Sin miedo a enamorarse - Pedritatí -

Capítulo 8

Un leve murmullo se instaló en el salón después de la revelación dada por Martín. El escepticismo se vio reflejado en el rostro del periodista de baja estatura y se sumó a ello una amplia sonrisa, con sus colmillos sobresaliendo. Daba la sensación de ser un lobo hambriento que acababa de atrapar a su presa y estaba ansioso por devorarla. Su mirada le provocó escalofríos a Martín, por lo que a partir de ese momento prefirió desentenderse de él.

El cantante decidió ignorar a aquellos que deseaban seguir formulándole preguntas, se despidió amablemente de la prensa y salió del salón; por un breve momento anheló con todas sus fuerzas dejar de ser Pedro Fernández, poder convertirse en un simple mortal y dar un paseo a pie por un parque para tratar de despejar su mente. Sin embargo, eso nunca sería posible, así que se resignó a dirigirse en su camioneta rumbo a su departamento.

Al llegar, trató de comunicarse decenas de veces con Rebeca, pero se negó a contestarle las llamadas y mensajes. Por otra parte, sus hijas lo llamaron muy avergonzadas por los problemas que su madre le está ocasionando con la prensa y las noticias falsas que circulan en todos los medios. El hecho de volver a trabajar con Itatí provocó celos en ellas. Al final, le advirtieron a Martín que pronto irían a visitarlo a los sets de filmación.

Cuando la llamada a sus hijas finalizó, se volvió a instalar en su departamento un silencio sepulcral. El único sonido que se percibía era el del incesante vibrar de su teléfono celular. El actor decidió ponerlo una vez más en silencio y aprovechó la ocasión para fijarse en la hora. El reloj señalaba que apenas eran las seis de la tarde. Un largo suspiro fue exhalado por él, no tenía idea de qué hacer con tanto tiempo libre. No se sentía con ánimos de componer y los libretos de la película a estas alturas ya se los conocía al pie de la letra.

El cantante pensó en ir a su cuarto a mirar Netflix, pero apenas dio un par de pasos y chocó con las múltiples cajas que invadían su departamento. Si bien es cierto, Martín se ha mudado hace un par de meses, pero ni si quiera se ha tomado la molestia de terminar de desempacar. Había leído una vez que eso sucede cuando las personas no se sienten del todo cómodas con el ambiente en el que se encuentran, también si el lugar en el que están no puede ser definido por ellos como un "hogar". ¿Y cómo podría considerarlo de esa manera? El departamento que ha alquilado está bañado con un tono gris, lo único que podría considerarse comestible se encuentra en su refrigerador (las sobras de la comida que ordenó ayer) y al ambiente lo adorna las botellas vacías de alcohol que están esparcidas sobre su mesa.

En ese instante una luz iluminó al actor, fue consciente de lo decadente que era su situación actual y decidió cambiarlo. Pasó gran parte de la noche desempacando sus maletas, deshaciéndose de las botellas vacías y se prometió a si mismo que el día de mañana pasaría al supermercado para comprar comida para la despensa. No podía seguir alimentándose a base de pedidos a restaurantes.

En el momento en que llegó su pedido y se dispuso a comer en su sala su teléfono volvió a iluminarse una vez más. Sus ojos revolotearon cansados hasta que se fijaron en quien era el destinatario de ese mensaje: Itatí Cantoral.

"Buenas noches, Martín. Quería agradecerte por haber aclarado las cosas hoy con la prensa.

También por las palabras que me dedicaste. Sabes que yo te considero de igual manera.

Nos vemos mañana."

Martín leía su mensaje con una sonrisa en los labios mientras pensaba que podría acostumbrarse fácilmente a recibir uno cada noche. Poco a poco iba descubriendo lo encantadora que es Itatí. Y es innegable que mientras más la trata, los deseos de seguir conociéndola aumentan.

"Yo fui quien te metió en este embrollo...

Es lo mínimo que podía hacer.

¿No te molesta que haya ventilado nuestra reciente amistad?"