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El mundo nunca es lo que esperamos. Y Chiara, una chica normalmente organizada...
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Finalmente, llegamos al Sur. Me mantengo pegada a Angie y alejada de Kilian porque de la ira que tengo soy capaz de colgarlo de...no sé que serán esas cosas altas con pinches, árboles, supongo; soy capaz de colgarlo de ahí. Hay un silencio incómodo entre todos que parece no terminar y por mí parte, puede seguir hasta el fin del mundo con él.
Es un lugar literalmente gris, se respira humedad en el aire y parece que el frío se siente desde adentro hacia afuera. Parece ser un bosque similar al de la tierra, pero hecho de cartón, sus formas geométricas me ponen los pelos de punta.
Nos detenemos por orden de Nill justo en la entrada de una cueva que parece forrada, por dentro y fuera, de zafiros que le da una oscuridad azulada muy pacífica. Resalta entre todo su entorno y le da un toque mágico escalofriante. En la entrada se encuentra una mujer que brilla por su incansable belleza. Angie y Dimitry se quedan estupefactos frente a ella, parecen estatuas embobadas.
—Angie—la llamo mientras muevo su brazo, pero no me hace caso.
Después paso a zarandear a Dimitry, pero ni siquiera mueve el cabello. Entonces, la mujer se acerca y dice:
—Solo aquellos que estén enamorados de todo corazón y alma podrán pasar.
Enamorados. Eso quiere decir que verdaderamente sigo enamorada del idiota de Kilian. Siento un gran alivio en mi corazón, un peso menos y hasta creo que puedo perdonarlo. Creo. Sin embargo, ambos nos quedamos viendo a Nill.
—¿Y tú de quién estás enamorado?—le pregunta Kilian totalmente indiscreto. Le lanzo una mirada advirtiéndole de esa pregunta inoportuna.
El pelirrojo solo se aclara la garganta, toma la antorcha que la mujer le extiende, la enciende y ordena:
—Vamos.
—Pero—protesto—¿Qué va a pasar con Angie y Dimitry?
—Estarán bajo mi cuidado, Alteza—me responde la mujer.
Me sorprendo un poco por cómo me llamó, pero el que Nill nos esté apurando hizo que me vaya sin respuesta.
Nos adentramos más y más en la cueva, siguiendo los zafiros, hasta que llegamos a lo que parece ser el centro de la cueva: un lugar que tiene catorce salidas contando por la que entramos nosotros, en el centro un sillón azul que parecía tan cómodo como la cama de una reina en una pequeña islita rodeada por un río y en este se encontraba una mujer, ya anciana, cubierto por una túnica azul marina.
—Gracias por venir—saluda—, los estaba esperando.
Acto seguido alza la vista y puedo notar que está totalmente ciega, ya que sus ojos son blancos como los cabellos de Kilian, además sus oídos, nariz y dedos están quemados, sellados; no hay ni un solo rastro de cabello en toda su arrugada piel.
—Acérquense y toquen mi hombro si quieren continuar—sugiere.
Ambos miramos a Nill quien asiente y con cuidado posamos nuestras manos sobre su hombro.