Capitulo 27

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Vacía y sola.

Esas dos palabras eran lo que definía a Ayano Aishi.

Al menos eso es lo que pensó hasta que un cierto chico entró en su vida.

Budo Masuta; quién irrumpió en su vida y no pudo dejarla sola después.

Al principio, su soledad se vio interrumpida por su presencia, él hablaba con ella, se metía en sus problemas e incluso la regañó un par de veces.

Sin embargo, su compañía lentamente fue aceptada y finalmente le era necesaria. Budo siempre tenía una sonrisa en su rostro, unos ojos cálidos y gentiles que parecían brillar cuando la miraba. Se convirtió en alguien a quien ella necesitaba, alguien que ansiaba.

La pelinegra estaba sentada sola en su nueva habitación.

Cada lado de las paredes era de color blanco y carente de cualquier otro color. La cama en la que estaba sentada era tan blanca como la pared. Todo era tan soso y sin vida tal como se sentía ahora.

— Me pregunto, cuánto tiempo pasará antes de que me vuelva loca en este lugar. —pensó la pelinegra en voz alta mirando las paredes en blanco.

Deseó que al menos hubiera algo de color en ellas.

De repente, Ayano escuchó que la puerta de su habitación se abría. Sus ojos se abrieron ante la puerta abierta la cuál mostraba a una persona no deseada entrando.

— Buenos días Ayano, ¿disfrutaste tu primera noche aquí en el Hospital Mentaru? —preguntó Satoru con una pequeña sonrisa en su rostro.

En su mano tenía una bandeja llena de comida hospitalaria como; cereal, un vaso con jugo de manzana y a un lado había un yogur de fresa.

La pelinegra no le echó ni un vistazo, su mirada bajó a su regazo y sus manos estaban fuertemente presionadas contra sus rodillas.

Ver a su médico a primera hora de la mañana le hizo querer gritar y golpear la pared hasta que sus nudillos se rompieran por completo.

— ¿No eres muy madrugadora? —comentó Satoru notando el silencio de Ayano. Entró por completo en la habitación cerrando la puerta blanca detrás de él.

Satoru caminó hacia la cama de Ayano entregándole la bandeja llena de comida. Sin embargo la pelinegra no se movió de su posición, solo miraba su regazo.

— Deberías de comer, dudo que hayas cenado anoche. —dijo Satoru pasando la bandeja cerca de la nariz de la pelinegra.

El silencio fue la respuesta de Ayano. Podía oler el aroma del cereal de maíz y la dulzura del jugo de manzana, le revolvió el estómago haciéndole agua la boca, pero simplemente no quería darle el gusto a Satoru.

Ayano quería tener al menos algo de control sobre su nueva y forzada vida.

Satoru miró a su paciente con curiosidad. Ayano Aishi era como un rompecabezas que no formaba ninguna imagen cuando se completaba.

Sin ningún color, muy complicada y, sobre todo, difícil de armar.

Más que nada, Satoru quería resolver su rompecabezas, pero primero necesitaba que ella reaccionara.

Satoru se inclinó lentamente hasta encontrarse cara a cara con su obstinada paciente. Ladeó la cabeza para pensar antes de separar los labios.

— Estoy seguro de que si Masuta estuviera aquí, él querría que comieras. —murmuró Satoru suavemente sin dejar de mirar a Ayano.

En un instante, la pelinegra golpeó violentamente la bandeja de comida de las manos de Satoru la cuál se estrelló en el suelo haciendo un fuerte sonido.

Si no puedo tener a Senpai... [Ayando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora