CAPITULO 8 Sensaciones en Cáncer

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La mañana era cálida y la luz del sol se colaba a través de las columnas del templo de Sagitario iluminando la estancia

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La mañana era cálida y la luz del sol se colaba a través de las columnas del templo de Sagitario iluminando la estancia.
Aurora se encontraba limpiando los detalles grabados del templo cuando sintió la presencia de Shion que pasaba por ahí adentrándose al lugar. La chica se sonrojo al recordar lo del día anterior y se puso nerviosa al pensar cómo debía reaccionar y comportarse ahora, intento actuar como de costumbre y saludarlo pero al darse cuenta solo vio la capa ondeante del Santo que se alejaba hacia la salida después de atravesar la estancia; Aurora lo miro alejarse y se entristeció al no recibir ningún saludo de parte del joven, se recargo en la pared pensativa mirando al suelo.

Shion dio un largo y profundo suspiro hallándose fuera del templo. Tuvo que reprimir con todas sus fuerzas el impulso de desviarse hacia donde se encontraba Aurora para estrecharla contra la pared y su cuerpo y besarla de nuevo, para sentir el calor y la suavidad de su piel, para admirar aquel bello sonrojo adornar las mejillas de la joven, aquellos labios suaves y carnosos siendo devorados por sus labios hambrientos.
El joven sacudió un poco la cabeza tratando de sacar esos pensamientos de su mente; pronto estaría frente al Patriarca y Athena, no podía tener ese tipo de pensamientos ante ellos.

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El día pardeaba lentamente y el sol se iba ocultando lentamente en el horizonte tiñendo el cielo de rayos anaranjados y celestes que se mimetizaban en aquel enorme lienzo.
Aurora subía por la escalinata hacia el templo de Sagitario pasando por el de Aries encontrando a las tres doncellas de este que la saludaron efusivas e informándole que Shion aun no bajaba de la sala Patriarcal, luego el de Tauro donde encontró a Aldebarán listo para salir a Rodorio a las fiestas que se llevaban a cabo por esos días junto a sus doncellas que animosas la invitaban a acompañarlos y distraerse un poco. Lo saludo educadamente reverenciándolo obteniendo un fuerte abrazo de parte del hombre y agradeciendo la invitación pero negándola cortésmente, recibiendo un segundo abrazo del Santo de Tauro que entendiendo sus motivos se despidió de ella retirándose con sus tres doncellas que animosas reían y platicaban con él; Aurora las vio alejarse con una sutil y nostálgica sonrisa en sus labios recordando a Sisifo que aun no regresaba de su misión desde hacía 2 meses y medio atrás; siguió su camino y saliendo de allí estaba el templo de Géminis que se encontraba en completa oscuridad y soledad desde que su guardián había salido de misión un mes atrás, Aurora se detuvo en la entrada pensando en que las doncellas que sirven en el deben de estar ya en el pueblo disfrutando de las fiestas, miro aquellas dos imágenes de ángeles grabadas en la piedra como custodiando la entrada de aquel enigmático templo del que era fácil perderse estando dentro de el cuándo su guardián se encontraba en el Santuario debido a sus constantes ilusiones que proyectaba como mecanismo de defensa aun sin estar bajo ataque.

El guardián del tercer templo... Aspros de Géminis... siempre le había parecido un hombre bastante recio y estricto que se decía apuntaba como sucesor del Patriarca. Sin embargo, con el pasar del tiempo ella había observado un cambio en el, era como si la oscuridad hubiese tocado su corazón volviéndolo frio y taciturno, dispuesto a hacer cosas poco ortodoxas por llegar al Patriarcado y siempre había sentido una particular sensación de incomodidad cada vez que se lo encontraba al sentir que al principio la miraba de manera despectiva y eso era algo que no lo entendía del todo hasta unos meses después de su regreso cuando sintió que su forma de mirarla había cambiado y ahora sentía que era la mirada de un hombre curioso que la veía con un interés más allá de una simple amistad. Claro estaba que ahora que había crecido se daba cuenta de lo atractivo que era aquel hombre pese a rivalizar en edad con Sisifo, era de esas personas que parecían ponerse más guapos con la edad y lo comprobaba al escuchar los comentarios de las doncellas que le servían en su templo; sin embargo alrededor de el había un rumor curioso que decía que tenía un hermano perdido y que había nacido bajo la estrella del mal del que era Santo... no le dio importancia al pensar que esos eran solo simples rumores del Santuario.

Siguió hasta llegar a la entrada del templo de Cáncer y sintió un escalofrío solo de pensar que debía pasar por allí para poder seguir su camino, esperaba no encontrarse con su guardián, Manigoldo y ella nunca se habían llevado bien desde que eran niños y a pesar de que siempre evitaba tener rose con él desde que regreso al Santuario, siempre guardando mucha distancia y más aun después de lo que había pasado unos meses atrás con su supuesta "bienvenida", intento pasar desapercibida como siempre por el paso de su templo.
Caminaba con rapidez por la estancia cuando una voz la llamo deteniendo su andar en seco:
- ¿A dónde vas con tanta prisa?-
- ... - la chica no dijo nada aun sorprendida por el llamado casi espectral que resonó en la acústica oscuridad del templó.
- Valla creo que te asuste ... - volvió a resonar la voz - ... No te asustes solo quiero ser amable contigo - De entre las sombras que proyectaban las columnas del templo salió Manigoldo ataviado con aquel traje negro y camisa blanca, una sutil sonrisa adornaba sus labios y esa mirada fija en la chica.
Aurora lo miro quieta en su lugar a unos metros alejada de el reaccionando al momento y reverenciándolo:
- Joven Manigoldo bu... buenas tardes yo... le pido permiso para pasar por su templo... - dijo nerviosa la chica evitando la mirada que le dedicaba el joven.
- Si... puedes pasar por mi templo... pero primero... - Manigoldo se acercó hasta donde estaba Aurora quien volteo a verlo aun reverenciándolo y sintiendo cierto nerviosismo por la proximidad del Santo de Cáncer.
El hombre coloco su mano derecha en su hombro deslizándola por su costado en una caricia y con una delicadeza que hizo estremecer a la joven, como sintiendo las curvas del cuerpo de la chica por sobre la tela hasta que la tomo de la cintura pegando su cuerpo al de ella obligándola a caminar hacia atrás trastabillando un poco hasta hallarse recargada en una de las columnas de la estancia a la plena vista de cualquiera que pasara por ahí. El joven la miro embelesado mientras Aurora sorprendida, aturdida y hasta asustada lo miraba con los ojos muy abiertos logrando preguntar confundida después de unos segundos:
- ¿Jo... joven Manigoldo que esta...? -
- ¿Ya te he dicho hoy lo hermosa que eres? - Dijo Manigoldo mirando detenidamente el rostro de Aurora que incrédula lo escuchaba con ese deje de miedo en sus ojos - No te asustes... no deseo hacerte nada malo... es solo que no me habías permitido decirte lo bella que me pareces... -
Con su mano derecha acaricio delicadamente el rostro de la chica pasando su mano ruda por la piel suave de su mejilla sintiendo el calor de su blanca piel haciendo estremecer a la chica con aquel toque y sintiendo como el mismo se estremecía. Llevo un bucle de cabello rizado acomodándolo tras la oreja derecha de la chica casi con ternura y depositando su mano alrededor de su cara acariciando con suavidad la piel de su mejilla con su dedo pulgar:
- Se que no he sido muy cortes ni caballeroso contigo y eso me apena con una mujer tan bella como tu... permíteme demostrarte lo caballeroso que puedo ser... - Manigoldo se acercó peligrosamente a ella aprisionando sus cuerpos. Aurora no daba crédito a lo que pasaba.
La vez anterior Manigoldo no se había acercado así a ella y mucho menos creía que se hubiese mostrado ante nadie así y mucho menos ante ella. La estaba tratando con una dulzura que no creía posible en él, pronto su miedo se transformó en sorpresa al sentir el aliento caliente de Manigoldo cerca de su oído mientras su mano había bajado acariciando con delicadeza su cuello y sintió como su piel se erizaba y sus sentidos se estremecieron al sentir los labios húmedos atrapando el lóbulo de su oreja y masajearlo delicadamente dando un leve mordisco que la hizo cerrar los ojos con fuerza ladeando su cabeza levemente como ofreciéndole la piel de su cuello dejando que la lengua húmeda de Manigoldo viajara dejando un rastro húmedo de saliva a su paso.
- Hooo Aurora... yo... pensaba salir a la fiesta en Rodorio pero... ya no quiero evitar lo que siento al tenerte así... - Y era verdad... Manigoldo estaba por salir cuando vio a Aurora salir del templo de Géminis y detenerse dubitativa frente al de Cáncer.

De sobra Manigoldo estaba consciente de que cuando vio que Aurora regreso al Santuario fue sintiendo algo verdaderamente nuevo que ni el entendía del todo y aunque nunca lo exteriorizara ante los demás ya desde hacía tiempo había tomado la decisión de mostrarse ante Aurora en cuanto tuviera la oportunidad y ese momento había llegado.

Aurora por su parte no entendía porque su cuerpo estaba reaccionando de esa forma, Manigoldo siempre le había parecido alguien con quien debía relacionarse lo menos posible y el verlo de aquella forma tan... sensual la hacía sentirse confundida pero sobre todo con esa extraña sensación de sometimiento ante sus actos.

El Lienzo de las rosas: Rosa RojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora