⚓ El perdón no es para todos ⚓

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Con el paso de los días Vanessa le daba más paso al perdón, ya que siempre le gustaba mantener contento a su padre, y si eso le hacía feliz, ella era feliz

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Con el paso de los días Vanessa le daba más paso al perdón, ya que siempre le gustaba mantener contento a su padre, y si eso le hacía feliz, ella era feliz.

Finalmente, Enrique pudo respirar con calma. Su hija se encontraba frente a su madre. Ambas se contemplaban, una con mucha alegría y la otra con una expresión nula en su rostro. El hombre suspiró, prefería eso a que Vanessa estuviera haciéndole reclamos a la mujer.

Horas antes, el hombre recibió un mensaje de parte de Ana, el mensaje decía que ella pasaría la tarde en su casa para así hablar con Vanessa. El pelinegro tenía sus dudas, sin embargo, todo estaba saliendo de maravilla o eso pensaba.

Ana, cansada de esperar a hablar con su hija, le preguntó:

— ¿Cómo has estado, Vanessa?

La chica intentando disimular lo más que podía su disgusto de tenerla enfrente le contestó:

— Lo normal, entrenamiento, viajes, altercados y mucha terapia con los doctores.

La mujer asintió con la cabeza y pasó a preguntarle qué le gustaba y quiénes eran sus amigos, la chica respondía lo mejor que podía, dejando satisfecha a su madre. Pasado un tiempo la pelinegra recibió una llamada y se fue a su habitación a hablar por teléfono, Enrique iba a protestar por esto, sin embargo, Ana le dijo que la dejara ser. 

El de ojos miel frunció el ceño y se enfrascó en una seria conversación con Ana. Ellos, conversando del pasado, no se dieron cuenta, sino cinco minutos después que Vanessa los escuchaba. Escuchó cómo Ana y su madre habían manipulado a Enrique y cómo el corazón de Elián fue roto en mil pedazos, esto alteró mucho a la chica, que salió inmediatamente y grito:

— ¡Eres la peor persona de este mundo! ¡No mereces llamarte mi madre, tú no lo eres, arruinaste nuestras vidas y más! ¡Te odio, te odio! — y sin que el padre pudiera detenerla abofeteó a la mujer, volteándole la cara de forma violenta. El hombre cogió a su hija en brazos y con súplica, le aconsejó a la mujer que abandonara su casa y que nunca más volviera. Ella, triste y con lágrimas en los ojos, se fue cerrando suavemente la puerta, mientras Vanessa lloraba entre los brazos de su padre, el que también lloraba, porque no olvidaba, ni nunca olvidaría.

Es que ¿cómo olvidar? ¿Cómo olvidar que alguien te separó de la persona que amas, que te forzó a algo con ella, que te maltrató y tuviste que sufrir eso junto con tu nuevo mundo, tu hija? ¿Cómo alguien puede ser tan fuerte?

El narrador no decidió contar esta historia para basarse en el perdón ciego, porque se sabe que el perdonar no es para todos y que hay que ir trabajando para practicar este valor adecuadamente. Día tras día, año tras año, el dolor va disminuyendo. Sólo que estas dos almas heridas, esta pequeña familia rota, no estaba para nada preparada para olvidar y darle una mano a esa persona que tanto daño hizo. El narrador decidió contar esta historia para demostrar una vez por todas la naturaleza humana, que no es mala ni buena, sino cambiante. 

Las personas son tan complejas y actúan de formas tan disparatadas, cambian tanto y es un hecho que algunos están tan heridos que no pueden ni pensar en perdonar. 

El perdón no es para todos, sólo para los más fuertes y el ser "fuerte" no es ser precisamente el mejor.

El perdón no es para todos, sólo para los más fuertes y el ser "fuerte" no es ser precisamente el mejor

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En la noche, padre e hija, estaban en el sofá, uno al lado del otro.

El hombre, con mucho dolor en el alma, empezó a hablar:

— Cuando empezaste el viaje dijiste que querías saber la historia de cómo conocí a Elián.

Ella negando con la cabeza dijo:

— Papá, ya has pasado por mucho dolor, no deberías de contarme, tal vez un día que te encuentres mejor, ¿no?

Él insistió y así comenzó su relato:

— En mi primer día de escuela todo estaba mal, llovía, mi madre me había levantado tarde, había un tráfico terrible. Tanto así que llegué a las dos horas de comenzar la primera clase. Estaba empapado y tenía un frío que me calaba los huesos. Entré a la clase y la profesora, muy amable, me dijo: "te ayudaré a secarte", y efectivamente, me secó con una toalla y un secador de pelo a nivel medio. Mi cabello parecía un torbellino de lo revuelto que estaba. Cuando entré finalmente, me encontré con 20 ojos diferentes que me observaban y de esos 20 ojos, sólo uno de ellos me llamó la atención, arriba de aquellos ojos maravillosos se encontraban las cejas más bonitas y espesas que había visto en toda mi vida, esos ojos eran tan profundos que aparté la mirada. Miré a la profesora y me hizo presentarme ante mis compañeros y compañeras. Torpemente avancé hacía el puesto que ella me señaló, justo atrás del niño de los ojos bonitos, ese niño era Elián, por cierto.

La chica, enternecida, preguntó:

— Pero, papá...

— ¿Sí? — preguntó el hombre con una sonrisa.

— Tengo entendido que Elián y tú no se llevaron bien hasta muchos años después.

Él sonrió y dijo:

— Eso es historia para otro día. 

Con esto prosiguió el relato:

— Mi cabeza estaba abajo. Sentía vergüenza de mirar siquiera a ese niño. Era tan lindo y perfecto. Él, sin yo esperarlo, volteó y me dijo: "Hola, ¿por qué viniste mojado" La forma tan inocente en la que me hizo esa pregunta me hizo contestarle enseguida: "Es caminé junto a mi madre en la lluvia, no tenemos auto". Él asintió y al rato me dijo que se llamaba Elián Almirez y yo le contesté que me llamaba Enrique Villanueva. Podría decir que nos hicimos amigos en ese instante, pero no. Ese año mi padre nos abandonó, se fue con otra mujer y mi madre se quedó a mi cargo. Me volví un niño grosero y empecé a ocultar mis sentimientos por medio de una máscara.

La chica escuchaba con tristeza el relato y se preguntaba:

"¿Por qué la vida es tan injusta?"

"¿Por qué la vida es tan injusta?"

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El dolor de amarte | ✔️ EFECTOS DE AMARTE 1#Donde viven las historias. Descúbrelo ahora