CAPITULO 11. Bienvenido al Mundo Parte 2: Virgen

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Era medio día y el clima era caluroso con aquel sol quemante que hacía arder la piel, Aurora iba rumbo al templo de Sagitario llevando un encargo en las manos

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Era medio día y el clima era caluroso con aquel sol quemante que hacía arder la piel, Aurora iba rumbo al templo de Sagitario llevando un encargo en las manos.

Su camino era lento y cuidadoso mirando al suelo mientras caminaba, su rostro no podía evitar mostrar una mueca de pesadez y confusión por lo que había estado sintiendo; aquella mezcla de sentimientos la hacían sentirse incómoda, como si de pronto todo girará sin control a su alrededor y no pudiera detenerlo y el haber visto llegar a Albafika la noche anterior con aquella apariencia no hacía más que confundirla al recordar aquel húmedo y excitante sueño del que, el, se había convertido en protagonista y eso no ayudaba a calmar su vergüenza al verlo a la cara.

Sus pasos la llevaron templo tras templo pidiendo el permiso correspondiente a sus moradores hasta que casi sin darse cuenta llego al templo de Virgo donde se quedó un momento parada en la puerta observando aquellas dos enormes estatuas de vírgenes que la decoraban como sendas guardianas de aquel enorme templo y el recuerdo de su guardián paso por su mente, no lo había visto desde lo que había sucedido con el meses atrás, claro que él no era mucho de dejarse ver tan seguido, aunque sabía que últimamente lo habían estado mandado a misiones recurrentes.
Entro despacio pensando en ello y en que quizás no se encontraría allí, aun así pidió el acostumbrado permiso que como doncella debía pedir a su superior sin recibir ninguna respuesta, dándose cuenta de que ni siquiera estaban por allí las doncellas que servían en aquel lugar, camino un poco más confiada adentrándose al enorme templo sintiendo la frescura que este proporcionaba contrastando con el calor de afuera; mientras caminaba con paso lento observaba aquellas decoraciones de estilo hindú en las paredes con aquellos hermosos medallones en las ventanas a los que llamaban "mantras" y que dejaban colarse la luz del sol con los colores que lo adornaban y se plasmaban en aquel suelo cristalino iluminando los detalles florales que reinaban en ese recinto, era verdaderamente uno de los templos más bellos de todos y en el cual se podía respirar una atmósfera de tranquilidad apta para meditar.

La chica camino admirando los detalles de cada esquina cuando de pronto vio frente a ella el lecho de meditación, adornado con esa bella flor a la que su guardián llamaba "flor de loto" y que era un icono importante de su cultura, cosa que la hizo pensar en los comentarios que Aldebarán había hecho acerca de la introducción de aquella extraña religión al Santuario por aquel joven con su llegada, pero Aurora no prestaba atención a eso, estaba maravillada observando con detalle los grabados de dicho templo cuando desvío su mirada y vio sorprendida al Santo de Virgo meditando en completo silencio y se sorprendió pensando que hacía solo unos segundos atrás no había nadie allí. La chica de inmediato se apresuró a reverenciar pidiendo disculpas por adentrarse así a su templo, pero no recibió respuesta alguna; Aurora levantó un poco su rostro y miro al joven que en posición de loto seguía inamovible tal y como si no estuviese allí; algo así había escuchado del Santo de Virgo, que podía desprenderse astralmente y viajar a otros lugares y mientras su cuerpo permanecía allí inmóvil en estado de meditación profunda él iba y venía entre dimensiones, pensó que ese era el caso.

Con cautela se acercó mirando atenta aquel bello rostro que inmutable permanecía serio y quieto, llegó hasta estar justo al frente suyo observando aquellas facciones finas y alargadas propias de la cultura hindú con su mechón de cabello dorado cayendo por su frente cubriendo aquel sinuoso punto, representación del tercer ojo en su cultura, más allá aquellos ojos sellados desde su nacimiento por su ceguera y que le permitían sentir más que un humano promedio, aquella nariz afilada y esos labios delgados sonrosados y tentadores. Siguió bajando mirando su cuerpo cubierto por su armadura dorada haciéndolo lucir fuerte y estoico con sus manos entrelazadas en una forma curiosa así como sus piernas, Aurora se acercó tanto que podía ver claramente su piel inmaculadamente blanca y pura y cada detalle de aquel rostro tan galante y apuesto; detalles que sin lugar a dudas no había podido apreciar la última vez que estuvo tan cerca de él.
- Buenas tardes Aurora...- de pronto dijo el joven a quien había estado admirando haciendo que la chica respingara y cayera atrás impresionada y asustada por el repentino saludo.
De inmediato la joven se alejó y reverencio disculpándose por la falta de respeto al haberse acercado de esa manera a él.
- ¡Joven Asmita!... por favor discúlpeme... yo... no era mi intención interrumpir su meditación –
- No te preocupes... –

Aurora se sentía avergonzada pero no quería salir de allí, la paz y el fresco de aquel templo la invitaba a quedarse, se quedó allí en silencio mirando a un lado por unos momentos cuando fue el propio Asmita quien preguntó aun sin moverse de su posición:
- Puedo sentir que estas triste... angustiada... confundida... lo que sientes es una marea de sensaciones que perturban y llaman la atención... dime... ¿quién o qué te hace sentirte tan confundida? –

El Lienzo de las rosas: Rosa RojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora