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El mundo nunca es lo que esperamos. Y Chiara, una chica normalmente organizada...
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El general Jolas se adentró en el salón real y se inclinó ante Domina; quien estaba acompañada, a su derecha, por Jual y, a su izquierda, por Abbot.
—General, ¿tiene noticias para mí?—pregunta Domina.
—Así es, mi reina. Ada y Milia planean atacar el castillo en busca de los imperiums, pero su verdadero objetivo es el príncipe Nathaniel. Quieren sacarlo de aquí, planean usar el imperium de sombra para derrotarla.
—¡Vaya!—exclama ella—Pensaba exactamente lo mismo, solo que yo planeaba dejarlos vivir un poco más. De acuerdo—Se puso de pie y anunció a todos los presentes—. Lleven al príncipe segundo al calabozo veintinueve. Abbot, espero que hagas los honores.
Este se inclinó en señal de afirmación y sonrió para mostrar complacencia.
Nathaniel caminaba sin resistirse, hasta que vio esos números: 2 y 9. Comenzó a patalear y pedir por favor que lo dejaran ir, que habían otras formas, que por favor no lo hicieran; no porque temiera por su vida, sino que temía por la vida de su pueblo y su familia. El calabozo veintinueve era sinónimo de extracción indebida de miembros.
Lo acostaron en una cama tan fría como el hielo; lo ataron de pies, manos y cuello; y Abbot cantó suavemente una canción de cuna especial que decía:
Cuando el cielo ya no brille
duerme pequeño, duerme.
Que las nuevas maravillas
en tu mente están
y en ningún otro lugar.
Suelta pequeño, suelta.
que nada te ate a la piel esa
que tanto mal te hace.
Y libera esa cadena
para volar a un poder nuevo
tan magnífico y seguro
como cualquier imperium.
Así, con esas palabras tan mágicas, el imperium de sombra se durmió; aún cuando Nathaniel lo intentaba buscar, lo intentaba usar; solo se durmió y ya no se activó. Fue entonces cuando Abbot enrolló su látigo arriba del codo del príncipe y tiró. Tiró tan fuerte que en menos de lo esperado el brazo del príncipe se cortó y cayó al suelo liberando el imperium. Sus fuertes alaridos llenaron la habitación de sombras, nadie podía ver una sola luz en el lugar. Domina se agachó, tomó el brazo y se fue del lugar a ciegas seguida por Abbot y el coronel quienes pedían a los astros no perderse en el camino.
—¡Traidor!—gritaba Nathaniel—¡El rey Gaiska alimentará a Venix con tu carne y todos en el reino sabrán lo que hiciste! ¡No les queda mucho tiempo de gloria!
Allí lo dejaron, esperando que muera.
Domina quitó el imperium del brazo y luego lo descartó por ahí como una envoltura de dulce.