-10-

537 87 13
                                    

—¡Voy a ganar y van a tener que darme todos sus pastelillos de jazmín!

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—¡Voy a ganar y van a tener que darme todos sus pastelillos de jazmín!

—¡Ni se te ocurra, Nathaniel! ¡Eres un tramposo!

—No lo escuches, Milia. Esta vez, él perderá.

Los tres niños corrían por los pasillos jugando su juego favorito "Los tres secretos", un juego que consistía en llegar a un pasadizo dividido en tres y, jugando palmas arriba o abajo, se repartían los caminos; así, una vez dentro, el primero que encuentre un pasadizo secreto se llevaría los pastelillos de jazmín puestos en la cocina, se quedaría con todos.

Llegaron en cuestión de minutos a lo que ellos llamaban "raíces", donde un pasadizo se dividía en tres y luego en otros tres y otros tres; el punto en el que el juego se volvía complicado y la adrenalina empezaba a golpear el corazón bombardeante. Se dividieron cada pasillo: Nathaniel, el de cabellos negros, por la izquierda; Milia, la de piel oscura, por la derecha; y Gaiska, el albino, por el centro. Era la primera vez que les tocaban esas divisiones. Cada uno comenzó a correr luego de escuchar las campanas que anunciaban la reunión diaria de los reyes con La Corte de Oro, un consejo que se había formado luego del último casi golpe de estado de Domina, un nombre que aterraba las noches de los malos niños.

Gaiska corrió tan rápido como pudo, pues hacía tres días su padre le había mostrado un pasadizo que daba a la cocina trasera del palacio para ganar en ese divertido juego. Pero tenía una preocupación: temía olvidar el camino; por lo que corría tan rápido como le daban sus piernitas. Llegó a un punto en el que dos umbrales ocultos por piedras movedizas lo rodeaban ¿Cuál debía tomar? ¿La izquierda o la derecha? Su mente, tan grande a comparación de la de un adulto, le cedió la decisión al corazón y este gritó con todas fuerzas: ¡A la izquierda! Ese camino tomó Gaiska, sin embargo, se equivocó; eso pensó en ese momento porque, en realidad, aún no sabía leer el lenguaje del corazón.

Aquel pasadizo lo llevó directo a la sala de reuniones en la que sus padres estaban junto a La Corte de Oro. Nadie lo vio entrar. Quiso irse antes de que alguien lo notara y se ganase un regaño de sus padres, pero su mismo nombre lo detuvo más tiempo del necesario:

—Su hijo, Gaiska, debe hacerlo—dijo un representante del reino de Lux.

—No, él no lo hará. Es muy pequeño aún—contestó la reina.

—Mi reina—interrumpió el rey—, Gaiska debe aprender a lidiar con esto. Un día ocupará mi lugar y quiero que lo haga bien. Es mi responsabilidad como rey asegurar el futuro de este mundo. Nuestro hijo nos sucederá, lo hará como yo lo hice con mi padre. La Corona habló y serán malditos los que vayan en su contra.

—Acordamos que solo lo entrenaríamos en lo esencial hasta que alcance el metro cincuenta—La reina sostuvo fuertemente la mano de su marido.

—Lo sé, mi reina—contestó el rey—; pero es lo mejor para el pueblo, y para él. Debemos enseñarle qué hacer en caso de que Domina vuelva.

Kilian: El reino caído [EN FÍSICO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora