Durante el trayecto, el cual fue bastante breve, se dedicó a responder las diversas preguntas que Itatí lanzaba sobre el lugar en que vivía. Le resultaba muy divertida la curiosidad latente que la caracterizaba. Sin embargo, ese sentimiento se erradicó en el instante en que la observó tomar su bolso para sacar unos lentes oscuros de un tamaño tan considerable que terminaron ocultando gran parte de su cara.
Mientras los segundos transcurrían, la incomodidad de Martín se incrementaba. Por eso, cuando ambos ingresaron al ascensor, decidió girar su cuerpo en dirección a Itatí y retirarle con delicadeza el accesorio del rostro.
-Ya no los vas a necesitar. -se los depositó sobre la mano, a la vez que le dedicaba una sonrisa tranquilizadora-
-Está bien. -susurró todavía insegura-
Martín la sujetó de la cintura, pudiendo reconocer con sus dedos una de las múltiples curvas que se encontraban escondidas tras una sencilla tela de algodón. Después, ya habiendo salido del ascensor, se acercó hasta su puerta e introdujo la llave. Toda acción fue realizada sin retirar la mano de la cintura de Itatí, negándose a soltarla.
-Bienvenida a mi hogar. -pronunció con una sonrisa al ingresar al inmueble, guiándola con su mano hacia el centro de la sala-
El pelinegro advirtió cómo sus ojos marrones claros centelleaban, llenándose de una curiosidad fascinante. En primer lugar, los observó pasearse sobre los sofás que se hallaban repartidos, en forma de medialuna, alrededor de una pequeña mesa de cristal. Luego, se vieron atraídos por una mampara de vidrio templado que les entregaba una vista incomparable de la ciudad.
-Esto es precioso. -comentó la rubia, presionando un par de dedos contra el frío cristal que la separaba del exterior- A veces tenemos un ritmo de trabajo tan agitado que nos olvidamos de apreciar las cosas tan simples y sencillas. -reflexionó después de un par de segundos, girándose a mirarlo-
-Creo que el tiempo, en algunos casos, es un privilegio. -contestó con un tono melancólico, recibiendo como respuesta un pesado silencio- Hay algo que te esté molestando? -preguntó de improvisto, sorprendiéndola-
-No. -negó con rapidez-
Martín la vio dirigirse hacia la mesa de madera que formaba parte del comedor. El mueble estaba constituido por un largo tablero rectangular de color chocolate, al cual lo acompañaban en esa oportunidad seis sillas.
-De lo único que no te pude convencer fue de comprar la mesa circular de cinco asientos. -recordó con una sonrisa, evadiendo por completo el tema anterior-
-No tenías oportunidad de persuadirme de lo contrario. -respondió con franqueza, curvando los labios ligeramente al pensar en las múltiples posibilidades que se representaban un solo objeto- Acompáñame a la cocina. -agarró firmemente su mano, sin darle la oportunidad de aproximarse al piano y ver las múltiples partituras que se encontraban repartidas sobre él-
Martín le dio la confianza a Itatí para que se situara en el lugar que le proporcionara más comodidad, mientras él se encargaba de prepararles unos pequeños aperitivos. Al inicio, pensó en cocinarle, sin embargo, luego de advertir el cansancio que se reflejaba en los orbes marrones claros de la actriz, terminó desistiendo.
-¿De verdad no me vas a dejar ayudarte? -preguntó con el inicio de un puchero en sus labios, apoyando una de sus manos en la mejilla-
-Déjame hacer esto por ti. -la rubia mantuvo el gesto, luciendo totalmente adorable- Por favor. -pidió usando un tono de voz mucho más suave y dulce, logrando que finalmente ceda- La próxima vez realmente me gustaría cocinarte. -siguió hablando, a la vez que cortaba varios trozos de pan de molde en pequeños triángulos- Tengo ganas de que dejes todo en mis manos y me permitas sorprenderte.
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Sin miedo a enamorarse - Pedritatí -
Lãng mạnEn una de las últimas entrevistas que le hicieron a Itatí, una de las preguntas más relevantes fue cuando le interrogaron sobre si ya sabía quién era el amor de su vida. Ella con mucha pena respondió que no. Le pidió al entrevistador que le de unos...