Capítulo 4

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Eran las diez cuando llegué a la puerta de la que iba a ser mi nueva casa. Mamá ya me estaba esperando parada en la entrada.

"¿Qué tal estuvo el recorrido?" preguntó mientras abría la puerta.

"bien. Me gusta la isla" esa era una realidad. El lugar era pequeño, está bien, muy pequeño, pero tenía su encanto. La única cosa horrible era el frio. Era demasiado frio. Y tenía mucha nieve. Y aún peor, mucho hielo.

"¿lista para ver nuestra nueva casa?"

"lista" respondí entrando a la casa seguida por mamá. Era gigantesca. Tenía dos pisos. En la planta baja estaba la sala, la cual tenía una enorme chimenea para prender leña. También estaba la cocina, el comedor, un baño y una habitación en la cual probablemente mamá montará un estudio. La segunda planta tenía tres dormitorios, cada uno con su respectivo baño y una amplia habitación vacía, que esperaba pudiera usar para alejarme del mundo cuando tuviera ganas. Mi dormitorio era hermoso. HERMOSO. Era amplio. Tenía un balcón que daba al lago en el que la isla estaba ubicada. Había un enorme placard y una aún más grande biblioteca que cubría toda una pared. Me encantaba. Ya quería tener tiempo para ordenar todos mis muebles y darle mi propio toque a todo. No quería dejarlo igual que el que tenía en Dallas. Nueva ciudad. Nueva vida. Nueva decoración.

"está muy linda" comentó mamá cuando nos dirigíamos de nuevo para el hotel.

"si, me encanta mi habitación" dije emocionada.

"me alegro mucho" lo decía enserio "¿ya conociste amigos?"

"de hecho si, conocí a una chica, Lola" expliqué "sus papás son los dueños del duende azul, la casa de chocolates"

"si, la conozco, hoy en la tarde tengo una reunión con su papá, ellos van a proveer el chocolate para mi negocio"

"¿enserio?" pregunté curiosa. Me tenía que acostumbrar a que todos se relacionaran con todos. La isla era mínima.

"enserio" sonrió mamá. "¿quieres quedarnos al lado del fuego jugando scrabbel o Monopoly cuando lleguemos?" me hubiera gustado. Esos momentos que pasaba con mamá siempre hablábamos de cosas importantes. Me enseñaba un poco más de la vida. Pero no podía. Tenía que salir. ¡con Juan Pablo!

"me gustaría, pero el hijo de Clemencia me invitó a ir con él y otros chicos al lago de enfrente del hotel"

"¡qué bueno!" exclamó mamá. Sabía que estaba aterrada de que tal vez no hiciera ningún amigo. "fue muy lindo de parte de Juan Pablo" Así que sabía su nombre. Que se acostumbrara, era su futuro yerno. Okay...yo no dije eso.

"si lo fue" coincidí cuando entramos al hotel. El fuego estaba todavía encendido. Y había una pareja de ancianos sentados en dos mecedoras. Eran los únicos otros huéspedes junto con mi mamá y yo. Clemencia nos había explicado que durante el invierno todos los negocios de turismo prácticamente morían. Incluso durante unas semanas, en enero, la isla quedaba incomunicada de tierra firme, ya que el lago se congelaba en algunas partes. Sip. Encerrada y sin salida.

Saludé con la mano y después me dirigí a mi habitación. Tenía que cambiarme. No era posible usar nada demasiado estético con ese clima. Es decir, nadie se ve atractivo en múltiples capas de ropa que lo hacen tan redondo como un muñeco de nieve. Me puse dos camisetas de manga larga. Un sweater gris que mamá me había regalado para que usara en la isla. Una chaquetita más bien finita y arriba del todo un abrigo color rosa con piel en la capucha. Era tierna. En las piernas un pantalón y los pies estaban cubiertos por dos pares de medias de lana y botas. Y aun sabía que no era suficiente. Me peinaba el cabello cuando sentí dos golpes en la puerta. ¿Qué querría mama?

Corazón Nevado (Juan Pablo Villamil)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora