Capítulo 1

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"¿estás segura que es acá?" pregunté una vez más a mi mamá. Ella había dicho que íbamos a parar en un hotel en lo que esperábamos a que la casa estuviera lista para que nos instalemos. Pero en vez de un hotel había una cabaña, está bien, era una gran cabaña, pero definitivamente no era un hotel. Estaba todo hecho de madera, y me imaginaba que dentro habría un enorme fuego prendido en la chimenea. ¿No es así como viven las personas que habitan en zonas de nieve? Yo era una de esas personas. Mi mamá y mi papá se separaron poco más de dos años atrás, y ahora este tenía una nueva novia. Mi mamá no pudo soportar la idea. Así que decidió mudarse. Cuando me contó la idea de irme a vivir a otra ciudad, diferente de Dallas, en la cual viví toda mi vida, me encantó. Ahora...no estaba tan segura. Yo había pensado que iba a elegir, Nueva Orleans, o tal vez algún pueblo pequeño de Florida. Pero en vez de eso, eligió la zona de los grandes lagos, de ahí, una isla pequeña, en la que solo vivían tres mil habitantes. Era como...una milésima parte de Dallas. ¡Todo el mundo tenía que conocer a todo el mundo!

"es acá _________" me volvió a asegurar mi mamá, mientras cambiaba la vista de la dirección que había escrito en un post it amarillo, y el número tallado al costado de la puerta principal de la cabaña "vamos que acá hace frío" alentó tomando su maleta. Cuando una piensa en frío se imagina el cielo encapotado, viento fresco soplando, y una chaqueta abrigada. Esto no era frío o bueno, si era frío, frío a la quinta potencia. Tenía puestas cinco capaz de ropa, un gorro de lana, bufanda y guantes, y aun así no podía sentir ni mis dedos del pie, ni mi rostro. Era simplemente inhumana esa situación, debería hacer como -20°C. Lo juro. No exagero. Caminé con mamá hasta la puerta del "hotel", aun no creo que a eso se le pueda llamar hotel. Ella golpeó la madera, y enseguida apareció una mujer con una enorme sonrisa, sus facciones reflejaban que no era de por aquí, latina tal vez. No me importaba solo quería entrar y acurrucarme al lado del fuego.

"tú debes ser Kate Woods" Adivinó la señora con un poco de acento y señalando a mi mamá. "y tú _______" volvió a adivinar esta vez señalándome a mí. "pasen, pasen que deben estar heladas" adivinó una vez más. Estaba completamente helada. Cargué el equipaje y detrás de mamé crucé la puerta al interior de la cabaña. El lugar era amplio, había un sofá grande, varias sillas mecedoras, una mesa ratona en el centro y varios almohadones desparramados en frente del hogar a leña que estaba prendido. "esos almohadones y yo nos vamos a llevar bien" pensé para mí misma. Aun no superaba la temperatura de la pequeña isla. En Dallas nunca nieva, y las pocas veces que ha pasado, salió en todas las noticias locales como si fuera un acontecimiento de increíble relevancia.

"tú debes ser Clemencia Cortés" acertó mi mamá saludando a la mujer. Ella asintió con la cabeza, mientras mantenía la misma sonrisa. Ya me empezaba a acostumbrar, y podía decir que hasta parecía una linda sonrisa.

"ya les tengo preparadas sus habitaciones" nos avisó la mujer. ¡Genial! quería llegar, y sacarme por lo menos la mitad de capas de ropa que tenía puesta. Estaba tan abrigada que parecía el muñeco de Michelin. "¿quieren pasar a dejar el equipaje y acondicionarse?" nos preguntó. Sí, eso era definitivamente lo que quería hacer. Mi mamá me miró, como dejando que yo decidiera. Asentí levemente con mi cabeza esbozando una sonrisa. "por acá" nos indicó la señora, comenzando a dirigirse por las escaleras de madera que también daban a la sala.

Subimos el primer tramo, y pude ver que había un pasillo con aproximadamente tres puertas. Subimos el segundo y apareció otro pasillo, solo que este tenía dos puertas. Avanzamos, hasta que nos indicó cual era la de cada una. Eran lindas, cómodas, parecían más una habitación de una casa que una habitación de hotel. Tenía la cama, una mesa de noche con una simpática lámpara en color rosa, unos estantes amurados a la pared que ofrecían una pequeña colección de libros, y un placar también pequeño. Dejé mi equipaje tirado en el suelo, y caminé hasta la ventana. Mi habitación tenía una vista hermosa, daba a un lago, que por ser pleno invierno estaba completamente congelado. Había un grupo de chicos jugando Hockey. Los observé un momento hasta que me di cuenta ¡¡estaban sin camiseta!! ¿Cómo no estaban muriendo congelados? Imposible de explicar. Créanme, imposible. Me quité las dos chaquetas que tenía puestas, el sweater de lana que me había regalado la abuela para navidad, y quedé en un buso manga larga. Me quité las botas, las medias que estaban húmedas, y me las cambié por un par nuevo, y después me puse mis pantuflas de conejitos. Saqué mi celular de la valija de mano y marqué a mi mejor amiga. Clara.

Corazón Nevado (Juan Pablo Villamil)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora