Mayte manejó a toda velocidad esas pocas cuadras, al llegar a su casa bajó de inmediato, gracias al cielo allí se encontraba ella. Su negrita intentando ver porque su coche no encendía.
-¡Maldición! - golpeó una de las ruedas.
-¿Necesitas ayuda? - preguntó aquella voz detrás suyo.
Rápidamente la morocha volteó, quedando de frente a la rubia - yo...
Estaban demasiado cerca. Ambas pensaban en hacer lo mismo, pero ambas temían la reacción de la otra.
-No, gracias - volteó - ya me iba.
-Pues déjame decirte que muy lejos no llegarás - se cruzó de brazos observando como salía humo del coche.
Fernada solo la observó, cerró el capote y sacó sus cosas del coche.
-Pues me voy en un taxi - miraba hacia la calle.
-Es tarde - suspiró - además querias hablar conmigo. Aquí me tienes.
-No era nada importante. Estabas muy ocupada se ve - dijo claramente celosa.
-Si, lo estaba - dijo sin más - pero lo dejé todo por hablar contigo.
-Mayte, dejemos las cosas como están.
-¿Y cómo estan acaso? - la miró desafiante - dijiste que no fue nada pero siento tus nervios cada vez que me acerco.
La rubia se fue acercando hasta que la espalda de la morena tocó el coche.
-Atrevete a decirme que no sientes nada - comenzó a dejar caricias por sus piernas y besos por su cuello.
-May... - respiraba con dificultad - esto no está bien.
-¿Y quién lo dice? Si nadie lo sabe - sin más la besó con pasión y amor a la vez.
Fernanda correspondió el besó, sus manos se encontraban en las nalgas de la rubia, apretandola más a su cuerpo - vamos dentro.
Sin pensarlo dos veces, Mayte enlazo sus manos y la guió hacia el interior de la casa.
-Te amo María Fernanda - dijo sonriendo mientras la recostaba en la cama.
-Y yo a ti - acomodó un cabello detrás de su oreja - te amo María Teresa.
Entre besos y caricias, estando ambas lúcidas, se amaron. Se amaron con locura, con amor, tomándose el tiempo de disfrutar cada sensación.
Al otro día
-Bueno días hermosa - la rubia entraba con una charola repleta de manjares.
-Buenos días - se cubrió con las sabanas apenada por su desnudez.
Mayte dejó la charola sobre la mesa de noche y se subió sobre la morocha - no te cubras - besaba su cuello.
-Se va a enfriar el desayuno - la beso tiernamente - y tengo hambre.
-Yo también - dijo acariciando su intimidad.
-May... - suspiró pesadamente.
En ese instante el celular de Mayte comenzó a sonar. Era isabel.
-Hermana estoy yendo para tu casa, en cinco minutos llego - le avisó.
Mayte odiaba que ella siempre hiciera lo mismo, peor aún, a veces hasta entraba sin avisar.
-Esta bien gordita - suspiró y colgó - Isabel viene para acá.
-¡¿Isabel?! - se levantó rápido.
-¡Ay no! - hizo pucherito - no le abramos.
Fernanda sintió ternura y se acercó a besarla - no es necesario abrirle, tiene llave.
Apresuradamente, entre besos, se cambiaron y acomodaron todo. Bajaron y esperaron a que Isabel llegara.
-Sientate aquí - dijo Mayte golpeando su regazo.
-May... - rodó los ojos - que no hay tiempo.
-Solo quería un beso - se cruzó de brazos ofendida.
-Esta bien - se sentó sobre sus piernas y la besó lentamente - ya esta.
-Otro - hizo pucherito.
La mano de Mayte comenzó a viajar por las curvas de la morocha, intensificando el beso. Se perdieron en el momento, tanto que ninguna oyó el timbre. Lo próximo que sí escucharon fue la puerta principal abriéndose.