Capítulo 7: Descenso (4° Parte)

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Francoeur volvió a la sala, cabizbajo. Miró a Lune, quien aún estaba sentada en la mesa. Se acercó lentamente y la miró a los ojos.

-Lune.- Fue mirado. -Tengo que decirte algo y es muy, muy importante.

-¿Qué es?

Francoeur tomó sus manos y la miró a los ojos.

-¿Recuerdas a nuestros padres?

Ella abrió la boca y se paralizó. Apartó sus manos y las posó sobre su pecho, sosteniéndolo. Jadeó ligeramente y lo miró. Francoeur respiró profundamente.

-¿Estás bien?

-No sé.- Respiró angustiada. -De repente sentí un dolor muy, muy grande aquí.

-Sí...- Desvió la mirada. -Yo también lo sentí.

-Si tu pregunta era que, si me acordaba de ellos, no. No los recuerdo.

-No, no iba a preguntarte eso.- Se sobó las manos y volvió a mirarla. -Lune, hay algo que tienes que saber sobre ellos.- Tragó saliva. Realmente le costaba pronunciar las palabras que tenía que decir.

-¿Qué ocurre?

Francoeur volvió a suspirar profundamente y miró sus ojos profundos.

-Ellos...fueron muy importantes.

Lune inclinó la cabeza, extrañada.

-¿Cómo así?

-Para nosotros.- Dijo finalmente. -Para nosotros fueron muy importantes.

Lune dejó escapar un resoplido mientras sonreía.

-Me imagino, Francoeur.- Se levantó y acarició su hombro. -Buenas noches, hermanito. Hablaremos mañana.

Él asintió y la vio alejarse. Deslizó sus manos por su rostro y en esa posición entró en profundas meditaciones. Quiso tanto decirle, sabía que era lo correcto, pero realmente le preocupaba que pudiera recordar todo de golpe y que algún recuerdo le hiciera daño, que el recuerdo de sus padres la preocupara aún más, ya tenían demasiado en que pensar, pensar sobre todo en esa bestia.

Él le había hablado de su padre, ¿pero y su madre? ¿Acaso seguía viva? Se estremeció, volvió a sentir ese peso que lo sofocaba. Intentó serenarse y no pensar mucho en eso. ¿De qué servía, además? Si no podían volver...


A la mañana siguiente el insecto despertó, aunque su vista se fijó en sus alrededores, no prestó la atención suficiente a cada uno de los objetos que lo rodeaba. Se sentó lentamente y miró a sus costados, estaba tranquilo hasta que se percató de algo. Lucille no estaba en su dormitorio.

En ese momento escuchó su voz, dentro de la casa. Se levantó y se dirigió lentamente, siguiendo el sonido que aumentaba en exclamaciones y disminuía en susurros. Se asomó levemente por la puerta del salón y, para su consuelo, ahí estaba, no obstante no estaba sola. Rodó sus ojos y vio a un hombre delgado y alto, reconoció la figura enseguida. Ella usaba ropas que le dieron a entender que había salido hace poco. Se fijó en su rostro y este estaba ligeramente enrojecido y sus ojos parecían disparar relámpagos. Enmudeció, sabía que no era correcto que se quedara ahí, pero algo lo retuvo a escuchar.

-¡Lucille, se razonable!- Había dicho el repartidor. -¿Acaso no te das cuenta del riesgo?

-¿Qué es lo que te pasa, Raoul?- Preguntó la cantante. -No te imaginé un cobarde.

-¡No, no es cobardía, Lucille! ¡Es sentido común!

-¡Ah!- Se rio ligeramente. -¿Dices que no tengo?

Aventuras Parisinas VOL.1Where stories live. Discover now