Capítulo 15

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Hacía tanto frío en el ataúd que hacía que las manos vendadas de Ayano se adormecieran desde la punta de los dedos hasta la palma de la mano. 

Lo que empeoró aún más esta situación era que no llevaba puestas sus habituales medias negras, sus delgadas piernas estaban desnudas y eran vulnerables al frio de la ataúd.  

La pelinegra le llevó unos momentos aceptar las circunstancias en las que se encontraba. Las delincuentes debieron haberla enterrado mientras que ella estaba inconsciente. 

Se preguntaba cuánto tiempo pasaría hasta que se quedara sin aire en esta prisión enterrada, y cuándo las alucinaciones entrarían en acción.

— ¡Maldita sea, maldita sea! —exclamo Ayano entre dientes mientras arañaba la parte superior del ataúd. 

No había forma de salir ahí, aún que lo intentará, de seguro estaba cubierta por seis capas de tierra fría y sólida. 

Sería una muerte horrible.

Antes de que Ayano pudiera debatir sobre qué hacer, pudo escuchar un suave gemido que venía a su izquierda. 

La pelinegra saltó un poco sorprendida dándose cuenta que no estaba sola en este ataúd. 

A su izquierda no había otra cosa que la silueta oscura del líder de artes marciales, Budo Masuta quien estaba acostado a su lado con un moretón morado en la frente. 

En su pánico no había reaccionado que Budo estaba allí con ella ni su visión se había ajustado a la oscuridad del ataúd todavía. 

La mente puede hacer tales maravillas cuando entra en completo pánico y que puede arrojar totalmente los cinco sentidos más confiables de una persona.

— ¡Masuta! —exclamó Ayano obligándose a volver a su lado para poder enfrentarlo. Con ambas manos, lo agarró por los hombros para sacudirlo. — ¡Masuta! — llamó Ayano de nuevo.

Al escuchar su nombre en un espacio muy pequeño, los ojos de Budo se abrieron de sorpresa.

— Ah, Aya...

Antes de que Budo pudiera terminar su oración, su cabeza golpeó la parte superior del ataúd cuando intento sentarse. Budo volvió a caer en su posición anterior y miró a la ataúd confundido.

— ¿Q-Qué... dónde...?

Budo se quedó sin palabras cuando su mano toco la parte superior del ataúd nuevamente tratando de descifrar lo que estaba sucediendo aquí.

— Hemos sido... enterrados vivos... por los delincuentes. —respondió Ayano mientras miraba la expresión de sorpresa que se formó en el rostro de Budo.

— No... ¡No, eso no puede ser! —dijo Budo con escalofríos corriendo por su columna vertebral. 

Sus ojos grises miraban alrededor del pequeño ataúd para ver que efectivamente había paredes que los rodeaban con poco espacio. 

Era como una película de terror.

— Masuta... —dijo Ayano en voz baja, ya que pudo ver que tenía dificultades para creer en eso, de manera gentil llevó su mano a un lado de su rostro para girarlo hacia ella.

— ¿Ayano?

Los ojos de Budo habían dejado de explorar la habitación para mirarla.

— Necesitas calmarte... —dijo Ayano mientras su mano se desliza lejos de su rostro. — La ayuda vendrá... así que no tengas miedo... — Ella lo miraba con una expresión tranquila en su rostro, Budo dió un respiró hondo intentando relajarse.

Si no puedo tener a Senpai... [Ayando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora