Testimonios escritos en el cuerpo

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As she is beautiful, she's unpredictable
Damned irresistible, is it plausible to hate her
She is my common sense, revels on decadence
But what's the difference, it's impossible to bait her

Miss Impossible, Poets of the Fall

Que toda la clase sepa tiene sus ventajas: Katsuki puede rodearles la cintura con el brazo en cualquier momento y besarlos donde se le dé la gana. También tiene sus desventajas: si tienen audiencia, los chistes de cómo nadie cree que Katsuki sea un ser humano normal y corriente en una relación no se acaba. Otra ventaja es no tenerse que esconder en los baños o en los vestidores. La desventaja es que los demás no dejan de preguntarles cómo es que están juntos y los interroguen sobre todos los aspectos habidos y por haber de su relación. Eso lo agota.

Por eso, en cuanto pueden huir un día libre, piden un permiso para salir. Pasan la mañana en el cine, comen algo y después se alistan para volver a UA. Ahí es cuando ocurre.

Katsuki lo oye porque los dos chicos no hablan lo suficientemente bajo.

«Dios mío, ¿cómo se habrá hecho esas cicatrices? Pobre». «Ey, deja de mirar tan descaradamente». «Sólo digo... Y el otro... Que lastima, es muy guapo, pero... el ojo...»

Y luego ya no oye nada, porque se alejan. Voltea a ver a Izuku y sabe que lo oyó. No está sonriendo. Tampoco tiene una expresión enojada o triste, simplemente tiene los labios apretados. Parece que está evitando tener otra reacción. Su mirada se dirige hasta Shouto y, por el ceño fruncido, adivina que también los escuchó.

—¿Estás bien? —pregunta, dirigiéndose a Izuku. A él el comentario parece habérsele escurrido como si nada.

Izuku asiente de manera distraída.

—Tenemos que volver ya, ¿no? —dice.

—Yo iré a ver a mi madre. —Todoroki suspira—. Volvió al hospital. —Se pasa la mano por el cabello—. Es algo temporal, supongo.

Así que Izuku y Katsuki vuelven solos. No hablan mucho. Katsuki intenta sacarle plática de cualquier cosa —hasta recurriendo a sus conocimientos sobre All-Might—, pero Izuku se mantiene más callado que de costumbre. Pensativo. Es por el estúpido comentario. Usualmente nadie le ve los brazos. Y la gente no suele considerar que tras la fachada de perfección de los héroes se esconden todas las cicatrices de batalla.

Izuku tiene los brazos llenos. Nunca se lo ha dicho, pero en su mente, Katsuki suele compararlas con rayas de tigre. Sus dedos también están llenos de aquellas marcas.

Para él, aquellas cicatrices lo son todo. Sabe que Izuku se hizo una buena parte de ellas la noche que lo secuestraron. Al menos esa noche uno de los dos pudo salvar a alguien. Pero el resto de la gente nunca las ve. Los brazos de Deku siempre están cubiertos por el traje, por los guantes blancos que lleva, para proteger sus brazos.

—¿Quieres hacer algo? —pregunta, cuando llegan al campus—. Podemos esperar a Shouto en tu cuarto —dice—. Y luego jugar a algo.

—Kacchan, no...

—Es el estúpido comentario, ¿no? —espeta Katsuki, incapaz de contenerse más. Se supone que está aprendiendo a dejarle su espacio a la gente, pero con Izuku se le hace de lo más difícil—. Porque también lo oí y es sólo eso, un comentario estúpido.

—No... —Izuku duda—. Bueno. No sé.

—¿En qué carajos piensas? —Se detiene, antes de llegar al edificio de dormitorios—. Porque ese fue el comentario más estúpido que oí en semanas y tengo que oír a Mineta todos los días.

(Bueno, Mineta es peor, pero está dispuesto a muchas cosas para que Izuku sonría un poquito).

—Sólo pensaba en cómo me veía la gente cuando estoy cómo civil —murmuro Izuku—. No todo el mundo me reconoce. Por la máscara, y eso.

—Izuku, fue sólo un comentario idiota.

—De todos modos...

Sí, sí, se recuerda, no puede dictar el impacto que las palabras de alguien tienen sobre otra persona. Puede que a Katsuki todo lo que opinen sobre él le rebote, pero Izuku no es igual a él. (Y muy en el fondo, si le importa la opinión de unas cuantas personas).

Así que Katsuki gruñe. Le frustra haber oído ese comentario, que Izuku le haya oído. Peor, que a Izuku le haya importado.

—Fue sólo un comentario estúpido. No sabían quién eres —dice. No tenían por qué saberlo tampoco, pero Izuku lleva ganando popularidad desde que entró a la UA gracias a todos los problemas en los que se ha metido y a los torneos deportivos—. Además, ¿qué chingados importa cómo te veas cuando le salvas a alguien la vida o cuando le ganas a algún villano?

Izuku no contesta.

—Vamos —le dice, extendiéndole la mano—. No quiero que nos rodee una bola de idiotas y nos pregunte por cada detalle del día de hoy. —Izuku toma su mano—. Ya sé que la autoestima de mierda que a veces te reflota te la causé yo, pero...

—Kacchan, no...

—Es cierto. —Puede que ya casi no se le asome, que Izuku sea mucho más seguro en todos los sentidos, pero no hay duda de que muy en el fondo, hay un pedacito que sigue enterrado dentro de él—. Y lo sabes.

—Kacchan...

La mirada de Izuku es triste. Katsuki la odia, porque está acostumbrado a otros ojos: a unos que brillan con admiración, con felicidad, con todos los estúpidos sentimientos positivos del planeta.

—No tiene por qué importarte lo que digan un par de desconocidos sobre ti en ropa de civil —gruñe Katsuki. Están subiendo las escaleras rumbo al primer piso, donde está la habitación de Izuku, esa que parece puesto de una convención dedicada a All-Might—. Ni de nadie, en realidad. Pero si te va a importar la de alguien... —Llegan hasta la puerta de Izuku y Katsuki la abre. Lo deja pasar primero y luego cierra la puerta tras él—. Que sea la de aquellos que te quieren.

»Y a mí —baja la mirada— me da igual cómo se vean tus brazos. ¿Cuántas de ellas te las has hecho intentando salvar mi trasero de algún problema?

No hay respuesta.

—Izuku...

—Te quiero —dice, de repente, interrumpiéndolo. Katsuki lo mira y ahí está, de nuevo, esa mirada por la que es capaz de todo.

Lleva años —literalmente— ganándose el perdón que Izuku le concedió cuando empezaron esa relación. Pudo no habérselo dado nunca. Pero ahí están. Y Katsuki, a veces, todavía está intentando arreglar las consecuencias de todos los años que le dijo «Deku» con el mayor desprecio que pudo.

Se acerca. Le pone las manos sobre la cadera y lo acerca hacia sí. Se inclina para besarlo.

—Deku —murmura—, eres capaz de resignificar todo. —Lo dice ya contra la curva de su cuello besándolo—. Ese nombre. Deku. Hazlo con las cicatrices si te molestan. —Sus manos están intentando quitarle la playera que trae puesta e Izuku se lo concede, levantando los brazos. Las cicatrices de los brazos se juntan con las del pecho. Katsuki las recorre con la mirada primero.

Y luego con los dedos. Los bordes, lentamente, con delicadeza.

—Kacchan...

—¿Qué, nerd?

—¿Así las ves? ¿Cómo el testimonio de todas las veces que te he salvado el trasero?

Katsuki se encoge de hombros y sigue recorriéndolas.

—Y a otros —añade.

—Gracias. —Izuku sonríe.

Esa sonrisa y esa mirada. Cuando toda la atención de Izuku está sobre él, le cuesta trabajo siempre dejar de verlo a los ojos o concentrarse en algo más. Especialmente cuando lo tiene sin camiseta enfrente de él. Pero vuelve a enterrar sus labios en la curva de su cuello y luego algo —un impulso— lo lleva hasta las cicatrices que Izuku tiene en el pecho y acaba dejándose caer de rodillas hasta llegar al vientre.

Ahora sí, es literal: los ojos de Izuku lo dejaron de rodillas.

Oh My God They Were Interns [Todobakudeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora