Sakura se va por mas de tres años de la aldea de Konoha, por la misión de ofrecerse como voluntaria para ayudar al cuerpo médico de Suna con nuevas técnicas medicas.
Pero lo curioso sera que regresara acompañada de un niño. Un niño que es su hijo y...
Las pálidas y frágiles flores empiezan a caer, la primavera a llegado a Konoha. Ya es un hecho.
Las flores de cerezo le recuerdan que la vida es efímera, que pasa rápido, en un abrir y cerrar de ojos. Los años pasan y todo cambia a su alrededor.
Las cosas como las recordamos o conocemos ya no son iguales, personas están y ya no están, se empiezan a envejecer, otras mueren, otras nacen, otras crecen y crean un ciclo de nunca acabar. Sukea mira por la ventana y piensa en las flores que chocan contra el vidrio de esta, son tan bellas y frágiles , son tan efímeras las flores de cerezo que con delicadeza muestran su delicada lluvia rosácea, morada, blanca, de todos los colores pasteles habidos y por haber.
Es preciosa, es hermosa esa lluvia, sus pétalos, su aroma, pero a la vez es triste porque la nostalgia se inunda en su pecho por misterio y la lluvia pareciera que son lagrimas tristes de una estación que es asociada al cambio, a la desilusión o ilusión, al amor o desamor.
La primavera era eso... felicidad, triste, nostalgia, alegría... cambios. Cambios de que algunas personas volverán y otras no, una prueba que nada es para siempre, ni el tiempo cambiante, ni los lugares, mucho menos las personas.
Sukea suspira mientras se termina se fumar su cigarrillo y lo paga cuando ve que Sakura se empieza a revolver en la cama de ese hotel.
Se acerca a ella, acomodándose en la cama junto a ella, quitando unos mechones de rostro que estaban opacando su vista a la belleza que el quería contemplar desde hace años. Desde que s fue a Suna sin explicaciones.
Eso hizo que la despertara y poco a poco ella abrió sus ojos con cuidado. Ya que la luz que se colaba por su ventana le molestaba a sus ojos esmeraldas.
Sukea pensó que al primer momento que ella cayera en cuenta lo que había ocurrido entre ellos, se levantaría de su cama de un brinco y lo dejaría ahí, solos, con un sin fin de explicaciones y arrepentimientos en el aire. El deseaba eso, que ella no hubiera cambiado y que siguiera siendo la Sakura de Kakashi, la primavera de Kakashi. Un error lo comete cualquiera y quería que Sukea fuera parte de ese error.
Pero no, se decepciono cuando ella le hablo con una sonrisa tranquila. Típicas de la mañana que el conocía bien, que había dormido bien, después de hacer el amor.
—Buenos días Sukea-san —Le dijo de lo mas tierna. O al menos asi la vio el.
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El negó con la cabeza con una sonrisa —Buenos días Sakura-san —Le dijo el igual, a diferencia que su sonrisa ahora de dos sensaciones extrañas. Felicidad de estar con ella y de tristeza que ella le ofrecía las sonrisas de Kakashi (su sonrisas) a otro.