Capítulo 11

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Parecía ser que Juan Pablo tenía razón, porque todas las personas que estaban caminando por la calle como nosotros, comenzaron a correr. Los diferentes negocios prácticamente echaron a la gente para poder cerrar y conseguir llegar a sus casas antes de que la tormenta de nieve realmente se desatara. La realidad era que me estaba empezando a asustar. Nunca había estado en una antes...y por la reacción de todos, parecía ser...intenso.

Doblamos en una de las esquinas de la avenida. Juan me llevaba de la mano casi arrastrándome hasta que paró en una pequeña cabaña. Era casi como la suya, solo que se podía ver que el tamaño era menor. Abril la cerca de madera del frente y me hizo caminar hasta la puerta principal. Golpeó dos veces hasta que apareció una mujer en sus...setenta. Esta era flaquita, toda chiquitita, de cabello cano y una sonrisa que destellaba bondad.

"Juan, pasa, pasa que esta tormenta va a venir muy fuerte" así que ya se conocían.

"por favor abuela Marie, dime que te quedan habitaciones" ¿era su abuela? Extraño. No me había dicho nada de eso...no es que tuviera que tampoco.

"me queda una sola, pero tiene una cama grande" aclaró el final de la frase mirándome a mí. De pronto Juan giró su rostro y también me miro a mí. ¿Qué se suponía que hiciera?

"¿la tomamos? Podemos ir a otro lado si te sientes incomoda..."

"no, nos arreglamos, además no me parece lógico salir si va a haber una tormenta" era verdad. No me había puesto a pensar tanto en el impacto que podía tener dormir con él...en la misma habitación...en la misma cama...otra vez. Estaba más bien preocupada por la situación climática. Para ser más exactos, estaba a-s-u-s-t-a-d-a.

"vengan, los acompaño"

"gracias abue Marie"

Subimos la escalera. Había un pasillo con cuatro puertas. Caminamos hasta la del fondo, a la izquierda. Ahí la señora nos abrió dejando al descubierto un acogedor dormitorio. Tenía una linda alfombra en color rojo oscuro, la cama grande, una mesa de noche a cada lado, un placard y una puerta al baño.

"acá les dejo la llave, acomódense tranquilos"

"gracias" dije dándole una sonrisa a la mujer. Parecía encantadora. Y la verdad que le debía una por haberme refugiado de la tormenta. Ella salió del cuarto cerrando la puerta detrás de ella.

"voy a llamar a mi mamá para avisarle que todo está bien" por suerte uno de los dos, todavía parecía ser capaz de pensar.

"¿podrías decirle que le avise a mi mamá que estoy bien? Se que si la llamo no va a parar de hablar" iba a estar aterrada hablándome por teléfono una hora, asegurándose de que seguía viva y no había muerto congelada o por una avalancha.

"no te preocupes" y una de sus perfectas sonrisas apareció. En el momento indicado. Realmente la necesitaba.

"gracias" dije devolviéndosela. Fui hasta el baño donde me até el pelo en una coleta. Me saqué el enorme abrigo que tenía puesto y quedé solo con el sweater. En las piernas tenía el pantalón, y los pies seguían cubiertos por un par de botas, que también decidí sacarme. Después volví.

"estoy donde la abuela Marie, no va a haber problema, mañana cuando se haya calmado volvemos" le dijo en español. Hablemos de lo sexy que se le escucha su idioma natal, incluso en esta precaria situación. "te lo prometo má. Un beso"

"¿todo bien?" le pregunté

"ya les avisé, les dije que no tienen nada de qué preocuparse. Estamos bien acá" si, lo estábamos. O eso creía. El cielo fue azotado por otro terriblemente fuerte sonido. Las persianas de maderas que estaban cerradas comenzaron a agitarse con bronca y el viento hacia un aullido que era digno de una película de terror.

Corazón Nevado (Juan Pablo Villamil)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora