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Ada veía con ojos brillantes al joven Athelstan, quien leía pacientemente uno de los viejos libros de la biblioteca sobre los sistemas políticos humanos, hasta que se detuvo

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Ada veía con ojos brillantes al joven Athelstan, quien leía pacientemente uno de los viejos libros de la biblioteca sobre los sistemas políticos humanos, hasta que se detuvo.

—¿Qué pasa, alteza?—preguntó ella magnificada por esa repentina expresión.

—Es que esto no tiene sentido ¿Por qué los humanos confían en gente desconocida y claramente penable para gobernarlos?

Ada quiso responder para mostrar inteligencia frente al príncipe, pero Rivas ingresó a la habitación completamente agitado.

—¿Estás bien?—preguntó el príncipe.

—Al parecer Solar ha abandonado el castillo. Algunos sirvientes la vieron dirigirse al pueblo—contó él con una preocupación desbordante.

—¿Y cuál es el problema?—lo cuestionó Athelstan sin comprender.

—No se veía bien.

El príncipe suspiró mientras se dejaba caer sobre el respaldar de la silla y Ada intentaba disimular su sonrisa.

—No te preocupes tanto por ella—le aconsejó—. Ya es grande, más grande que vos. Además, mi padre ya anunció que está buscándole un buen conde para casarla una vez que mi educación termine.

—Ay, amigo—exclamó el conde mientras negaba con la cabeza y se acercaba hacia el príncipe—¿Realmente crees que tu educación va a terminar? La mía terminó hace diez años y tenemos la misma edad.

—Sí, pero vos no te preparás para ser rey.

Rivas suspiró cansado.

—Bien. Preguntale entonces a la reina Fénix de Lux...

—Ya terminó ella—lo interrumpió—porque ya es reina.

—Se nota que tenés que salir más seguido ¡Terminó al cumplir cien!

—No es lo mismo. Tenemos diferentes reinos.

—Preguntale a Ada, ella sabe mucho de Tenebis, su familia ha trabajado en el castillo desde el inicio. Apuesto a que no es la primera vez que está en esta biblioteca.

Athelstan vio a su novia con algo de sorpresa, pues creía que en ese momento él estaba mostrándole las maravillas de esos libros; pero ahora parecía que ella ya las conocía. Ada se encogió de hombros y sonrió algo tímida.

—La verdad es que ya he venido algunas veces antes.

El príncipe agitó la cabeza para alejar cualquier pensamiento mezquino sobre ella y luego preguntó:

—¿Entonces qué pensás de mi educación?

—No sé si mi opinión importa.

Con una sonrisa, él le tomó las manos y afirmó con total certeza:

Kilian: El reino caído [EN FÍSICO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora