En alta mar (2)

5.5K 597 217
                                    

Continuación de la saga


—Tribijiris piri mí. Ti mindirí i lis tibirinis si ni mi ibidicis. Ti dirmirís in... Mimimimimimi¡IMBÉCIL!

Tu murmullo constante y enojado solamente era eclipsado por el ruido que generabas al limpiar los platos. Acumulados en varias piletas que amenazaban contra los órdenes establecidos de equilibrio, los hombres del arrogante, autoritario, insoportable y siempre gritando capitán Bakugō te dejaron la vajilla amontonada tras hartarse a comer como si no hubieran comido en semanas.

Los marineros hambrientos tenían un buen estómago. De eso no cabía dudas después de verlos devorar con ansia los alimentos que tenían almacenados en sus bodegas, quejarse de comer cada día pescado que atrapaban en sus redes y quedarse profundamente dormidos sobre la cubierta, con los estómagos llenos y el sueño acechándoles mientras hacían la digestión.

A ti se te hacía imposible comer tanto si luego no querías echarlo por la borda y alimentar a los peces con el contenido sin digerir de tu estómago... Así que te abastecías con raciones que eliminaban tu apetito y te permitían recuperar fuerzas.

No obstante, en cuanto terminabas de comer te tocaba limpiar el desastre que los chicos provocaban...

—Vamos, (Nombre). ¡Esto no es tan malo!

Recibiste una palmada amistosa en la espalda que a tu parecer fue demasiado fuerte ante el crujido de tus vértebras... Pero tu compañero de cubículo siempre estaba de buen humor y tenía las energías suficientes como para animarte a ti también.

Le diste una mirada escéptica, con las cejas alzadas y la boca torcida para contrariarle. Después, señalaste con el cucharón de madera en tu mano otro montón de platos sucios que acabo por derrumbarse ante el sube y baja del oleaje azotando el barco.

El solo vaivén te producía náuseas al estar en la parte inferior de la nave, donde el agua golpeaba con más fuerza.

—¿Cómo puedes estar feliz aquí encerrado? —le replicaste de vuelta— Aquí apenas hay luz ni ventilación... y ni hablar de las condiciones para cocinar.

Satō se encogió de hombros, como si aquello no le importase.

—Es cuanto tengo para alimentar a mis camaradas, (Nombre). Al menos este barco cuenta con una cocina decente, pues he estado en otros barcos en los que no quisieras saber sus condiciones insalubres para todo.

—Pruébame —mascullaste, frotando un cuenco con tropezones y restos de pescado— No creo que sea peor que arrancar mugre de platos usados.

El marinero se limpió las manos en la camisa amarilla que portaba, volteándose hacia ti para conversar, aunque tú le estabas dando la espalda para fregar.

—Perdona mi vocabulario, pero... No creo que hayas visto el interior de un barco donde se cocine, duerme y cague en el mismo lugar.

Soltaste de inmediato los utensilios en tus manos, ampliando tus ojos con pavor. Lenta, muy lentamente, te giraste robóticamente hacia Sato con el rostro tan pálido como la camisa que te prestaron.

—Eso es asqueroso —dijiste con perceptible angustia y soportando una arcada de asco.

—Lo sé —te sorprendió que sonriera conforme frotaba sus manos y se dirigía hacia otra pila de platos sucios para enfangarse con ellos— El capitán hizo un buen trabajo remodelando el barco para que pudiera tener mi espacio —añadió y no pudiste evitar prestar atención ante la nueva información— Cada vez que nos detenemos en algún puerto él se encarga de los gastos de las reparaciones y llenar la despensa de comida para un nuevo viaje.

Escenarios Katsuki BakugouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora