12. Perspectiva de Ermac Hikari

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Desde donde mire, esos rostros curiosos me siguen con la mirada. No es para menos, el sonido estridente y las luces intermitentes de las sirenas están diseñados precisamente para llamar la atención. Estoy esposado, sentado en los asientos traseros del auto, escoltado por cinco patrullas más. Frente a mí, la malla de seguridad separa a los dos policías que van adelante, una barrera que evita cualquier intento desesperado de mi parte. Pero la verdad es que no tendría el valor de intentarlo; soy el más débil de la familia, y lo sé. Solo me queda esperar a llegar a la jefatura metropolitana de policía y confiar en que Delancis aparecerá para sacarme de esta.

Sin embargo, algo no está bien. Acabamos de pasar frente al edificio de la jefatura, y mientras las otras patrullas se detienen en la estación, nosotros seguimos de largo, sin la menor intención de reducir la velocidad.

—Señor policía..., no sé si es que usted es nuevo en Kingston, pero acabamos de pasar la jefatura metropolitana.

—Lo sé, llevo años aquí, señor Hikari —me responde el conductor, mirándome a través del retrovisor con una expresión que me pone los pelos de punta.

—¿A dónde me lleva? —pregunto, notando que mi voz tiembla ligeramente.

El pánico comienza a asentarse en mi pecho. Esto no es solo un mal presentimiento; es una certeza de que estoy en problemas. Los dos policías no responden, simplemente se miran entre ellos y estallan en una risa que me hiela la sangre.

Sin poder sacarle más información a los policías, noto que hemos dejado atrás la ciudad. Ahora estamos en una zona rodeada de árboles y campos enormes; mires donde mires, solo hay oscuridad. El camino está desierto, sin tráfico en ninguna dirección. No sé qué tienen planeado estos tipos, pero si esto fuera un secuestro, al menos habrían intentado vendarme los ojos. Cualquiera que conozca esta carretera podría reconocerla: es Queen's Road, la que lleva al club de golf donde el tío Yonel juega cada semana.

—¿Para quién trabajan? ¿Para los Diamond o los Paussini?... ¡Maldita sea, respondan! —grito, cada vez más desesperado.

De pronto, veo un auto que se acerca de frente. Desde el carril contrario, el conductor hace cambios de luces, como si fuera una señal. No tengo ni idea de qué está pasando, pero cuando ambos vehículos se detienen uno frente al otro, los dos policías salen de la patrulla. Trato de escuchar lo que están discutiendo allí, frente al coche, pero es inútil; sus voces son demasiado bajas y la distancia me lo impide.

Entonces sucede lo que tanto temía. Otros dos hombres descienden del auto que está frente a la patrulla. Llevan pasamontañas que les cubren el rostro y, con un gesto, los policías les indican dónde estoy. Siento un nudo en el estómago cuando los veo caminar hacia mí. ¡Esto no puede estar pasando!

Uno de los encapuchados abre la puerta del auto mientras el otro me agarra del brazo y me arrastra con una brutalidad que me hace perder el equilibrio.

—¡Ey! ¿Quiénes son ustedes? ¡Déjenme...!

No termino la frase cuando siento un golpe seco en la cabeza. Es la culata metálica de una pistola, que me aturde y me lanza fuera del auto. Caigo de bruces contra el pavimento, y antes de poder reaccionar, me llueven patadas por todos lados, una tras otra. Trato de resistir, de cubrirme, pero el dolor es insoportable. Todo se vuelve negro...

...

Vuelvo en mí poco a poco, como si despertara de una pesadilla. Mi cuerpo entero duele, como si hubiera rodado cuesta abajo por un acantilado lleno de rocas. Estoy mareado, apenas puedo mantenerme en pie, y siento cómo me arrastran, mis pies raspando el suelo mientras me llevan hacia algún lugar. Estoy cubierto de hematomas, heridas abiertas, y puedo sentir la sangre caliente que baja desde mi frente, llenándome la boca con su sabor metálico. Mi vista es una neblina de luces borrosas, foco tras foco, hasta que me doy cuenta de que estamos entrando en lo que parece ser una habitación vacía. Pero antes de poder confirmarlo, uno de ellos me venda los ojos, sumiéndome de nuevo en la oscuridad.

De Monja A MafiosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora