Francia, mediados del siglo XVIII.
Todo transcurrió en enorme y magnífico palacio, no muy lejos de una pequeña aldea en la que vivían poco más de doscientos granjeros y artesanos.
El castillo en cuestión pertenecía a un apuesto y varonil príncipe. Estaba compuesto por cuatro alas gigantescas, con varias torres de la mejor piedra del mercado, con las mejores y exquisitas decoraciones exteriores, esculturas talladas en piedra con diferentes formas animalescas. El palacio tenía un jardín que se extendía colina abajo, con arbustos bien podados, rosales escarchados y de buen aroma y laberintos a modo de decoración. Era la parte más magnífica de todo el palacio, y sin duda el príncipe solía pasar las tardes en el jardín, ya fuera caminando o montando en su majestuoso corcel negro.
Cuando el sol se ponía a las espaldas del castillo, éste emanaba una preciosa luz anaranjada, como si fuera una aureola que perfilaba los laterales del castillo.
Pero no sólo era bonito por fuera. Por dentro, se daban las mejores fiestas y reuniones que la región alguna vez hubiera visto. Al príncipe le gustaba, era muy coqueto y sentía un enorme gozo cuando recibía a sus invitados de la alta nobleza y éstos le llenaban los oídos de cumplidos, que hacían su ego crecer como la hierba del jardín.
El salón principal se llenaba de montones de mesas con manteles de refinada y suave tela blanca, con exquisitos bordados de oro puro. Los canapés y entremeses eran elaborados durante horas por los mejores cocineros del país, las partituras de la orquesta eran compuestas al detalle y milímetro según la ocasión; ya fuera un simple y para nada ostentoso reencuentro entre amigos, o el cumpleaños del príncipe.
Todo tenía que ser perfecto. Todos tenían que ver lo maravillosa que era su vida.
Las joyas de plata y oro y piedras preciosas traídas de la India, delicadas telas que formaban su armario, los más caros relojes de París, la mejor decoración; el príncipe lo tenía todo.
Pero, si bien su vida era admirada por todo el mundo, en la que no le faltaba tener nada que no tuviese ya, el príncipe se sentía solo, en su enorme castillo. Por supuesto, él nunca lo admitiría, era demasiado egocéntrico como para admitirlo. En su lugar, llenaba su vacío a través del resto, tratando de alcanzar las expectativas que todos tenían en él, sin llegar a sentirse bien del todo.
Sin embargo, ese profundo vacío no le eximía de su cruel y ruda actitud. Era considerado como el hombre más guapo y apuesto de la zona, lo idolatraban tanto que muchas veces lo llegaban a comparar con algún Dios. Así que él necesitaba estar a la altura de lo que los demás pensasen, por lo que, con los años, se fue convirtiendo en una persona cuyo envoltorio relucía y brillaba, sin prestar atención a lo podrido que estaba por dentro.
Superficial, engreído, narcisista, egoísta.
El príncipe no era capaz de amar a otra persona que no fuera su reflejo en el espejo.
Veía a todos los aldeanos como insignificantes moscas en comparación con su increíble porte. A los nobles, los veía como ratas chupasangre que se agarraban a un clavo ardiendo, que estaban dispuestos a lamer la suela de sus zapatos con tal de quedar bien delante de él, algo que el príncipe notaba cada vez que alguno le dedicaba una sonrisa camuflada en una profunda envidia.
Él nunca prestaba atención a ese tipo de actitudes, pero se daba cuenta sin quererlo. Era tal su agudeza e intuición, que al final acababa descubriendo qué noble se había acerca a él por puro interés, aquel que en un futuro le traicionaría en cuanto le surgiera la oportunidad. Pero el príncipe era lo suficientemente inteligente como para no dejarse manipular por nadie, ya que a veces subestimaban sus capacidades al ser tremendamente joven e inexperto, pero la verdad era que el príncipe se había pasado toda su vida siendo educado por cientos de profesores privados y consejeros.
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Beauty and the Beast》KookV (Completa)
Fanfiction❝Un castillo maldito, una bestia y un corazón puro❞ Jungkook nunca fue esa clase de príncipe amable y empático; nació rodeado de comodidades y de gente que lo adoraba por su físico. Su alto ego y altanería lo condujeron a ser víctima de un maleficio...