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Me puse mi traje de baño de dos piezas color negro y encima el pareo color negro de tela traslúcida, me coloqué las sandalias y tomé mi bolso para salir de la recámara con dirección a la sala de estar.
Como Rivaille aún no estaba listo me puse a revisar que todo lo necesario estuviera dentro de mi bolso. Mi cámara fotográfica, bloqueador solar, lentes negros, celular, dinero, todo estaba ahí.
—¿Puedes guardar mi celular en tu bolso? —Preguntó dirigiéndose a mí.
Asentí y me entregó su móvil para guardarlo junto al mío.
—Vamos.
Me hizo una seña con la cabeza y salimos de la habitación hasta el ascensor.
Minutos después ya estábamos caminando por la zona de descanso del hotel. Había una piscina amplia y a su alrededor habían muchas sobrillas y personas recostadas sobre sillas de playa, otros más estaban disfrutando del agua de la piscina.
Nosotros, por nuestra parte preferimos estar a la orilla del mar, Rivaille le pidió a los empleados del hotel que colocaran una sombrilla y dos sillas reposeras sobre la arena.
La vista, sin duda era hermosa.
Nos sentamos sobre las sillas y dejé mi bolso a un lado y tomé la cámara para encenderla y seguir con mi trabajo de fotógrafa.
—¿No te cansas de tomar fotografías? —Preguntó recostándose en la reposadera.
—No, me gusta captar los momentos ya que todo lo demás puede cambiar o puede terminarse... Pero en las fotografías no, en ellas el tiempo se congela y se mantiene así, mantiene los momentos, los sentimientos, las emociones, las vivencias y los recuerdos. Gracias a ellas podemos recordar como nos sentimos en cierto tiempo —lo miré—. De cierta manera es melancólico pero te hace feliz pues representan algo o simplemente te hacen sentir. Deberías apreciar más el arte de la fotografía.
Sonreí dejando la cámara sobre la reposadera y me quité el pareo y las sandalias para dirigirme a la orilla del mar.
Dejando todo el mundo de lado, dirigí mi vista hacia mis pies, el agua rosaba con mis dedos inundando mi ser de tranquilidad.