El día estaba hermoso, el sol iluminaba cada rincón de la gran habitación del hotel, afuera los preciosos canarios amarillos entonaban un canto que hipnotizaba a cualquiera. La hora del desayuno ya había pasado y Nikolai no se había presentado en ningún momento, no me molesto para nada que no haya desayunado conmigo porque él tenia trabajo por terminar y según me dijo ayer, quería que se haga con la mas y mejor eficacia posible .
Después de darme un baño rápido, vuelvo a salir del hotel para poder seguir recordando París. Nada ha cambiado, las calles atestadas de personas sobre la Rue de Rivoli eran ya comunes, las colas y colas de personas esperando para entrar al Louvre eran, con solo verlas, agotadoras. Yo misma había echo esas filas solo para poder entrar y estar menos de una hora y observar las preciosas muestras de arte anterior al impresionismo, las pinturas de Leonardo Da Vinci, Jan van Eyck, Vermeer, o mi favorita de todos los tiempos de Delacroix, La Libertad guiando al pueblo. Pasaba horas enteras mirando esa descomunal obra de arte. Mis pensamientos me guían a casi dos años de terminar mi carrera, una Mila con anteojos cuadrados negros y gigantes, casi tapando toda la cara, anotando todo lo que señala en el museo para un examen, recogiendo la historia que el Louvre tiene por cada rincón. Recordaba cómo había hecho mis prácticas de guía dentro del museo, con solo 20 años y recuerdo como casi mancho mi ropa interior del miedo, había vomitado 30 minutos de recibir a los visitantes. Todo eso lo recordaba con una alegría melancólica, había pasado por mucho antes de estar en donde estoy, prestamos, becas, decepciones y odio, antes de estar en el alto y yo me sentía malditamente orgullosa de mi misma.
Mi iPhone suena en una llamada y el nombre de mi caliente jefe resplandece en la pantalla.
- Bonjour Monsieur - contesto en francés.
Una maldición y un jadeo me respondió, me río en voz baja.
—Haz echo que este incomodo en mis propios pantalones —maldice nuevamente.
—Me alegra ser la causante de eso —me sincero.
Nikolai suspira - ¿Dónde estás?
—Sobre la Rue de Rivoli —tomo un trago de vino -¿Quieres acompañarme? Estoy comiendo algo y me aburro.
-¿Me invitas solo porque estas aburrida? —Quiere sonar ofendido, pero fracasa enormemente cuando suelta una risa.
—Siempre puedo buscar a alguien más —lo pincho, y funciona porque en menos de 10 minutos esta a mi lado comiendo queso y uvas mientras observamos a los kilómetros de turistas caminando por las calles.
—Trabajaste en el Louvre —no es una pregunta así que lo miro tranquilo mientras tomo otro poco de vino.
—Alguien hizo su tarea —digo sarcástica.
Sus movimientos se paran abruptamente y me observan con cautela antes de responder.
-No estas molesta, ¿verdad?
Guardo un momento silencio, solo mirándolo a los ojos y luego me encojo de hombros: - No. Esta en mi currículum, tonto —comienzo a reírme de su cara de espanto. Sus ojos siguen mi cara y la grabada, sonriendo mínimamente niega con la cabeza.
—Dios, eres imposible.
—Me lo han dicho mucho, cariño —le doy la razón. —Pero me complace saber que tienes bien claro que no tienes permitido volver a meterte en mi vida privada.
Una sonrisa picara se expande por todo su precioso y bien proporcionado rostro, y mi encuentro mirándolo con atención y deseo. Su mandíbula perfectamente definida, sus pómulos rellenos y sus carnosos labios me invitan a lanzarme sobre él en cualquier momento. Su mano se posa en mi pierna desnuda y sube casi al borde de mi vestido blanco, queda ahí hasta que Nikolai se lame el labio inferior tan lento que casi hace que tenga un orgasmo sobre la silla.
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Nunca nada
JugendliteraturNikolai Solovióv nunca esperaba nada de sus amantes. Nunca esperaba una relación, nunca esperaba sentimientos y sobre todo nunca esperaba amor. Su alma era libre de compromisos serios y así esperaba a que se quedara, hasta que llego ella. Cuando Mil...