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El viento en Green Hills se sentía fresco y perfecto en su punto neutro. Después de un tiempo de haber ocurrido los extraños sucesos de la catástrofe de Dr. Robotnik contra Sonic, todo parecía ser más tranquilo y pacifico en aquel alocado pueblo.

Tom se quedó trabajando en Green Hills, no por petición del pequeño erizo azul, sino porque él mismo tomó esa decisión y no se sentiría jamás arrepentido de aquello. La alma del adorable demonio azul era sin dudas complicada: independiente, rebelde, caprichosa e indomable, pero al mismo tiempo podría ser la cosa más infantil e ingenua que verías en toda tu vida. Por lo que el adulto sabía que tenía que hacerse responsable de él, después de todo, ya lo veía como un integrante más de la familia.

Ese día en especial como ya se había mencionado anteriormente, era otoño; lo que significaba que el clima era perfecto para estar frescos y dar un paseo al aire libre, con esto dicho, a Sonic se le ocurrió la maravillosa idea de salir y comer chilli dogs en su puesto de comida rápida favorito.

─¡Apúrense, abuelos! La artritis puede esperar.─gritó afuera de la casa con un estrés por salir. No siempre la dromomanía era algo que pudiera controlar él.

─¡Ya vamos!─La pareja se encontraba recién saliendo de la puerta de su hogar, cuando después de pensárselo por un segundo, Maddie articuló:─¿Sabe tan siquiera que es artritis?

─Lo dudo, pero míralo, se le ve muy feliz.─sonrió hacia la mujer, luego hizo lo mismo al voltear con la pequeña bola azul, y es que era cierto, se le notaba a leguas que estaba emocionado por algo tan insignificante como una salida familiar, y es que Sonic era feliz con muy poco.

Los adultos fueron caminando juntos en dirección al animal antropomórfico, mientras que en el aire, el viento fue creciendo con medida que el tiempo pasaba. A lo muy lejos una pequeña avioneta iba tomando forma en el aire, dejando a su paso estelas imposibles de no percatar, el ruido de las hélices fue creciendo hasta que era completamente audible para las personas que se encontraban abajo de dicho transporte aéreo.

Los googles en aquel piloto misterioso le ayudaban a que la basura no entrara en sus ojos durante sus viajes, sus dos extrañas y características colas se meneaban por la corriente del aire, disfrutando de aquel pequeño momento en donde por fin se sintiera un poco más liberado.

─Ya era hora.

Al pronunciar dicho aquello, observó con más atención la casa de la familia del erizo, afirmando su propia hipótesis cuando los vio a todos afuera de su casa tomados de las manos. El pequeño piloto de la avioneta comenzó a tratar de bajar un poco para improvisar un aterrizaje, pero los cuernos estaban un poco atascados y sentía que no podía ser capaz ni de tan siquiera moverlos un poco, intentó otra vez con más fuerza, con los mismos resultados anteriores.

La avioneta cada vez se acercaba más directo al hogar, por lo que los nervios y el estrés empezaron a intensificarse enormemente, en un intento desesperado tiró tan fuerte de los cuernos que sólo terminó rompiéndolos de su lugar correspondiente.

─No no no, no otra vez.─Se repitió entrando oficialmente en pánico.

Aquel pequeño amigo se hubiera estado abrazando sus propias colas para calmar sus nervios, pero no había tiempo para eso. Rápidamente buscó entre todos los botones uno en particular, y justo cuando un dibujo de una nube con una pequeña sonrisa se posó en su vista, lo pulsó sin pensárselo. A causa de esto, el asiento lo impulsó hacia afuera dejándose volar y ser llevado por el aire del dulce otoño antes de chocar junto con su transporte a la casa.

Pero eso no evitó las consecuencias de sus actos, y la pequeña explosión causada por el impacto de la avioneta con el hogar, dejó rastros y arrastró al pequeño piloto hacia las calles rocosas de Green Hills debido a la cercanía que tenía aún con esta.

Speed me up IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora