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Simón estaba muerto de la preocupación, eran casi las cinco de la madrugada y no sabía nada de ella, ni una llamada, ni un mensaje, nada. Se planteó seriamente si debía ir a buscarla, pero cuando estaba por salir Marina ya había llegado.

Estaba preparado para regañarla por llegar tan tarde hasta que vio cómo su pelo estaba mal cortado hasta un poco más de la altura de los hombros y sus mejillas bañadas en lágrimas y temió que algo malo le hubiera pasado.

- ¿Estas bien? ¿Qué pasó?... - empezó a preguntar nervioso, pero ella solo se sentó en el piso y abrazó sus rodillas mientras amargos sollozos escapaban.

Simón no pudo hacer más que sentarse a su lado y abrazarla hasta que el llanto cesara.

-Por favor dime lo que ocurre - pidió Simón.

-Pensé que si lo cortaba me sentiría mejor, pero no... Odio mirarme al espejo y saber que... - empezó a hablar con hipidos, pero se calló abruptamente.

- ¿Qué pasa cuando te miras al espejo? - insistió Simón ya que estaba cerca de entender lo que le ocurría.

-Odio mi reflejo - respondió con la voz rota.

- ¿Qué es lo que odias de él? - continuó preguntando, pero Marina guardó silencio.

-Marina... - la llamó.

-No me llamo Marina - dijo.

- ¿Cómo te llamas? - preguntó.

-Yo, yo... Simón, soy un chico - confesó finalmente con los ojos cristalinos y la voz rota causa debido a el llanto anterior.

Simón se quedó en estado de shock mirando a la joven que temblaba incontrolablemente a su lado. Al salir de su estupor lo único que pudo hacer abrazarla más fuerte.

- ¿Entonces cómo te llamo? - pregunto el mayor de los Vargas.

-Pues no lo sé, no me paré a pensar en ningún momento un nombre nuevo - respondió un poco avergonzado -. Pues... Creo que Martín está bien, es un nombre que me gusta bastante - añadió con una pequeña sonrisa.

-Deberíamos arreglar lo de tu cabello, ¿no crees, Martín? - le propuso.

-Sí, pero debería ser más adelante, ahora querrás dormir y yo también estoy un poco cansado, la verdad - respondió Martín.

-Bien, entonces luego hablamos. Buenas noches - se despidió.

✴️✳️✴️✳️✴️

Eran, aproximadamente, las doce del mediodía, pero igualmente se acaba de despertar. Al bajar al salón se encontró a su hermano mirando el portátil con gran interés.

- ¿Qué hace? - preguntó con curiosidad.

-Leo algunas cosas para poder ayudarte - respondió Simón.

-No necesito un psicólogo ni nada de eso, por si es lo que estás buscando - contestó Martín a la defensiva.

-No, no, yo estaba buscando información de qué puedes llevar para estar más cómodo y cosas así. No estaba pensando en un psicólogo ni nada por el estilo - afirmó el mayor -. ¿Arreglamos ya lo de tu cabello? - preguntó.

-Si no te molesta entonces adelante - dijo el menor.

Para suerte de ambos su madre había salido a dar un paseo y había quedado con una de sus amigas por lo cual no tenían miedo de ser descubiertos con las manos en la masa ya que ella volvería más tarde. Y minutos más tarde Simón había dejado de hacerse el peluquero, pero igualmente no había salido tan mal.

-Por un momento pensé que me dejarías calvo - bromeó Martín y Simón imitó un gesto que solía hacer Villamil cuando se "ofendía".

-Te ayudo ¿y así me tratas? A no, eso sí que no - dijo Simón a modo de broma -. Ahora en serio, no quedó tan mal - comentó

-Gracias por intentar comprenderme y ayudarme - agradeció Martín a su hermano.

-No hay de que - aseguró el mayor -. Deberíamos conseguirte algo de ropa - añadió.

Simón agarró a Martín del brazo y lo arrastró hacia su habitación.

NO SOY ELLA | Finalizada | MoratDonde viven las historias. Descúbrelo ahora