Era medio día y Aurora bajaba, llegando al doceavo templo; el calor y la luz del verano eran fuertes y contrastantes al frescor del interior de la estructura.
La chica se detuvo en la entrada pensando en el... su guardián... su amado Albafika, había salido de misión un mes atrás y ese tiempo le parecía una eternidad, no veía el momento en el que lo viera regresar y no podía evitar suspirar por él, recordando durante los días y las noches lo que había pasado entre ellos dos... la hacía sonrojar pero no se arrepentía y aunque a veces sentía cierta incomodidad al ver a Sisifo, estaba más que dispuesta a volver a repetir con Albafika aquel acto de amor.
Tan ensimismada en sus pensamientos que no se dio cuenta como ya se había adentrado al templo y del que se acercaba por detrás de ella hasta que unas manos conocidas la tomaron por la cintura oprimiéndola contra el cuerpo atlético y masculino que portaba la armadura dorada; la chica dio un respingo y de inmediato al voltear la cara una mano la tomo con delicadeza y unos labios suaves se posaron sobre los suyos obteniendo un movimiento de sorpresa de la chica que de inmediato percibió aquel delicado aroma a rosas y supo quién era el que se atrevía a tomarla de esa forma.
Sentía la mano varonil forrada de oro que posada en su mejilla le acariciaba con cuidado y aquellos labios suaves y húmedos que le propinaban besos que en muy poco tiempo se volvieron hambrientos, ansiosos y desesperados; introducía su lengua buscando la de Aurora, reconociendo y reclamándola de su propiedad y los sonidos que producían ambas bocas parecían incentivar al que con desespero la abrazaba con más fuerza, pegándola más a su cuerpo, haciéndola sentir la armadura que lo cubría en su espalda.
En un momento que se separaron por falta de aire Aurora logró darse vuelta abrazando al recién llegado con alegría y amor
- ¡¡Albafika volviste!! - lo abrazo con fuerza mientras el joven la observaba sonriendo y le correspondía el abrazo, ocultando su rostro en el cuello de la chica, aspirando ese característico aroma en ella y al alejarse solo un poco vio aquel rostro angelical bellamente sonrojado que tanto había rememorado y al que tanto había extrañado, mirando aquellos labios suaves y jugosos que brillaban por la mezcla de salivas, bajo la mirada y vio los pechos de Aurora pegados contra la pechera de su armadura y de inmediato sintió una ola de calor y corrientes eléctricas que traspasaron su cuerpo, pasaron por su cerebro y viajaron espasmódicamente hasta su entrepierna que reaccionó de inmediato.
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El Lienzo de las rosas: Rosa Roja
RomanceAquellos niños han crecido y se han convertido en jóvenes que dentro de la orden de Athena son los guerreros más fuertes de todos: Los Santos de Oro. Antes de la guerra Santa contra Hades del siglo VXIII los Santos de Oro de Athena tuvieron que pasa...