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Entramos al departamento y subí a la habitación para dejar mi mochila, sólo tomé mi celular y bajé de nuevo, el señor Ackerman estaba tumbado en el sofá, se notaba un poco cansado, él se dio cuenta de mi presencia y se acomodó quedando frente a mí.
—Hoy estoy muy cansado para ayudarte a hacer la cena...
Amablemente le interrumpí.
—No se preocupe, señor —desvié la mirada a otro lado—. Yo puedo prepararla.
—Pediré que nos traigan algo, tú vete a bañar, das asco.
Abrí los ojos con sorpresa, me sentí apenada y con mucha vergüenza por el comentario que acababa de hacer, así que corrí rápidamente hacia las escaleras para subir a la habitación.
Tomé un conjunto para dormir y lo dejé sobre la cama. Después me adentré al baño y cerré la puerta a mis espaldas.
Me quité la ropa sucia que traía y la coloqué en un pequeño cesto que el señor Ackerman me había dado. Abrí la llave de aquella regadera dejando que mojara el piso, no usaría la tina ya que no quería pasar mucho tiempo en la ducha y hacerlo esperar para cenar. Templé el agua y me metí debajo de ella haciendo que cayera desde mi cabeza hasta mis pies mojando todo a su paso. Estaba así durante unos minutos, dejando que sólo el agua recorriera mi cuerpo, me sentí tranquila y relajada hasta que aquel sonido volvió a mis recuerdos.
La temperatura volvió a subir a mis mejillas y bajó hasta mi intimidad.
Miré mis dedos temblorosos, mis mejillas se sentían calientes y un leve cosquilleo recorría mi interior, con la punta de mis dedos rozaba mi piel mojada, desde mi cuello, bajando hacia mis pechos masajeándolos para luego continuar bajando mis manos por mi abdomen hasta llegar a mi intimidad. Lo haría por primera vez.
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