Kara Zor-el, comandante de unas de las legiónes más temidas del imperio romano. Hábil en combate, feroz, poseedora de una Inteligencia y habilidad estratégica igualada a marco Antonio y Julio Cesar, ha conseguido un lugar privilegiado entre las fila...
Soy kara Zor-el, hija del más grande general en la historia romana, Zor-el poseedor del título de cónsul entre los nobles, que sólo está por debajo del mismo Cesar, amado por muchos, temido por otros. Por mucho tiempo fui la oveja negra de la familia, una paria, una mancha que varios quisieron borrar y que nunca pudieron, sólo por nacer diferente, algunos me ven como un monstruo y otros como una divinidad, un obsequio de Venus, por la belleza que mi persona posee...en tanto la otra parte...me profesan un monstruo, una máquina acreedora de muerte y destrucción enviada por el mismo padre de la guerra, Marte, por mi fiereza en batalla y por mi corazón impenetrable. Muchos comparan mi habilidad en batalla con el sigilo y paciencia de una pantera en plena caza, así como mi frialdad a la hora de atacar a mis enemigos.
La verdad al final de todas las especulaciones, es que no importa en lo más mínimo lo que piensen de mí, es más, es grato que las memorias de aquellos que hablan de mi persona tengan esa percepción, ya que de ese modo no osarán gestar complots contra mí ni tampoco buscarán meterse en mi camino ni en mi propósito. Mi carácter se ha forjado como el hierro bajo el intenso fuego, a través de luchas, humillaciones, escuelas militares y batallas tan feroces que han visto el ocaso de miles hombres diestros en el arte de la guerra.
Solo unos pocos, un selecto grupo de personas son las que en verdad que me conocen, las únicas que son dignas de mi estima y confianza, mis hermanos Kal-El y Mon-El, con el último compartí mi llegada a este mundo y aunque nacimos el mismo día, fui yo quien dio su primera bocanada de aire en este mundo, solo mayor por sobre él por unos minutos. Aunque esa no es nuestra única diferencia, ya que también somos muy diferentes en personalidad y carácter, en verdad somos como el agua y el aceite.
Mientras que yo soy reservada y poseo una reputación de respeto entre mis hombres y temor entre mis enemigos, conocida como la descendiente de Marte, mi hermano Mon-El es todo lo contrario, es un bufón, amante de las fiestas, el buen vino y de hermosas mujeres, un verdadero hijo de Vaco, profeta de la paz, posee una fama de mujeriego que le ha traído varios problemas y nuestro hermano mayor Kal-El, asi como yo hemos tenido que solucionarlos en su mayoría, es una piedra en la sandalia, un grano de arena en el culo y me trae muchos problemas pero es mi hermano y lo amo como solo Febo y Diana podrían amarse.
Kal-El, el primogénito mayor y heredero de nuestro padre, es por mucho diferente a Mon-El y a mi, es un hombre bendecido por Febos y Venus, cálido, sin temor a mostrar sus sentimientos, honorable, ha sido mi figura paterna debido a que nos lleva diez años de diferencia, fue el único que al lado de mi madre y Mon-el me han defendido, amado y respetado desde mi niñez, jamás me han tratado diferente y siempre han tenido palabras amables para mi. Ahora, a mis 25 años de edad soy comandante de unas de las legiones más temidas y respetadas del imperio romano, muchos no me conocen por mi nombre de pila, más bien por sobrenombre, "la comandante de acero" debido a mis heroicas hazañas y métodos de combate en las guerras con los bárbaros. Pero a pesar de todas las canciones e historias escritas sobre mis victorias, me encuentro aquí, sola, cuestionando mi vida y mis acciones... ¿Será ese mi único propósito en este mundo? ¿Luchar por la expansión del imperio romano y mantener sus fronteras vigentes? ¿A sólo eso puedo aspirar o habrá más que eso?
Presento mis respetos a Marte por la protección brindada en batalla y llevó la mirada al cielo admirando el hermoso atardecer del cual soy testigo... y por primera vez después de muchas primaveras y mis años en esta tierra que me vio nacer para convertirme en lo soy ahora, elevo una oración a Venus, la diosa del amor:
— Venus que todo lo ves y lo oyes, confidente y protectora de los amantes, jamás he dicho y elevado una plegaria en tu nombre, porque sinceramente nunca creí que la necesitase o mereciese, pero aquí, en este lugar que solo se podría decir sagrado, mi humilde alma pide una señal para saber si la misma es merecedora de un amor verdadero o en su defecto abrazar la soledad que la ha acompañado ya hace bastante tiempo. —cierro mis ojos mientras dejo que mi corazón y mi palabras a la diosa para luego volver a abrirlas, para de ese modo seguir deleitándome con la maravillosa vista que muy pocos tienen la dicha de apreciarla—
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P.D: es el primer fic que he escrito en mi vida así que por favor tengan un chiqui de paciencia. Cualquier sugerencia y crítica constructiva es bien recibida para ir mejorando, desde ya muchas gracias 😘.
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