CAPITULO 13

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MIKE

Sentirla entre mis brazos nuevamente fue la sensación más extraña que sentí, fue sublime, sus labios en los míos, sus manos rodeando mi cuello, entregándose, mi Alexa, había vuelto a mí y era la sensación más hermosa que podía sentir pero había algo que me hizo alejar de ella.

-¿Cómo pude sobrevivir sin ti?- dijo y algo se quebró en mi interior.

La vi llorar pero no podía sentir su dolor, ella pudo sobrevivir a mi recuerdo, formó una familia lejos de mí y eso era algo a lo que en este momento no sabía cómo reaccionar.

-Ya estoy aquí y no volveré a dejarte, jamás- fue lo único que pude decir en ese momento.

Intenté alejar aquel huracán que estaba arrasando con todo lo bueno que sentí al verla nuevamente pero no podía entenderlo, confió más en él, el maldito que la drogó y manipuló alejándola de mi lado. No podía...

-Perdóname, por favor, perdóname- calla por favor.

-Tranquila, volverás a colapsar y no quiero verte entre estas paredes, hay mucho que hacer allá afuera Alexa-

Dije alejándome de ella lentamente, no entendía mi reacción después de diez malditos años esperando por ella.

-¿Mi hija?-

Y aquello terminó de romperme, no pude evitarlo, su hija, demonios Alexa, podías preguntar algo más, tu madre, tu hermano, Miranda, no puedo.

-He hablado con Jona al respecto y Steve un amigo de él que fue quien te encontró ya está trabajando en ello- dije serio.

-Mike yo...-

-Luego Alexa, tenemos tiempo de hablar de ello-

No podía mirarla a los ojos, quedé con la mirada fija en mis manos tomando las suyas y con una y más preguntas sin respuestas, no podía entenderlo, era yo quien sufría en silencio su ausencia, era yo quien la esperaba, la buscaba en cada rostro, jamás me rendí y ella...

-Mike, tú...- intentó decir pero no quería oír nada

-Debo llamar a Jona, ya regreso-

Caminé hasta la puerta sin mirar atrás no soportaba más, sentía que el aire me faltaba, recosté mi espalda contra la fría pared y lentamente abandoné el pasillo donde ella se encontraba.

La noche había caído sobre Seattle y con ella todo se volvió una maldita pesadilla. Debía tranquilizarme antes de hablar con Jona o se preocuparía por su hermana. La vibración en mi bolsillo me distrajo de mi pensamiento. Efectivamente, era Jona.

-Michael-

-Hermano...-

-¿La encontraste Mike?- escuché a Miranda.

-Sí-

-¿Cómo está?-

-Bien, estable-

-¿Tú? ¿Qué hay de ti?- dijo como midiendo sus palabras.

-He sobrevivido a cosas peores- mascullé.

-Hermano, ¿Qué está pasando allí?- dijo Jona alterado.

-Que está preocupada por su hija, se pregunta cómo sobrevivió sin mí diez años, ¿Y el idiota de Mike? ¡No puedo soportarlo! Pasó por encima de todos mis recuerdos y vivió feliz con ese tipejo durante diez años- solté al fin.

-Hermano cálmate por favor-

-¡Me calmo una mierda!- gruñí.

-¿Michael?- escuché a Miranda.

-Debes ayudarla con su hija, eso la pone mal y no podrá salir de aquí a buscarla, yo...-

-Mike, piensa bien lo que harás...-

-¡No es mi culpa!- escuché los gritos tras de mí.

-Debo irme, parece tener un ataque de ansiedad-

-Espera por mí, llegaré lo más pronto posible, no la dejes sola al menos hasta que yo llegue-

-Lo haré por ti hermano- sentencié finalizando la llamada.

Volví sobre mis pasos hasta llegar a la habitación, vi dos enfermeros ingresar con jeringas en una pequeña bandeja.

-Debe calmarse o la pondremos a dormir señora Bronx- dijo la enfermera.

Su cuerpo convulsionaba, los espasmos eran muy fuertes, me dolía verla así, impotente, indefensa, pero no movía nada en mí, nada, al menos por ahora, quería creer que era nada más por el shock del momento, el reencuentro, las preguntas sin respuestas, juro que intentaba entenderla.

En un momento su mirada se conectó con la mía y vi la desesperación en la suya, no quería que la pongan a dormir, pero despierta sería peor, solamente giré sobre mis pies y abandoné la habitación.

-¡Mike! ¡No me dejes! ¡Entiende por favor!- gritaba hasta gastar su último aliento.

Cubrí mis oídos con las manos al tiempo que tironeaba mis cabellos dejándome caer contra la pared. No es mi Alexa, ¿Qué diablos hiciste con ella maldito Trovato?

-Maldito enfermo- mascullé tragando mis lágrimas.

-¿Mike?-

-Scarlet- dije poniéndome de pie al verla angustiada llegar hasta mí

-Hijo, ¿Estás bien?- se acercó para abrazarme.

-Lo siento Scarlet, pero no puedo estar aquí-

Sus ojos se clavaron en los míos tratando de averiguar qué es lo que pasaba por mi mente pero ni siquiera yo lo sabía, era todo tan confuso, el dolor, la decepción y el engaño eran mayores que el amor que sentía por ella en ese momento.

-¿Mike? ¿Vas a abandonarla?- aquello hizo que me detuviera.

-Te prometí encontrarla y así lo hice- sentencié antes de salir de allí.

No dijo nada, tampoco me siguió y lo agradecí, por Dios que lo agradecí porque no tenía respuesta para ninguna de sus preguntas. Me negaba a que Alexa formara parte de mi pasado, más aún ahora que la encontré pero, qué hacía con todo lo demás.

-Es demasiado por ahora, necesito un respiro- dije mirando el cielo estrellado.

Busqué mi camioneta y tras colocar música en ella me dirigí a visitar a alguien que sentía y podría llegar a entenderme en este momento. La necesitaba más que nunca.

-Aunque no te pueda ver- susurré dejando que las lágrimas cayeran al fin.

A lo lejos pude divisar las rejas del cementerio, algunos dirían que es una locura venir a un cementerio por las noches pero generalmente tengo más miedo a los vivos que a los muertos. Seguí el sendero y dejé estacionada a Silver frente a la entrada principal y esperé que el guardia se marchara a hacer su ronda.

-Es tiempo- mascullé.

Bien y podía haber llegado por la mañana, esperar un par de horas más y entrar como la gente normal pero la situación por la que estaba pasando me llevaba a cometer este tipo de locuras.

-Mierda, esto será difícil- dije viendo la altura de las rejas.

Comencé a trepar lentamente y una vez vi al guardia lo suficientemente lejos di un salto y caí sobre la grama seca del cementerio. El pequeño ruido que hizo mi cuerpo alertó al guardia quien se volvió sobre sus pasos iluminando con su linterna.

-Maldición, juro que no volveré a escuchar esas malditas historias de mi hijo antes de venir- masculló.

-Con que crees en fantasmas guardián- susurré soltando una risa.

Caminé del otro lado del sendero para evitar volverlo a cruzar y seguí hasta llegar a esa peculiar piedra con nombres y frases de amor grabadas, limpié con las manos la hojarasca que había sobre ella y me senté cruzando las piernas.

-Lo siento mamá pero no hubo tiempo para flores hoy- dije apoyando mi cuerpo sobre la tumba.

VOLVER A VIVIR  (Saga Vida #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora