46. Interrogatorio

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Desde un inicio he culpado de mis desgracias a un solo hombre, y al parecer siempre he sido yo quien ha llevado la perdición pegada en la suela de los zapatos.

Solo bastó con que apareciera mi ángel guardián para que, de manera inmediata, se reprimiera toda aquella oscuridad.

No me di cuenta en qué momento la discoteca dejó de sonar su música, aquí sólo se escucha el escándalo de las personas que están saliendo del local y las órdenes que dan los policías para despejar el lugar. Todo esto es mi culpa, me dejé llevar por la oscuridad, no pude con ella y tomó el completo control de mis acciones.

—Detective Kross —es la voz de Delancis—, permítame hablar con mi hermana, a solas, antes de que se la lleve.

EL detective parece dudar de las intenciones de mi hermana, así que tarda en responderle.

—Bien..., esperaré aquí.

No tengo el valor como para levantar la cabeza y mirar a la cara a mi familia, siento como mi hermana me agarra del brazo y con rudeza me jala hasta llevarme a una zona más iluminada. Luego abre una puerta y al cruzarla la tranca con seguro. Este es el baño de damas.

—Por favor, dime que sufres de alguna enfermedad mental o de un tipo de trastorno..., ¡sino ¿cómo carajos limpios tu enorme cagada?!

Aún con la mirada agachada y esposada, asiento a lo sugerido.

—¡Inocencia, levanta el estúpido rostro! —Me agarra del mentón y con dureza me obliga a levantar el rostro—... ¡Explícate!... ¡¿Qué fue todo eso?!

Las lágrimas y mis sollozos me complican poder explicarme, no estoy segura si mi hermana pueda creer toda esta locura, pero sé que por lo menos debo intentarlo.

—Dela, no fui yo... —digo mientras mi espalda cae deslizándose sobre las baldosas de la pared, mi depresión me lleva a quedar sentada sobre el suelo, a un lado del lavabo.

—Toda la discoteca vio como arrastraste a esa mujer.

—Fue mi oscuridad, Dela... Creo que esa parte de mí se activó luego de consumir drogas.

—Esto no puede ser cierto —Desliza su mano sobre su cabeza.

—Lo sé, parece una locura, pero es cierto —empiezo a hablar con la mirada por el suelo—..., es como si aquella oscuridad se apoderada de mis acciones, me reprime y me impide salir, y cuando por fin estoy a punto de retomar el control, vuelve y busca la manera de quedarse con mi vida. Delancis, estoy...

—Ok, Jeckyll y Hyde —Delancis me interrumpe, se agacha frente a mí y posa sus manos sobre mis hombros—..., te creo.

—¿En serio me crees? —Con mucho asombro fijo mis ojos en los suyos.

—Sí, te creo.

—¿Así de rápido?

—¡Sí, Ino!

Delancis me agarra del brazo y jala para ayudarme a levantarme de suelo, ya que yo sola no puedo, puesto que estoy esposada.

—Escúchame bien, Inocencia Trevejes —Con sus manos sostiene mis mejillas—... No pienso dejarte sola en ninguna de las desgracias que llegues atravesar. Quiero que tengas presente que, cada vez que te sientas perdida, yo estaré ahí para recordarte que la fe que pones en las personas es la mejor brújula que tienes para encontrarte. No permitiré que pierdas todo eso que te hace buena persona, luchemos por eso.

Del abrazo de mi hermana emana una calidez profunda, me hace sentir segura, que no estoy sola en todo esto y que puedo apoyarme en ella. Con ella es más fácil suprimir los agobios y ganar ánimo.

De Monja A MafiosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora