Capítulo 11

494 45 3
                                    

Después de atender sus obligaciones como rey, decidió cambiarse, una túnica más corta y cómoda, dejó su ostentosa corona de hojas y ramas, para tan sólo dejar su cabello suelto con una pequeña tiara de plata que impedía que cayesen sobre su rostro. Recorriendo los pasillos y escaleras llegó hasta donde se encontraban los heridos. Sabía que allí la encontraría, aunque ya eran pocos los heridos que quedaban, por suerte, estaba terminando de revisarlos a todos. La vio atendiendo a uno de los más graves que se encontraba tendido en una de las camas, había recibido un corte muy profundo en uno de sus brazos, que aún lo tenía inmovilizado, la infección causada por el arma había bajado y progresaba bien. Arari había dejado los vestidos para volver a ponerse las ropas que llevaba bajo la armadura en caso de ataque, Thranduil sonrió, siempre estaba preparada. Se dirigió hacia ella que seguía inmersa en la inspección de la herida por lo que no lo vio, no así el herido.

— Hîr nín.— Dijo intentando incorporarse de la cama para ponerse en pie y Arari se volvió hacia él.

— No te levantes. — Respondió Thranduil por lo que el soldado se mantuvo sentado. — ¿Cómo te encuentras?

— Mucho mejor, gracias mi señor. — Comentó presuroso, sin saber cómo sentirse ante aquella visita. — Los cuidados de Arari y las demás son muy efectivos.

— Sí, son realmente maravillosas. — Contestó sonriendo, a lo que el herido no supo qué decir.

Arari seguía inmersa en sus deberes, vendando la herida para dejar al elfo seguir descansando hasta recuperarse del todo. Al terminar, se incorporó y se situó junto al herido para ayudarle a recostarse de nuevo, cuando el rey la vio, corrió a situarse al otro lado para ayudarlos, cosa que hizo que tanto ella como el soldado se quedasen sin saber cómo reaccionar.

— Te ayudaré, así será más fácil.

Y así fue, con ayuda de Thranduil dejó al herido descansando pacíficamente en poco tiempo para salir ellos dos de la sala. Arari se dirigió a una de las pequeñas fuentes para lavar sus manos sin pronunciar una palabra, el silencio se hizo presente entre ellos dos, ella no quería hablar con él, no tenía nada que decirle y él no sabía cómo comenzar a hablarle. Después de aquel sueño estaba aún más confuso. Había intentado olvidarla por todos los medios pero ahora se le presentaba la oportunidad de estar junto a ella, sin embargo, estaba seguro de que el corazón de la elfa se inclinaba hacia Haldir.

— Majestad, debo volver.

La voz de Arari lo sacó de sus pensamientos rápidamente. Debía hablar con ella antes de irse, no sabía cuánto tiempo tenía antes del ataque y se negaba a entrar en batalla sin haberle dicho lo que sentía. Era Arari quien debía decidir.

— Espera, Arari, por favor. — La retuvo del brazo, a lo que ella alzó su mirada para poder alcanzar sus ojos. — Déjame hablar contigo.

— ¿De qué? No hay nada de lo que debamos hablar y tengo mucho de lo que ocuparme. Debo ir a ayudar a Haldir y Galatur a preparar las defensas. — Arari quería evitarlo todo lo posible, su presencia dolía.

— Ya, Haldir. — Ese nombre quemaba en su garganta. — ¿Lo amas?

— ¿A qué viene esa pregunta? — Respondió extrañada. — No es de su incumbencia.

— Si no es de mi incumbencia, por qué me angustia saber que corres a sus brazos siempre que puedes.

— No lo se pero no debería, sabe bien que hay alguien que le espera. — Dijo tirando del brazo para liberarse del agarre del rey.

Thranduil respiró profundamente, era normal que ella pensara así pero no había nadie esperándolo, sin embargo, él la esperaba a ella cada noche desde hacía siglos, se sentía como un necio y ahora no sabía si había perdido la oportunidad de volver a amar y ser amado. Tanto tiempo vivido no le preparaban para lo que debía hacer en una situación como esta.

GaladêlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora