¿Soy la única en este mundo que creyó que su vida jamás se desplomaría? Si estás en el lugar incorrecto, en el momento incorrecto y con la persona incorrecta, ten por seguro que sucederá lo más pronto posible.
A mí me pasó justo ayer, cuatro días después de ser consagrada oficialmente como monja. Ahora estoy frente al portón principal del monasterio, junto a la mujer que me crió y me enseñó todo lo que soy, me mira con cara de «qué decepción» y me hace dejar sobre sus manos mis hábitos perfectamente doblados..., y así pierdo lo único que tenía en esta vida.
Mejor retrocedamos hace un día, antes de que mi vida se fuera por un tubo.
Es una fría noche de invierno en Londres, hace tres días que la nieve empezó a caer y aún no se detiene. Desde la ventana de mi habitación, puede apreciarse cómo las luces navideñas embellecen los techos de varios conventos y capillas que conforman el monasterio. Algunas monjas, con pala en mano, se encuentran abriendo camino sobre toda la gruesa capa de nieve que reposa en las calles aledañas a los edificios más frecuentados. Este es un lugar acogedor, este siempre ha sido mi hogar, crecí bajo el cuidado de grandiosas mujeres, ejemplares y dignas de admirar, dedican su vida a servir a Dios.
Como todas las noches, tomo la toalla que está colgada sobre la cortina del baño y la guardo dentro de una cesta de mimbre, me visto con una túnica gruesa que cubre hasta mis pies, enrollo en mi cuello una suave bufanda de lana y me pongo unas confortables y viejas botas, es justo esa vestimenta que uso habitualmente para salir en los días de invierno.
Salgo del convento, donde actualmente me estoy hospedando, y me dirijo con mucha cautela a mi antigua residencia: un convento que cuenta con un cálido y hermoso baño de aguas termales, nada mejor para calentarse en esta noche tan fría, es una lástima que esté prohibido el acceso; por lo que entendí de las demás monjas, ese lugar está en mantenimiento, creo que lo van a remodelar. Confieso que la primera vez que me fui a escondidas estaba aterrada, tenía miedo a ser descubierta, y, aun así, me atreví, porque resulta que es mi lugar favorito; ya me había acostumbrado a bañarme en él todas las noches.
Y ahí voy, con mi mirada hago un escaneo panorámico a mi alrededor para asegurarme que nadie pueda verme. Cada pisada que doy sobre la nieve es un peligro a ser descubierta, no solo por las huellas que voy dejando, sino también por el ruido que puedo hacer; tengo a algunas monjas muy cerca, incluso puedo escuchar algunas cosas que están conversando.
—¡Dime que lo viste!
—¡Sí, su cara es muy linda!
—Uff, sí —le escucho reír—. ¡Y su cuerpo se ve tan fuerte!
—¿Y qué me dices de su paquete?
Puedo escuchar sus carcajadas.
—No se sonroje, Sor Rupia.
Creo que están hablando de las nuevas biblias que vienen llegando, deben ser bien resistentes y de linda portada, y por lo que entiendo, viene envuelta en un llamativo paquete. Lo que no entiendo es el por qué tendría que sonrojarse Sor Rupia, ¿será que está muy emocionada? Bueno, no importa. Yo debo apurar mis pasos, porque este frío es insoportable.
Cuando finalmente llego al antiguo convento, me cercioro de que la puerta esté bien cerrada. ¿La razón? Si la hallara abierta, implicaría que hay alguien en su interior. Una vez confirmado que la entrada principal está segura, procedo a abrir la única ventana que no tiene seguro, aunque no sin dificultades. Esto se debe a que con el incómodo hábito de monja, la tarea resulta un tanto complicada, agravada además por mis lamentables condiciones físicas, para ser honesta.
Caigo de pie sobre el polvoriento suelo del convento e inmediatamente siento un olor a cemento. Todo el lugar está muy oscuro, mas no es un problema para mí, porque recuerdo cada pasillo y cada habitación de este lugar. Llegué a este convento en mi primer día de vida, me dejaron frente al gran portón del monasterio entre sabanas húmedas y sucias, supongo que mi madre biológica no me quería en su vida, no tengo información de ella ni de mi padre. Las monjas del monasterio me acogieron y me dieron un nombre: Inocencia Trevejes. Me enseñaron el camino que da a la salvación eterna y con mucha dedicación y esfuerzo obtuve mis votos y mi habito de monja a los treinta años.
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De Monja A Mafiosa
HumorInocencia es una mujer que fue criada en un monasterio y quien más tarde se convirtió en monja. Esto no le duró mucho, ya que unos días después fue expulsada al ser descubierta rompiendo su voto de castidad. Antes de irse del monasterio recibió inf...