81. El Final Donde Inicia Todo

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Hace seis meses.

—¿Inocencia, por qué tan solita? —Jennifer se sienta a un lado mío, ambas nos encontramos en el patio izquierdo de la mansión, sentadas sobre el frio cemento de una banca y contemplando aquel paisaje con montañas vestidas de neblina —¿Qué haces?

—Aquí, disfrutando de la soledad —respondo sonriente, o es lo que intento.

—Déjame hacerte compañía, mujer...,  sé lo difícil que pueden resultarte andar extrañándole a cada rato y no es bueno lidiar sola con eso.

No hace falta que alguien venga a hacerme compañía para no extrañarle, como si eso estuviese relacionado con la soledad... ¿Acaso las personas no entienden que le estoy extrañando porque no está ausente? Porque a pesar de todo, aún está conmigo en mis pensamientos, y por eso el extrañarle no me hace sentir sola.

—Ya no deberían de andar preocupándose tanto, por mí —de pronto me empiezo a sentir rara—... primero las preocupaciones de Delancis, luego los intentos de parrandas de Lottie —me levanto de la banca e inmediatamente siento que parte de mi cuerpo empieza a dormirse.

«¿Qué carajos me está pasando?»

—Ino... ¿Qué tienes? —con mi visión tambaleante la veo levantarse de la banca.

—No me estoy sintiendo bien, Jen..., yo...

...

«No recuerdo que mis almohadas fueran tan planas ni que mi cama fuera tan pequeña... Un momento...».

De golpe abro mi ojos al presentir que no estoy en mi habitación, lo primero que veo es un cielo raso celeste y lámparas blancas; siento una pequeña molestia sobre mi mano y al moverla me percato de que tengo una venoclisis inyectada en ella. Estoy en la sala privada de un hospital, algo me dice que terminé desmayándome, y no me resulta extraño, ya que últimamente no he estado comiendo bien.

De repente, la puerta de la sala se abre y bajo ella aparece una enfermera.

—¡Oh, despertaste!

—Sí... ¿Cuánto tiempo llevo aquí? ¿Qué año es?

—Estamos en el año 2087 —me sigue el chiste—, justo ahora te encuentras en el hospital planetario que orbita la tierra —dice mientras le inyecta algo a la bolsa de la venoclisis.

—¡Vaya! Al parecer, a mi familia le ha ido muy bien.

Luego de unas cuantas risas, la enfermera agrega:

—Veo que te sientes mejor, estás de buen humor.

—No puedo negar que me siento más relajada, como si hubiese dormido una eternidad.

—Perfecto, le diré al doctor que venga a revisarte.

—Ok... ¡Ah! Por cierto, ¿hay algún familiar mío por acá?

—Sí, luego de que el doctor venga a hablar contigo les diré a tu hermana que puede venir a verte.

—Ok, gracias.

La enfermera sale de sala dejándome sola y a la espera del doctor, sin nada con qué entretener mi mente, y con miedo de recaer en esos pensamientos deprimentes, porque mientras más evito pensar en Dimitri más pienso en él. Por suerte el doctor no demora en cruzar por la puerta.

—Inocencia, ¿cómo te sientes?

—Mucho mejor, gracias.

El doctor se para a un lado de mi camilla y luego de medir mi presión arterial, me pregunta:

De Monja A MafiosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora