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Domina se puso de pie para recibir al rey Giogeo de Umbra y a su hija Kyoya

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Domina se puso de pie para recibir al rey Giogeo de Umbra y a su hija Kyoya.

—Es un gran placer tenerlos aquí ¿Qué le parece si las dos doncellas dan un paseo mientras nosotros hablamos?

—Me asusta su actitud tan directa, majestad, pero también me agrada. Kyoya...

—Sí, padre.

—Ve a pasear con la princesa Jual. Pásala bien.

—Sí, padre.

—Jual—llamó Domina.

—Sí, tía.

—¿Quieres mostrarle a la princesa Kyoya el jardín que tanto te gusta?

—Me encantaría, tía.

Las dos princesas se fueron y dejaron solos a las dos majestades que en título eran iguales, pero en poder totalmente diferentes.

—Si a usted le parece, majestad—dijo el rey Giogeo—. Me abusaré de su actitud directa y le pediré ver a Athelstan, si me lo permite.

—Es de alegrarse, rey. Estaba esperando su llegada.

Ambos reyes se dirigieron a la torre más alta del castillo, a la que solo se podía acceder a través de grifos celestiales, aves similares a Venix, que custodiaban esas alturas para los residentes del castillo. Allí, encadenado, hecho en huesos, sin carnes y con su cabello platinado amenazando con volverse azabache en cualquier momento, yacía el rey Athelstan de Tenebis. Giogeo miró directamente hacia su pecho desnudo donde estaba lo único que no le dejaba morir: un imperium de la verdad. Domina lo tomó de los cabellos e hizo que mirara al rey.

—Viejo amigo—dijo este—. Me decepciona verte tan bien, creí que te trataban peor.

—El problema es que me olvidé de su existencia el último tiempo. Creí que ya había muerto—acotó Domina en una leve risa.

—Así que...finalmente traicionaste a tus hermanos—musitó Athelstan.

—Tú me traicionaste primero al perder la batalla. Habías dicho que estabas preparado. Perdí gran parte de mi ejército por tus caprichos y ahora no pienso volver a arriesgarlo todo. Voy por lo seguro.

—Ya hasta hablas como ella—susurró él antes de que Domina lo golpee en la nuca luego de verlo de pies a cabeza y no encontrar el imperium de arcano.

—¿Dónde está?—preguntó ella enojada.

—Lejos.

—¿No tiene el arcano?—preguntó el rey—¿No se lo quitó?

—No podía, estaba en su nuca.

—Pero ¿no tiene algún guardián a su favor?

Ella se acercó a él amenazantemente y le dijo a pocos centímetros del rostro:

Kilian: El reino caído [EN FÍSICO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora