❥forty nine: hyde

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Regresar al lugar del que habían huido hacía menos de una semana era absolutamente aterrador en todos los sentidos. Afortunadamente, Felix tenía más confianza en ese momento, y había podido mantener sus emociones bajo control en estos días. No lloró, aunque sus pensamientos casi lo hicieron llorar algunas veces en el camino, sin embargo, nunca dejó que se derramara sobre la fila de sus pestañas. El control sobre su estado mental era mucho más firme, y Changbin estaba muy agradecido por eso. Le dio una ligera sensación de seguridad, y le hizo sentir como si el más joven realmente confiara en que lo protegería. Del mismo modo, el pelinegro se mantuvo fuerte, aunque fue extremadamente difícil para él hacerlo.

Al enterarse de que su padre era aún peor de lo que siempre había pensado que era, fue un duro golpe para la leve sensación de identidad que consiguió construir. Estar con alguien como Felix, alguien que intentaba ser fuerte para sí mismo, así como para los que lo rodeaban, a pesar de sufrir mucho para mantener esa fachada, fue una de las formas en que el pelinegro aprendió a valorar su lugar en el mundo. Era una forma en la que había aprendido a atribuir al menos un poco de valor a su existencia. Siempre había encontrado la belleza en el arte, porque podía hacer que fuera perfecto. Podía dibujar cosas un millón de veces, sin detenerse hasta que estuviera satisfecho con la apariencia de lo que sea que estuviera representando en el papel. Hace mucho tiempo que Changbin había llegado a dominar el arte de ilustrar la belleza de las flores. Era algo que podía hacer fácilmente en ese punto en su vida.

Podía admirar las flores, aprender sus historias, escuchar el lenguaje silencioso que hablaban; -podía verter su amor en la flora tan fácilmente. Sin embargo, no había manera en que las flores le gustaran tanto y les tuviera el cariño como para que ellas se sintieran de la misma manera con él. Changbin se dio cuenta de que no era especial para las flores.

Conocían sus secretos más profundos, pero esas palabras y pensamientos oscuros permanecían latentes en sus pétalos y tallos, y no podían hacer nada para ofrecerle consejos. Las plantas que admiraba tan rotundamente no podían ayudarlo a comprender cuál era su lugar en el universo.

Pero Felix pudo.

Felix sí lo hizo.

Lo que pasaba con el australiano era que Changbin podría haberlo dibujado un millón de veces, intentando suavizar hasta el último detalle de su cuerpo... Sin embargo, nunca sería capaz de capturar la verdadera profundidad del alma del rubio. Simplemente no había suficiente grafito, suficiente pigmento, suficiente profundidad del arte dentro de sí mismo para retratar algo tan profundo y expansivo. Lee Felix era cualquier cosa menos superficial. Ese chico era extraordinario.

La perfección hecha de imperfecciones, y las estrellas punteadas como constelaciones creando bellas imágenes a través del puente de su nariz. Mechones rubios de cabello teñido, hermosos sin importar cuán desteñidos estuvieran, y ojos tan profundos que incluso el océano hubiera tenido envidia. Esos ojos tenían la llave de todo.

Changbin había encerrado durante diecinueve años, durante toda su vida, y había podido descubrir la parte enterrada de sí mismo que estaba atrapado en lo más profundo y oscuro de su ser. Por lo menos, Changbin podría encontrar una belleza infinita en eso. Podía encontrarse con ese amor en alguna parte.

"La última vez que hablaste con Jumin por teléfono ... ¿Te pareció que se encontraba bien?" preguntó Felix, con los ojos llenos de preocupación y su mente corriendo con preguntas que no serían respondidas adecuadamente hasta que pudiera ver al hombre de pelo negro cara a cara y que la confirmación viniera de su propio par de labios.

THE NIGHT SHIFT [trad] || s.cb + l.f [changlix]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora