¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Inconscientemente alejé a Rivaille empujándolo hacia atrás y en un abrir y cerrar de ojos yo ya estaba de pie a un costado del escritorio mientras miraba hacia otro lado evitando cualquier mirada acusadora. Mi rostro estaba rojo de la vergüenza, no podía evitar sentirme abochornada por la situación. Volteé a ver a Rivaille que tenía la cabeza gacha y sobaba su frente con una mano mientras que con la otra trataba de cubrir disimuladamente el bulto en su entrepierna.
—Levi... ¿Qué está pasando? —Arqueó una ceja mientras se cruzaba de brazos.
—Mamá, no es lo que piensas...
Quería echarme a reír después de ver la cara de incredulidad de la señora Kuchel, ¿realmente le había dicho eso? Era obvio que sí era lo que ella estaba pensando. Rivaille sin dudas parecía un adolescente.
Negué levemente y recargué mis manos sobre ambos costados de mi cadera mientras me daba por vencida. Nos había pillado y debíamos afrontar las consecuencias.
—¿Puede alguno de los dos explicarme qué estaban haciendo?
—Señora, nosotros...
Levantó una mano en señal de que parara de hablar así que obedecí su orden y guardé silencio.
—Sé exactamente lo que los jóvenes con las hormonas alborotadas como ustedes hacen. Sólo les voy a pedir una cosa —nos miró a los dos—. Si van a hacer sus cosas aquí, procuren hacerlo después de la media noche o mínimo tengan la decencia de cerrar la puerta con llave. Levi, ¿te imaginas que tu padre haya sido el que los atrapara? —Rió un poco—. Bueno, les iba a decir que si tenían hambre para traerles algunos bocadillos pero creo que no es necesario —nos guiñó el ojo—. Tómense su tiempo chicos... Levi, por favor, la puerta. Hasta mañana.
Dijo y sin más salió dejándonos a ambos con la vergüenza a tope. No sabía si reír o molestarme por lo que acababa de decir. Miré de reojo hacia donde estaba Rivaille que se encontraba atónito con los ojos bien abiertos y sus mejillas totalmente rojas. Un par de segundos después se percató de que lo estaba observando y desvió su mirada al lado contrario de donde yo estaba. Sin dudar comencé a reír.