Estoy asombrada por todo lo que me ha ocurrido en tan solo un día. Mi vida solía ser completamente diferente: monótona y fácil de llevar. Hace apenas tres días, mi mayor preocupación era freír puerco sin que me salpicara el aceite caliente. En serio, díganme, ¿a quién no le da un mini infarto cuando están frente al sartén y el aceite empieza a chisporrotear? ¿O soy la única que se convierte en ninja, haciendo movimientos evasivos? Freír puerco, para mí, es como protagonizar una película de terror y suspenso: nunca sabes cuándo te va a sorprender... ¡y atacarte con una explosión de aceite en la cara! ¡Madre santa, qué horror!
Pero dejando de lado mis patéticos miedos, estoy realmente preocupada por Ermac. Ojalá el detective se lanzara al rescate con el espíritu de Rambo, pero sé que esto no es una novela de acción... ¿o sí?
—Ya llamé a los refuerzos, esperemos unos diez minutos —dice el detective Kross, consultando su reloj de pulsera.
Delancis tiene el rostro marcado por la angustia, ese tipo de angustia que, con solo verla, sabes que va a estallar en llanto en cualquier momento... Pero ¿saben?, en las pocas horas que llevo conociendo a Delancis, puedo asegurar que hará cualquier cosa antes de llegar a ese punto. Es de esas personas que no se permiten llorar frente a los demás.
—¡¿Diez minutos?!... ¡No! No puedo esperar tanto —dice Delancis, y de inmediato sale corriendo, esquivando las manos del detective y de Alexis.
—¡Delancis, aguanta! —le grita Alexis, pero es en vano.
—¡Vamos, Alexis!... Inocencia, quédate aquí —ordena el detective Kross.
No han avanzado ni cinco metros cuando, de repente, toda la iniciativa heroica de Delancis comienza a desplomarse. Parece que olvidó lo peligroso que es correr con tacones altos sobre pavimento congelado; sus tobillos tambalean y la obligan a extender los brazos en busca de equilibrio. Verla es como ver a un payaso intentando manejar un monociclo. De pronto, cae de bruces como si estuviera tratando de robar el home en un partido de béisbol. No tiene tiempo para lamentarse del dolor y, sin sacudirse la tierra, se pone de pie como si nada hubiera pasado. Por un segundo pensé que se había fracturado algo, pero parece que no. Y ahí va de nuevo... corriendo como si el fin del mundo estuviera tras ella.
Lamentablemente, el detective y Alexis no llegaron a tiempo para detenerla, y ahora los veo a los tres desaparecer en la vieja estructura de madera.
No ha pasado ni un minuto cuando veo llegar, en silencio, cinco patrullas de policía. Desde el otro extremo, a lo lejos, aparecen más. La barraca de madera ya está completamente rodeada.
—Detective Kross, ¿dónde se encuentra? Ya estamos rodeando la barraca —informa uno de los oficiales mientras se baja de la patrulla y habla por su sistema de transmisión. Aún no sé cómo se llama ese aparato, pero prometo averiguarlo con el detective más tarde.
—¡Perfecto! Aún estamos buscándolos entre las habitaciones. Envíen refuerzos.
—Enseguida, jefe.
El oficial levanta una mano y, con un par de señales, logra movilizar a un grupo de agentes que salen corriendo con cautela, preparados y con las armas listas, dirigiéndose hacia la barraca de madera.
—Señorita, por favor, aléjese de esta zona; puede ser peligroso si se queda aquí —me dice otro policía con tono firme.
—Pero... no sé a dónde ir.
—¡Solo dé la vuelta y aléjese lo más que pueda!
—Pero...
—¡Vamos, apúrese!
—¡Ay!... ¡Sí, sí!
Sigo las instrucciones del oficial, doy la vuelta y me alejo, pero no demasiado. Necesito permanecer cerca y no perder de vista el auto de Delancis. Si me pierdo, tendré que esperar a que el detective o Delancis me encuentren, y si nadie me encuentra, podría acabar durmiendo en la calle. Así que me escondo en un callejón estrecho entre dos edificios residenciales y, desde el borde de la esquina, observo cómo se desarrollan los acontecimientos.
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De Monja A Mafiosa
HumorInocencia es una mujer que fue criada en un monasterio y quien más tarde se convirtió en monja. Esto no le duró mucho, ya que unos días después fue expulsada al ser descubierta rompiendo su voto de castidad. Antes de irse del monasterio recibió inf...