—No puedo levantarlo —dijo Mayte con frustración—. ¿Quieres probar tú?
—Sí. Probaré —Fer tiró con todas sus fuerzas del cierre de la ventana—. Estos edificios viejos se han pintado tantas veces que en ocasiones se han cerrado las ventanas con la pintura —sintió que empezaba a ceder—. Creo que ya sube.
La ventana se abrió unos centímetros y Fernanda tiró de ella el resto del camino.
— ¡Mi heroína! —exclamó Mayte con una sonrisa. Y en sus ojos brillaba algo que calentó el corazón de Fer.
Era terrible. Se sentía treinta centímetros más alta sólo porque había conseguido abrir una ventana.
—No es un viento ártico, pero hace más fresco así —la lluvia había aliviado un tanto el calor intenso. Abajo subía vapor desde el pavimento.
—En casa cuando llueve también hay vapor, pero en México nunca huele a fresco como en Yucatán después de la lluvia —comentó Mayte con un tono de nostalgia. Apartó la colcha y la sábana de arriba y se sentó contra los cojines que adornaban el cabecero—. Por lo menos las sábanas están frescas.
Era evidente que no tenía intención de ir a sentarse en la sala. Y a Fernanda le parecía bien. Se tumbó a lo largo del extremo inferior de la cama con una toalla alrededor del cuerpo. Mayte se había puesto unas bragas negras y un top negro también.
— ¿Echas de menos tu pueblo? —preguntó la morena.
—Algunas cosas. Como el olor después de una lluvia de verano. El sonido de un coche de caballos en los adoquines. El musgo en los troncos de árboles tan viejos y tan grandes que están en los bosques. ¿Has ido alguna vez?
—No, nunca viajé fuera de San Luis; solamente hasta aquí. Y bueno, tampoco he viajado fuera de esta ciudad.
Mayte le acarició la pantorrilla con el pie. A Fernanda le gustaba el modo que tenía de tocarla, como si la necesitara y estuviera en su derecho.
—El ritmo puede volverte loca, pero la ciudad te encantaría.
Fer imaginó a ambas disfrutando de un paseo por el bosque y siendo cubiertas por robles cubiertos de musgo.
—Es evidente que te gusta. ¿Por qué te marchaste?
—Me gusta, pero tenía que irme.
— ¿Tenías o querías?
—Tenía. Necesitaba salir de mi zona de confort, conocer lugares nuevos y cosas nuevas, descubrirme a mí misma.
— ¿Y te has descubierto? —preguntó Fer con curiosidad.
—Creía que sí, pero esta noche me ha confundido. Aunque creo que al fin he descubierto que es un proceso que no se acaba. Cada día trae algo nuevo y diferente, algunos días más que otros... como hoy. Pero sé de cierto que no soy la misma persona que era cuando me marché y eso es bueno.
¿Qué sentía de los cambios de ese día? Después del chasco con Edgardo, ¿querría volver a su casa? Fernanda tenía que preguntarlo.
— ¿Crees que volverás ahora, después de lo que ha pasado con Edgardo?
Mayte negó con la cabeza y la miró con curiosidad.
—En el futuro cercano, no. Me gusta la capital y siempre será mi hogar. Me gusta ir de visita, pero México me ha robado también el corazón. ¿Y tú? ¿Alguna vez has querido vivir en otra parte?
Era fácil hablar con ella y la oscuridad también ayudaba. Fer se descubría contándole cosas que no había contado nunca.
—De niña, cuando pasaba los veranos en San Luis, quería quedarme allí para siempre. Cuando me hice mayor, me di cuenta de que lo que me atraía eran mis abuelos y no el lugar en sí mismo. Cuando me fui de casa y empecé a vivir sola, empecé a apreciar esta ciudad.
—Mis padres tampoco son muy cariñosos —comentó Mayte.
Apenas se tocaban, pero Mayte se sentía más cerca de ella de lo que se había sentido nunca de nadie, Edgardo incluido.
—Pero tú eres cariñosa y extrovertida —comentó—. ¿Cómo lo conseguiste?
—Soy una anomalía —rio ella.
—Yo también he sido siempre la que no encajaba —musitó Fer. Lo había sentido así muchas veces y resultaba liberador poder decirlo.
— ¿Cómo son? —preguntó May.
— ¿Mis padres? — la rubia asintió—. Inteligentes, interesantes, muy cultos. Muy buenos invitados para un cóctel y muy malos padres.
— ¿No tienes hermanos?
—No, soy sola —y lo había sido en todos los aspectos. No habían formado una familia. Su vida había sido muy solitaria hasta que conoció a Edgardo y se hicieron amigos—. ¿Cómo era tener hermanas?
Mayte era una narradora innata. A Fer le gustaba el ritmo y la cadencia de su voz. Su voz sonaba relajante incluso cuando le contaba sus escapadas de la infancia.
—Puede que seas la más joven, pero veo que siempre eras la instigadora —comentó Fernanda.
—Ya te lo he dicho... soy la que no encaja —bostezó.
—Pareces cansada.
—Lo estoy. ¿Qué hora es?
Fer miró su reloj luminoso.
—Casi las doce.
—Es temprano, pero creo que estoy agotada emocionalmente y tanta diversión...
—Duérmete.
—Buena idea.
Habían hecho el amor dos veces, pero aun así, había una intimidad especial en el hecho de compartir la cama con alguien, de bajar la guardia hasta el punto de dormirte...
— ¿Prefieres que me vaya al sofá? —preguntó Fernanda.
—No, quédate conmigo —contestó ella—. Aquí hace más fresco...
—Bien —Fer le pasó un dedo por la línea de la nariz y le dio un beso de buenas noches en la frente—. Duérmete. Yo estaré aquí.
Mayte sonrió.
—Procura dormir también —dijo.
—Lo haré.
Fernanda permaneció tumbada escuchando los ruidos apagados de una ciudad que no dormía nunca, ni siquiera en un apagón, y la cadencia suave de la respiración de Mayte. Le apartó el cabello de la cara, contenta de tocarla mientras todavía podía, poco dispuesta a desperdiciar durmiendo el poco tiempo que pasaría a su lado. Mayte emitió un ruidito de satisfacción.
— ¿Fer?
— ¿Hmh?
—Me alegro de que haya ocurrido esta noche.
—Yo también —repuso ella.
A pesar del calor sofocante, Mayte se acercó más a ella y... qué diablos, las dos estaban sudorosas y pegajosas, así que Fernanda la estrechó contra sí. El muslo de la rubia se deslizó entre los de Fer y apoyó el brazo en la cintura cubierta por la toalla, dejando a su cabeza en el cuello de esta. Mayte le dio un beso en el cuello y Fer se sintió enseguida más enamorada aún de ella.
Algo un poco más relajado y tierno, para calmar el ambiente... 🌸
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Tentaciones...
RomanceEs una adaptación, pero no sé de quién es la historia original... sorry. No nos hacemos cargo de los traumas, lean bajo su responsabilidad.