Los detalles que ahogan a Katsuki

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For you, for you
I would bring down the heavens on this earth
For you, for you
I would even trust the devil for rebirth

Rebirth, Poets of the fall

Son sus ojos.

Es la sonrisa que le llega hasta ellos.

Es una mirada capaz de deshacerlo entero. Múltiples veces. Ojos verdes bien abiertos, asombrados ante el mundo, tan diferentes a los suyos.

—¿Dónde carajos está Shouto?

—Dijo que tomaría una siesta.

(Hace una hora y poco de eso).

Katsuki gruñe. Quiere a Shouto ahí porque quiere que algo o alguien lo distraiga de Izuku. O que distraiga la atención que Izuku tiene sobre él. Lleva días entrando en algo que parece pánico ante la mirada de Deku, la forma en que sus ojos brillan cada que lo mira.

(Honestamente, debió notar eso antes)

Ahora que se fija en los detalles, estos lo ahogan.

Hay una manera en la que Izuku curva la sonrisa cuando posa la mano en su mejilla y dice «Kacchan», sonriendo, mientras lo mira. Sus ojos destellan, es casi literal. Katsuki siempre piensa que no quiere dejar nunca de ver el destello. Hay una manera en que Deku lo mira mientras están entrenando o en acción. Los ojos más cerrados, enfocados, pero de todos modos con esa sonrisa que parece alcanzarlos. Son los ojos más sinceros de admiración que ha visto nunca.

(Y, de verdad, caería de rodillas ante ellos).

Así que se aleja. Están en el cuarto que le corresponde a Katsuki en las agencias de Endeavor, porque las prácticas vuelven después de su último festival deportivo (que Katsuki gana con esfuerzo después de derrotar a Izuku). No hay casi nada allí que indique que el dormitorio es suyo, excepto un par de sudaderas negras sobre una silla. El de Izuku, por el contrario, parece un puesto de una convención dedicada exclusivamente a All-Might.

(A Katsuki se le escapa el porqué, si no pasan tiempo allí).

Así que pasan tiempo en el de Katsuki. O en el de Shouto.

—¿Otra partida? —sugiere Izuku.

—No tiene mucho sentido si Shouto no está aquí.

Llevan un rato jugando Mario Kart. Izuku lo mira con una pregunta en los ojos.

—No tiene sentido ganar si no está ese maldito aquí.

No es una victoria que le encante. Puede patearle el trasero a Izuku en Mario Kart más veces de las que Izuku puede hacerlo —resultado de la incansable práctica con Kirishima—, pero sentiría mucha más satisfacción si también pudiera ganarle a Shouto. (Y no está allí, el maldito se está tomando una siesta y no está distrayendo a Izuku).

Los ojos verdes están fijos sobre él.

Mira muy intensamente.

Es la única descripción —tan básica como sea— que se le ocurre. No ven, miran. Registran cada detalle.

Katsuki lleva tiempo notándolo, sería de idiotas no hacerlo.

—¿Qué quieres hacer? —pregunta Izuku.

Podrían dormir.

Seguir el ejemplo de Todoroki, que se toma en serio su descanso. Pero todavía no es demasiado tarde y Katsuki se acerca hasta Izuku, que está recargado contra la cabecera de la cama y la pared.

Lo besa al mismo tiempo que intentan acomodarse para estar cómodos los dos y es un fracaso absoluto. Casi se caen y acaban riéndose antes de dejar ir el beso. Izuku acaba poniendo sus piernas por encima de la suyas, casi rodeando su cintura. Le gusta el contacto.

Izuku lo está mirando.

Hay una pregunta en sus ojos. La misma que acaba de hacerle y que el todavía no responde. Sus labios están medio abiertos, esperando una respuesta.

Katsuki alza su mano hasta dejar una de las yemas de sus dedos casi en la barbilla de Izuku.

Traga saliva.

—Sonríe —le pide.

Siempre es malo diciéndoles lo que quiere. No le molesta que el mundo oiga lo mucho que desea ser el héroe número uno, porque sabe que es algo que va a lograr, no importa es esfuerzo sudor y lágrimas que le cueste. No le molesta que el mundo oiga lo mucho que desea derrotar villanos, no le molesta gritarle a sus rivales.

Pero por alguna razón, cuando se trata de Shouto e Izuku, su garganta se traba mucho más. Especialmente su sus rostros están apenas a centímetros. Especialmente con aquella mirada.

Izuku sonríe.

Es una sonrisa que lo deja de rodillas, aunque sea metafóricamente.

Y la mirada.

Carajo.

Le recorre los labios con delicadeza —y tiene que esforzarse para encontrarla dentro de sí, porque no la conoce realmente y debe tomar el ejemplo de Izuku o de Shouto— antes de acercar su rostro y besarlo.

De él mismo, sabe que sus besos son caóticos, desesperados, que los da como si quisiera ahogarse para siempre en ellos.

Empuja a Izuku para atrás. E Izuku, en cambio, al enredar sus manos en la cintura de Katsuki, lo pega más hacia sí.

Las manos de Katsuki terminan en la pared. A pesar de lo mucho que le gustaría recorrer todo el rostro —y la piel— de Izuku con ellas, las mantiene apartadas. Tiene demasiado cuidado cuando se trata de ellas. No toca nada que no debería, especialmente si sabe que puede soltar explosiones involuntarias.

Ha aprendido a confiar más en sí mismo con Shouto y con Izuku. Los abraza. Los agarra por la cintura, deja que las yemas de sus dedos —casi nunca la mano entera— descansen sobre su espalda. Los acerca a sí. Pero en contacto nunca dura demasiado. Siempre está el peligro de la nitroglicerina presente.

Si no puede usar sus manos para aprenderse su rostro, al menos tiene sus labios.

Al final lo librera del beso. Le recorre la mejilla con los labios, se entierra en la curva de su cuello. Deja que sus dientes tracen el borde de una mordida que nunca llega a dar. (Nunca se dejan chupetones donde puedan verse). Pero la tentación es mucha y acaba atrapando entre sus dientes el lóbulo de la oreja de Izuku.

E Izuku suelta un sonido que no le había oído antes.

(Lo ha oído gemir, porque les cuesta —a los tres— mantener las manos y los labios apartados de los demás aunque apenas si sepan lo que están haciendo, pero no de esa manera).

Se separa, vuelve a mirarlo a los ojos.

Joder.

No se merece esa mirada, no se merece cómo brilla, no se merece nada. (Izuku podrá haberlo perdonado una y mil veces, pero él siente que le faltan mil «lo siento» para reamente terminar de disculparse).

—Hazlo de nuevo —le dice Izuku.

Se está inclinando para volver a atraparle el lóbulo de la oreja entre los dientes cuando suena la puerta.

—Ey, ustedes.

Es la voz de Shouto.

Katsuki sonríe, se aparta y se pone en pie.

—Espera —murmura.

Siente la mirada de Izuku sobre su espalda cuando se dirige a la puerta y sólo piensa en que a Shouto —que nunca deja los dientes en paz— le va a encantar lo que acaba de descubrir sobre Izuku.

Signifique lo que significa.

Oh My God They Were Interns [Todobakudeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora