No alcanza a ver el título ni de que es hasta que Shouto enciende la lámpara que está encima del mueble de donde sacó el libro y se lo extiende.

Es un recetario.

Un poco viejo (al menos unos diez años).

—Es para ti —le dice—. Es el que usaba Fuyumi. Antes.

Lo toma, todavía sin entender por qué se lo está dando. Se le debe notar en la cara porque Shouto sonríe.

—Siempre le preguntas las recetas —aclara.

(Y Fuyumi, que adora verlo rabiar, también, nunca se las pasa enteras).

—Gracias.

Shouto amplía un poco la sonrisa y entonces se inclina un poco hacia adelante para besar a Katsuki. Es apenas unos centímetros más alto, casi nada, pero aun así tiene que hacerlo. Katsuki responde. Aunque no puede evitar pensar qué ocurriría si los ve el resto de la familia. Nadie sabe nada, todavía.

Sólo ellos, porque hay muchos besos y muchas sonrisas y muchas mejillas enrojecidas y algunos abrazos.

—Ey... quizá —empieza, entre beso y beso, pero Shouto no se detiene, como si quisiera que lo atraparan—, deberíamos... no sé..., esperar...

—No quiero —murmura Shouto, que le agarra la barbilla mientras sus labios recorren el cuello de Katsuki.

No, tampoco Katsuki quiere, siendo honesto con él mismo.

Oh My God They Were Interns [Todobakudeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora