Rivera-Hamada.

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—¡Abuela Coco, abuela Coco!— Gritaron con entusiasmo un trío de mocosos antes de bajar corriendo del auto y abrazarse a sus piernas.

La chica intentó sostenerse como pudo para no caer.

—Ay, están tan lindos y grandes.— Respondió enternecida.

—Pero... ¿¡como que abuela!?— Les grito ofendida la Rivera de grandes ojos marrones. Los tres diabillos le respondieron con risitas y corriendo al interiror de la casa de la mujer.

—Coco, hermanita, muchas gracias por cuidar a los niños estos días.— Miguel que vestía un elegante traje negro se acercó a su hermana y la abrazó con cariño. La morena correspondió de inmediato con una amplia sonrisa llena de maldad. Golpeó con fuerza entonces el estómago de su hermano mayor logrando sacarle el aire.

—Sí les vuelves a decir a tus escuincles que me digan abuela, te juro que yo misma me aseguro que tu foto sea parte del altar de este año.— Amenazó la bailarina entre risas.

—Disculpalo cuñadita, es que a tu mamá se le cayó de chiquito varias veces.—

—Yo creo que lo tiró del techo de la casa, porque si lo dejo bien menso. Hola Hiro.— saludó efusivamente con un abrazo y una amplia sonrisa al genio que al igual que su marido usaba un traje de gala.

—Gracias por cuidar a los niños hoy, te prometo que se comportan de maravilla y ya mañana a primera hora vendremos por ellos.—

—No seas tonto lo que sea por ti cuñado, sabes que adoro a tus mocosos y a la pequeña Rose.— Aseguró la chica con calma.

—Te lo agradezco tanto, y bueno Tipolina también manda una pequeña compensación por la molestia.— Dijo con una sonrisa cómplice y extendiendo una bolsa negra a Coco.

—Ah, por eso me caes mejor que mi hermano.— Aseguró la morena recibiendo la bolsa gustosa.

—¡Oye!—

—Cuando tú me sobornes para hacerte favores hablamos de tu puesto en mi lista de favoritos.— Miguel hizo un puchero que provocó la risa de su esposo, haciendo al genio merecedor de un pequeño empujón de parte de su pareja.

—Bueno pequeña chismosa, ya nos tenemos que ir, gracias por cuidar a los niños. Te vemos mañana a medio día.— El músico tomó de los hombros a Hiro y se encaminó con rapidez al auto, mientras los niños apenas volvían a salir para despedirse. Los pequeños Rivera-Hamada corrieron a abrazar y darles un beso a sus padres. Hiro les dio un gran y asfixiante abrazo como los que su tía Cass solía darle.

Una vez en el auto, ambos adultos se despidieron de Coco por última vez y Hiro se aseguró de gritarle a Eli, Héctor y Rose que se portaran bien y obedecieran a su tía Socorro.

—¿Y en donde será el evento benéfico al que iremos?— Preguntó el azabache curioso mirando la ruta que Miguel tomaba.

—Sobre eso...— Dijo el músico ligeramente nervioso.

—Miguel, amor... ¿Ahora que hiciste?— Hiro miró a su pareja con una cara de reproche.

—Tal vez, yo hablé para avisar que no podría presentarme a la gala. Pero antes de que te molestes, me aseguré de hacer una gran donación al centro benéfico que apoyaban, ni siquiera van a notar que no estamos ahí, gomita.— Dijo el moreno con una pequeña sonrisa, intentando no enfadar a su pareja.

—¿Que tienes en mente Rivera?— Preguntó curioso el genio. Miguel se relajó, el tono de su pareja indicaba que su plan había funcionado a la perfección.

—Bueno, desde que nació Hector. No hemos tenido ningún momento a solas Hiro entonces estaba pensado en  pasar una velada romántica contigo.— Era verdad, tenían siete años donde el poco tiempo que tenían siempre era compartido con sus pequeños y no se quejaban, amaban a ese par. Pero les hacía falta un poco de tiempo en pareja.

Solo Tú (Higuel) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora