9. Rumbo al laboratorio

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Dicen que solo Dios conoce el día exacto de nuestra muerte, que sabe cada detalle, cada motivo que lleva a ese desenlace, y que solo Él puede decidir cuándo llegará nuestro momento. Pero, ¿qué sucede con las personas que deciden acabar con la vida de otros? ¿Acaso se creen Dios? Si Dios conoce cada aspecto de nuestro destino, ¿eso lo convierte en cómplice de los asesinatos y atrocidades que ocurren en este mundo? Siempre he creído que Dios es amor, pero a veces me asaltan pensamientos oscuros y perturbadores. Ser monja no me hace inmune a este tipo de dudas. Tal vez todos estamos equivocados, y Dios no conoce absolutamente nada de nuestro destino. Tal vez, como nosotros, Él también se sorprende con lo que ocurre en el mundo.

Ahora mismo, si Dios tiene boca, debe tenerla bien abierta de asombro, al igual que yo, al ver a Lottie abofetear a Alexis. Todo esto porque, según parece, un tal Frank quiere matarlo por haber echado a su hija. No sé de dónde Alexis habrá echado a esa chica, pero debe ser de algún lugar muy importante para que alguien quiera matarlo por ello. Lo veo tirado en el suelo, y aunque está claramente asustado, no es por miedo a lo que Frank pueda hacerle. Lo que realmente teme es la furia de Lottie, que en este momento parece una cabra encabronada mientras lo patea sin piedad.

—¡Lottie, tranquilízate! —exclama Delancis mientras la sujeta por la espalda para evitar que siga golpeando.

—¡¿Es que no aprendes, Alexis?! ¡Esa mujer es un peligro para la familia! —grita Lottie, con el rostro marcado por la ira y el dolor.

Alexis se levanta del suelo y se sacude los pantalones. Su expresión ha cambiado por completo; ya no parece asustado, sino desafiante.

—¿Desde cuándo te importa esta familia? —dice Alexis, clavando sus fríos ojos azules en los de Lottie. Su voz es firme, casi burlona—. ¿Por qué no aceptas que aún no me has superado, Charlotte? Necesitas arrancarte esos sentimientos de...

—¡Cállate ya! —le corta Lottie, con un tono que revela que está al borde de perder el control.

—Lottie, ven, vamos a tu habitación. —interviene Florence con un tono calmado pero autoritario—. Y tú, Alexis, mantente alejado de Lottie por ahora.

Mi hermanita está enamorada de Alexis; pude darme cuenta al verla alejarse, completamente destrozada. Debieron haber tenido una relación romántica en algún momento, y Lottie quedó con el corazón roto. Yo, en cambio, nunca me he enamorado; no había forma... Y ahora, aunque quisiera acercarme a Lottie para darle algún consejo, me doy cuenta de lo poco que sé. Esta ignorancia me hace sentir inútil, porque a mi edad, cualquier otra mujer ya ha pasado por esto. Soy una hoja en blanco, apenas comenzando a escribir sus primeras experiencias.

¿Aún habrá tiempo para mí? ¿Es posible que el amor haya estado esperándome todo este tiempo?

Quiero creer que la vida tiene algo hermoso reservado para mí, algo que se ajuste a mi inexperiencia, que me acepte así, tan despistada e ignorante. ¿Existe algo así?

Si el amor se presentara hoy ante mí, ¿vendría con buenas intenciones? Hay una inquietud creciente dentro de mí, una curiosidad que me empuja a querer intentarlo, a descubrir si a través de él puedo conocerme un poco más.

—¡¿Qué es todo este alboroto?! Delancis, Alexis, hace un rato escuché unos disparos —exclama Doña Murgos, haciendo gala del drama que tan bien la caracteriza—. ¡Dios mío, creo que tengo la presión por las nubes! —La anciana aparece acompañada de Ermac y la pequeña Marisol.

—Madre, no te preocupes, todo está bajo control. Tuvimos un pequeño incidente entre Don Frank y Alexis... Pero el viejo ya se fue, así que puedes estar tranquila —responde Delancis con calma.

—Bueno, iré a tomarme mis pastillas para la presión antes de que alguno de ustedes me provoque un infarto —dice Doña Murgos, sacudiendo la cabeza con desaprobación.

De Monja A MafiosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora