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-Creo que deberíamos ir a comprarle ropa - comentó Simón mirando a Martín.

-¿Por? - preguntó el menor.

-No puede seguir usando mi ropa, me quedo sin nada muy rápido - se quejó.

-Entonces buscaré cosas de papá que me vayan bien - afirmó Martín.

-Ya ha pasado suficiente tiempo para que vayamos a comprarle ropa y demos la que no usa - argumentó Simón.

-Tu hermano tiene razón, cariño. Tenemos que ir a por ropa para ti - estuvo de acuerdo su madre.

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-¿Están listos para irnos? - preguntó la mamá de los Vargas.

-¿Realmente es necesario ir? - cuestionó Martín.

-Claro que sí, ¿por qué no quieres ir? - preguntó la mujer.

-Me da pena - confesó Martín.

-No tiene nada de lo que estar apenado - afirmó Simón abrazando a su hermano.

Más pronto de lo que a Martín le hubiese gustado ya llegaron a la tienda de ropa, gracias al señor pasaron olímpicamente de la sección de chica y fueron directamente a la de chico.

-Mira a ver si encuentras algo que te guste - le dijo su madre.

Al principio miraba las prendas un poco inseguro, pero poco a poco fue eligiendo alguna cosa gracias a la ayuda de su hermano.

Todo iba bien, se compró unas cuantas cosas y después los tres fueron a por un helado, pero de repente pasó algo que no estaba realmente preparado para enfrentar.

De repente se encontraron con Villamil, Isaza y Aleho, los cuales los vieron y se acercaron para hablar con ellos.

-Hola Monchito, ¿que haces por acá? - preguntó Villa como siempre siendo un metiche mientras los otros dos saludaban a la madre de los Vargas.

Pero los tres se quedaron un poco confundidos con la persona de enmedio. A pesar de haber empezado con los tratamientos hormonales en un mes habían cambios, pero no exagerados y si te fijabas atentamente podías todavía ver rastros de Marina.

-¿Marina? - preguntó Isaza confundido.

-No soy Marina, me llamo Martín - afirmó.

-No, tú eres Marina Vargas Morales - insistió Villamil.

-¡No! - negó Martín.

-¡Villamil! - lo regañó Simón.

-Esto es muy confuso para mí - dijo Isaza.

Pero Aleho únicamente abrazó a Martín.

-Yo le apoyo, Martín - aseguró Alejandro.

-Gracias - le agradeció aceptando el abrazo.

-Necesito procesar la información - dijo Isaza.

-Lo siento, yo no puedo verle así como dice - dijo Villamil

-Tampoco es que tenga que verme mucho Juan Pablo - respondió Martín a la defensiva.

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Isaza salía de un examen de matemáticas mientras pensaba si la respuesta era catorce o cuarenta y uno hasta que le pareció ver algo dentro de un aula que apenas era utilizada ya que la profesora de esa optativa había renunciado y está había quedado en desuso.

Con cautela y cuidado a la puerta, encontrándose a un chico sentado en una de las mesas. Sin pensarlo demasiado entró y cerró la puerta sin hacer mucho ruido.

-Hola Juan Pablo - le saludó cuando se giró a mirarlo

-Marina... Digo, Martín ¿que hace acá? - preguntó el más alto.

-¿Acá hay mejores corrientes de aire? - dijo Martín, pero al ver la mirada de Isaza supo que no se había tragado su mentira -. Tal vez estaba huyendo de gente y me escondí en la clase abandonada - respondió.

-¿Quiénes? - preguntó Juan Pablo.

Ya fuera Marina o Martín a Juan Pablo Isaza no le gustaba ni un pelo que hicieran daño ya sea físico o psicológico a su amigo.

-Para usted, Aleho o Moncho esa gente es nadie. No os lo diré - afirmó el más bajo.

Isaza se sentó en otra de las mesas quedando frente al otro y le puso una mano en el hombro.

-Estamos aquí para ayudarte - aseguró Juan.

-No necesito su compasión - dijo Martín.

-No es compasión - afirmó el mayor.

NO SOY ELLA | Finalizada | MoratDonde viven las historias. Descúbrelo ahora