14. Disfrutando lo nuestro

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"No sé de qué están hechas las almas, pero la tuya y la mía son una sola."

Emily Brontë.

Valle de Elqui, Coquimbo, Chile.

Dirigió sus zancadas presurosas en pos de ella, en cuanto la vio a la distancia; sola; sentada sobre uno de los últimos quinchos.

Su mente rememoró de inmediato el momento en el que la siguió días atrás hasta ese mismo sector, cuando había acariciado la seda de su piel y había muerto y resucitado en deseos de probar sus labios.

Finalmente su incansable deseo se había cumplido pero no de la manera imaginada. El sabor dulce y adictivo de sus labios si había sido tal como lo imaginaba, saborear con adoración aquellos labios llenos y suaves le había acariciado el alma. Sin embargo la mirada de turbación y temor que ella le había dedicado al momento de separar sus labios, había sido el detonante que ahora le inquietaba profundamente.

¿Será que ella en realidad no deseaba ser besada por él?

¿Cómo se había equivocado tanto?

Es normal confundir las señales pero al parecer en este caso él las había confundido todas o había algo más... algo que no comprendía y deseaba descubrir.

A diferencia de esa mirada, la respuesta corporal de ella le hacía entrever que deseaba parte de su cercanía. Una parte de ella parecía complementar con tanta exactitud a él, que realmente había pensado por un segundo que sus corazones habían casi sincronizado los latidos.

Volvió en sí de sus divagaciones al acortar el trecho que lo separaba de ella.

Ella estaba sentada sobre la mesa, con sus pies apoyados en la banca, los brazos cruzados descuidadamente sobre sus rodillas y su rostro ladeado ligeramente hacia la impresionante vista que les rodeaba.

Declinó la velocidad de sus pasos y con un par más le dio alcance.

—¿Puedo acompañarte?

Amy se volteó en su dirección, revelando sus hermosos ojos que brillaron de manera tan fugaz como breve.

Miró el espacio de su costado y apoyó la palma de su mano, en una invitación silenciosa.

Arturo se encaramó al instante, muy apegado a ella, quien suspiró profundamente y apoyó su cabeza en el fuerte hombro masculino.

Contendiendo el aliento, el chico no pudo evitar esbozar una sonrisa pronunciada. No inmune al imán de su cercanía y embriagado de su aroma, respiró con profundidad intentando aspirar la mayor cantidad de esa dulce esencia que emanaba de ella. Sus dedos casi con vida propia salieron al encuentro de la pequeña mano de ella, aferrándola como a un delicado tesoro.

Sin despegar la cabeza del tonificado hombro, Amy disfrutó de las caricias que recibía mediante los dedos de Arturo, caricias que le agradaban a tal punto que no pudo contener un  suspiro del alma.

—¿Qué nos está sucediendo? ¿Porqué ahora? Sea lo que sea yo... tengo miedo.

Las yemas de Arturo generaron una caricia de amor en la palma de su mano antes de atraer su rostro con la mano disponible.

Valle de Amor ©  Libro UNO de la Serie AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora