trece 🥀

8.1K 1K 671
                                    

Los días fueron pasando, hasta que definitivamente Jungkook dejó de comer. Era horrible cada vez que se metía algo a la boca y su organismo lo rechazaba como si fuera veneno. Incluso su ritmo cardíaco y respiración eran cada vez más distintos, como si respirase simplemente por la inercia de hacerlo, en vez de por una necesidad para vivir.

Era preocupante, por supuesto. Namjoon tenía al príncipe entre ceja y ceja, su alta preocupación hacía que hiciera acto de presencia más a menudo. Por lo usual, estaba en alguna sala de palacio o en el laboratorio investigando más sobre la rosa, buscando en libros antiguos algún indicio de otra maldición que hiciera el efecto rebote. No obstante, todo era mil veces más complicado cuando era una salamandra, y sus capacidades móviles se veían tan limitadas.

A pesar de eso, y del inminente problema que los habitantes de palacio veían venir, Jungkook no parecía demasiado preocupado. Tenía a Taehyung con él, y eso era más que suficiente.

Aunque debía admitir que la idea de tener allí, como si fuera un esclavo, como si Taehyung no tuviera plena voluntad para estar ahí al cien por cien, le hacía sentir mal.

Jungkook no quería que Tae se sintiera asfixiado, ni en la obligación de quedarse en palacio. Habían pasado semanas desde que estaba allí, y no podía evitar pensar que, por mucho que le doliera admitirlo, esa no era la vida de un campesino como Taehyung.

Le estaba robando su finito tiempo como humano.

Le amaba, por supuesto que sí, y sabía que era recíproco. Pero al contrario que él, Jungkook iba a ser un demonio para el resto de la eternidad. Sería inmortal, algo que obviamente Taehyung no era. Le atormentaba la idea de no poder envejecer con él, de ser testigo de cómo el tiempo le pasaba factura a su canela piel y a su cobrizo cabello.

Puede que aquella idea fuera precipitada, puede que Namjoon jamás hubiera pensado que Jungkook pudiera sentir de aquella manera tan fuerte por alguien que no fuera él mismo.

Pero así habían resultado las cosas, y por más que pareciera extraño, era la verdad.

Obviamente, los nervios en el castillo estuvieron a flor de piel esos días. Jungkook tenía una gran presión sobre sí mismo. No sólo tenía que pensar en su idílica relación con el humano, sino también de todas las vidas humanas que estaban en juego en su palacio.

Él era el amo. Debería de hacer algo por todos sus siervos, que le habían servido durante tantísimos años. Ellos no merecían cargar la culpa por sus pecados, pero tampoco sabía qué hacer.

Buscar a la hechicera, definitivamente no era una opción.

Ya lo intentaron los primeros años, sin éxito, hasta que se dieron cuenta de que una hechicera no era nada fácil de encontrar. No iba a dejarse ver, así como así, ni tampoco iba a ayudar a Jungkook por más que éste le prometiera que había cambiado.

Que había conseguido poder amar de corazón, sin trabas ni mentiras.

Taehyung era consciente de todo, y se sentía impotente de no poder hacer nada por ellos. Le dolía ver como Jimin lloraba a escondidas de vez en cuando, y cómo Yoongi le descubría y se quedaba con él, consolándolo. El humano sabía la afinidad que había entre ellos dos, un amor casi como el de hermanos, aunque a veces quisieran tirarse de los pelos hasta matarse.

Vivir en palacio, con Jungkook, era como un sueño, pero también era un poco agonizante. No por el demonio, claro estaba. Taehyung estaba encantado, parecía que estaba viviendo un libro de fantasía. Pero era una persona demasiado empática, y no soportaba ver cómo la tristeza hacía decaer a los habitantes del castillo.

"¿Y si busco yo a la hechicera? Puede que, si yo hablo con ella, cambie de opinión", ofreció Tae una noche, recibiendo una negativa por parte del consejero.

Beauty and the Beast》KookV (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora