—Esperaba encontrarte aquí. Está dormida.Fernanda levantó la vista de su taza de café. Su padre había envejecido veinte años en una noche. Hablar con él era siempre más incómodo que hacerlo con un desconocido.
— ¿Quieres un café? —preguntó ella.
— ¿No sería posible conseguir una taza de té?
—Siéntate y veré lo que puedo hacer.
Volvió poco después con una taza de agua, una bolsa de té y azúcar.
—Es lo máximo que he conseguido.
—Gracias —dijo su padre.
Dejó que reposara el té y se produjo un silencio incómodo. Fernanda carraspeó.
—Si mamá está bien y descansando, no volveremos a subir. Explícale que no queríamos despertarla, ¿de acuerdo?
Su padre asintió.
—Se lo diré. Gracias por venir.
—De nada. Me alegro de que me hayas llamado.
Hubo otro silencio. Su padre preparaba su té con movimientos precisos. Un terrón de azúcar que removía dos veces. Levantó la vista y se encontró con los ojos miel.
—Ella quería que vinieras... y yo también.
—Sólo tenías que llamar —quizá fue por el agotamiento o tal vez por el valor para decir cosas a horas intempestivas, pero Fer dijo—: Lo único que siempre he querido era que me quisieran.
Su padre movió la cabeza. Parecía un anciano cansado.
—Me temo que hemos sido unos padres terribles. Siempre he querido tanto a tu madre que no hice sitio para nadie más. Eso estuvo muy mal. Cuando esta noche he creído que podía perderla, me he dado cuenta de lo importantes que son para mí, no sólo ella sino tú también. Las dos. Creo que Mayte tenía razón. Tenemos una hija maravillosa a la que no conocemos.
El frío interior de Fernanda no tenía nada que ver con el aire acondicionado.
—No quiero ser eso que cubre un hueco porque crees que puedes perderla.
—No. No es eso. Tu madre y yo te hemos echado de menos estos últimos años, pero todos hemos cerrado el círculo. No sé si era tu intención, pero tú también nos has apartado de tu vida.
No había nada que decir a eso, así que ella guardó silencio.
Su padre asintió con la cabeza.
—Nos lo merecíamos, lo sé. No podemos cambiar el pasado. El futuro es lo único que tenemos. A tu madre y a mí nos gustaría formar parte de tu vida.
Fernanda había esperado eso toda la vida. Tendría que haber estado exultante. Pero había construido un muro alrededor de sus sentimientos. Cada decepción, cada hora de soledad, había sido como un ladrillo de ese muro. Una oferta de buenas intenciones no podía derribar una pared tan firme. Se frotó el cuello rígido por la tensión.
—No sé.
—Supongo que es justo.
Charles tomó un sorbo de té. La morena terminó su café. Su padre carraspeó.
— ¿Qué hay de Mayte? ¿Está prometida con Edgardo?
Fernanda prefería aquel tema al de la falta de relación con sus padres.
—Hasta esta noche era su prometida. Edgardo acaba de salir del closet.
Su padre parpadeó. Dos veces.
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Tentaciones...
RomanceEs una adaptación, pero no sé de quién es la historia original... sorry. No nos hacemos cargo de los traumas, lean bajo su responsabilidad.