Narrado desde la perspectiva de Richard Kross.
—Por cierto, ¿por qué me has llamado desde ese número? ¿Qué paso con el que yo te regalé? —le pregunto a la mujer más testaruda que he conocido: Inocencia Trevejes. Ya no sé que hacer para que siga usando el maldito celular que le regalé.
—Es que el celular se me quedó en el auto, y, bueno..., Ermac se fue esta mañana en él y se lo llevó.
El pececito a mordido el anzuelo.
—Oh, ya veo. —digo en un falso tono deprimente.
—Sí.
—Bueno, te dejo para que descanses. Te llamo más tarde, ¿Ok?
No creo que haga falta llamarle, no después de lo que voy a hacer.
—Ok, que tengas buen día.
Cierro la llamada y salgo de mi oficina a pasos rápidos, rumbo a la oficina del jefe de policías: el sargento Jones.
Abro la puerta de la oficina y al entrar la tranco al instante. Me encuentro al sargento sentado frente a su escritorio, estaba escribiendo en su computadora, pero al verme entrar ha detenido su escritura; el sargento desvía sus ojos de la pantalla y con cierta intriga se centra en mi presencia.
—Buenos días, sargento Jones —le saludo mientras avanzo hacia él: hombre calvo, de aproximadamente 50 años, su piel es morena y su cuerpo robusto.
—Buen días, Inspector Kross —me sonríe mientras me invita a sentarme en el sillón que tiene frente a su escritorio—. ¿Qué te trae a mi oficina?
Soy el jefe inspector de la policía metropolitana, o sea, jefe del sargento Jones; sin embargo, entre nosotros no hay rangos, ni diferencias, somos muy buenos amigos.
—Jones, hoy es nuestro día, es cuando por fin tendremos a los Hikari tras las rejas.
—¿A sí? ¿Y cómo logramos eso?
—Inocencia Trevejes ha caído, hace un minuto me llamó y me contó que el celular que le di lo ha dejado olvidado en el auto que está conduciendo Ermac Hikari.
—¡En hora buena! ¡¿Y que hacemos aquí?!
Ambos salimos de la oficina a la mayor brevedad posible, nuestros pasos acelerados y nuestros rostros victoriosos son motivos para que todos los oficiales de policía que trabajan en el área central volteen a vernos mientras avanzamos entre sus escritorios. Vamos triunfantes camino al laboratorio de tecnología, tenemos que dar la orden de activar el rastreo satelital y así dar con el teléfono celular que le di a Inocencia.
Abro la puerta del laboratorio y todos los ingenieros voltean a vernos. Esta es una oficina llena de monitores, en ellos se transmiten en vivo los videos de las cámaras de vigilancia ciudadana, las cuales están instaladas en varias calles de Londres. Aquí los ingenieros buscan rostros de delincuentes y prófugos de la justicia, analizan llamadas de teléfono, rastrean celulares por medio de celdas de antenas y también por medio de los satélites, estos dos últimos requieren de un permiso judicial, cosa que no me costó mucho conseguir, ya que la superintendencia está muy interesada en capturar a los Hikari.
—¡Chicos, vamos a hacer un pinchazo satelital!
—¡Entendido, vamos! —todos responden animados, no siempre se da esta orden.
—Jefe, ¿A quien vamos a pinchar? —me pregunta uno de los ingenieros.
—A mi teléfono celular, ahora mismo debe estar escondido en el auto que está manejando Ermac Hikari, vamos a atrapar a ese desgraciado.
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De Monja A Mafiosa
UmorismoInocencia es una mujer que fue criada en un monasterio y quien más tarde se convirtió en monja. Esto no le duró mucho, ya que unos días después fue expulsada al ser descubierta rompiendo su voto de castidad. Antes de irse del monasterio recibió inf...