Aquella noche, tras cambiarse y comer algo, Eril le había traído un libro que los niños utilizaban para empezar a leer, imágenes y una palabra o frase corta en élfico, así se iría familiarizando con ellas pues la joven elfa le había hecho saber que no tenía sueño por el momento. Arari lo miraba entusiasmada cuando llamaron a la puerta.
— Adelante.— Respondió.
Eril le había explicado lo que debía decir. Arari se levantó en seguida del sillón donde estaba al ver entrar a Thranduil y lo saludó con una reverencia.
El alto elfo la miró detenidamente, sus modales aún no estaban muy pulidos pero sería fácil para ella aprender. Se la veía delicada con el camisón largo de fino algodón blanco con bordados y la bata de seda en verde claro que vestía. Su pelo completamente suelto caía casi liso por su espalda y hombros. Entró y cerró la puerta tras él.
— Iba hacia mi habitación cuando vi la luz aún encendida.— Explicó.
Arari alzó la mirada, aún llevaba la túnica con broches plateados y su corona.
— Se que aún no hablas demasiado pero puedes entenderme bien.— Ella respondió con una leve sonrisa asintiendo.— Vine a devolverte esto, perdona mi olvido.— Dijo mientras sacaba el colgante de su bolsillo.— Permíteme que te lo ponga.— Pidió al ver que iba a tomarlo de su mano.
Ella no sabía qué hacer por lo que sólo permaneció quieta, Thranduil se dio cuenta que no sabía cómo comportarse así que se situó tras ella y retiró el cabello de su cuello, el aroma a jazmín y azahar llegó hasta él y no pudo evitar aspirar profundamente, cosa que se reprendió mentalmente. Cerró la cadena alrededor del cuello de la elfa y volvió a colocar su cabello.
— Será mejor que me vaya y tú deberías descansar.— Dijo al ver el libro sobre la mesa.
La elfa asintió alzando su mirada, se le veía tan alto a su lado. Así, Thranduil salió de la habitación con aquellos ojos puros y el recuerdo de su aroma grabados en su mente.
— Iôn. — Escuchó Legolas aquella mañana tras de él.
— Ada.— Saludó, volviéndose a su padre.
— ¿Cómo se encuentra Arari?
— Mucho mejor, más acostumbrada a estar aquí, se la ve sonreír más a menudo.— Legolas acompañaba a la elfa a pasear por el reino y conversaba con ella, era más abierta y adquiría vocabulario rápidamente.
— Bien. ¿Y las clases?— Thranduil había dispuesto profesores para que la ayudasen en su avance.
— Según Eril progresa muy bien, es ágil e inteligente, en poco tiempo ha pasado a leer algunos libros infantiles con frases más elaboradas, tanto en sindarin como en lengua común.
— Me alegro.— Fue lo único que respondió antes de comenzar a andar.
— Ada.— Llamó Legolas, haciendo que el rey parase en medio del pasillo.— Lo que no entiendo es porqué me preguntas a mí. Deberías hablar con ella tú mismo.
Pero Thranduil no contestó, ni siquiera se volvió a ver a su hijo, simplemente siguió caminando. Él lo sabía, sabía que había estado evitando encontrarse con Arari. El rey sabía por dónde se movía la joven y prefería no estar cerca en ningún momento, intentaba olvidarse de esos ojos y ese aroma que le habían embrujado aquella noche.
Ya había pasado un tiempo desde que Arari llegase, sus tres damas eran amables y grandes amigas, el príncipe Legolas la visitaba cada vez que podía para pasear con ella pero no había vuelto a ver al rey desde que salió de su habitación después de darle el colgante. Se preguntaba si había hecho algo que lo molestase, un día incluso le preguntó preocupada a Énade pero ella le respondió que no debía pensar eso, tan sólo era que el rey estaba muy ocupado.
No volvió a sacar el tema de su familia pero debía reconocer que se encontraba cada vez más intrigada por quiénes serían, aunque tenía cierta reticencia. ¿Y si la habían abandonado al nacer porque no la querían? Era lo que Smaug le decía siempre.
Esa tarde había decidido pasear sola por el jardín privado del rey, se preguntaba muchas veces por qué, si era su jardín privado, no lo veía aquí. Se sentó al borde de una de las fuentes, el sonido del agua la relajaba a tal punto que cerró los ojos disfrutando más del momento, se encontraba en calma mientras el rey que ella tanto ansiaba ver la miraba desde el balcón de su habitación, pues este, así como los balcones de las otras dos habitaciones, daban al jardín. El rey la observaba pasear a solas, oler las flores y sentarse en la fuente, cuando escuchó a alguien entrar al jardín, no podía ser otro que su hijo.
— Arari, al fin te encuentro.— Se acercó a ella y se sentó a su lado.
— Su alteza.— Respondió inclinando su cabeza.
— No me llames así cuando estemos solos, ya te lo dije varias veces, tan sólo Legolas.— Sonrió.
— De acuerdo, Legolas.— Debía reconocer que le daba cierta vergüenza.
Thranduil se preguntaba en qué momento ellos dos habían alcanzado ese nivel de confianza, sería cierto que pasaban mucho tiempo juntos. Tal vez pronto su hijo se casara al fin pero esa idea le pareció inconcebible.
— Quería saber cómo te ha ido hoy.
— Muy bien.— Dijo con entusiasmo.— Me encantan las clases y aprendo mucho.
— Me alegro por ti.— Rió el príncipe ante su respuesta.— Para mí eran insoportables algunas de ellas, las leyes y la administración se me hacían eternas.
— Aún no he empezado con esas.
— Bueno, ya llegarás y me darás la razón.
Arari le respondió riendo, su risa cristalina llegó hasta Thranduil que sintió que era música del mejor compositor pero ahora ya sabía qué hacer, tenía una excusa perfecta para pasar más tiempo con ella.
— Legolas, yo...— No sabía cómo decirlo, no quería parecer muy exigente.— Verás, me gustaría saber más de mi familia.
— Claro. Aún no estamos seguros de que sean ellos pero pronto lo sabremos, enviamos una misiva para informar de ti a tus parientes.
— Vaya, entonces mejor esperar a estar seguros.
— Sí, será lo mejor.
Tras esto, Thranduil se alejó del balcón, alguien había llamado a la puerta de su habitación y debía atender.
— Altaion, pasa.— Respondió Thranduil.
— Majestad, os traigo los documentos que me pedísteis.
— ¿Ha llegado respuesta de Rivendel?
— No, señor, y es algo extraño.
— Lo se, esperaremos un poco más para volver a enviar otra misiva, tal vez se haya perdido el ave.
— Sí, mi señor.— Respondió con una inclinación.
— Altaion.— Llamó Thranduil.— Antes de que te retires, informa al profesor de Arari que en dos días comenzará las clases de Leyes y Administración, debe aprender según su rango.
— De acuerdo, mi señor. ¿Sabe quién será su profesor en esa materia?
— Yo mismo.
Altaion miró al rey asombrado, incluso dudó unos momentos de que sus finos oídos estuviesen escuchando eso pero era verdad, el mismo rey daría clases a Arari, aunque fuese realmente hija del Señor Elrond y la Dama Celébrian de Rivendel, así como nieta de los Señores de Lothlórien, no se explicaba por qué Thranduil quería darle aquellas clases él mismo. Ni siquiera con su hijo Legolas había sido así pero dado que el rey ya se había enfrascado en la lectura de los documentos que le había llevado parecía que no iba a obtener una aclaración, al menos por el momento.
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Galadêl
FanfictionTras la caída de Smaug, los enanos exploran la montaña, asegurándose que ningún peligro queda dentro. Volvieron a admirar todos aquellos tesoros que una vez dejaron. Había mucho que hacer, mucho por limpiar, ordenar y reparar pero pronto empezaría a...